La Garriga es la tienda gourmet de referencia en Barcelona y Madrid

Sin duda, La Gar­ri­ga, es la tien­da gourmet de ref­er­en­cia de Barcelona y Madrid, para com­prar y para com­er tam­bién en dos de ellas de la Ciu­dad Con­dal. El lugar ide­al para hac­er la com­pra sem­anal de car­nicería y char­cutería, por la var­iedad que des­de hace años se puede encon­trar y por supuesto por la cal­i­dad. Tam­bién de pro­duc­tos del­i­catessen selec­tos tan­to nacionales como inter­na­cionales. Carnes de tern­era, cer­do y pol­lo ecológi­cos, embu­ti­dos y jamones de las primeras mar­cas, así como que­sos arte­sanos nacionales e inter­na­ciones, com­ple­men­tos escogi­dos para preparar vis­tosas (comem­os por los ojos) y apeteci­bles tablas de que­sos, embu­ti­dos y/o ahu­ma­dos. Selec­ciona­da bode­ga de vinos clási­cos y de otros que comien­zan a despun­tar. Como he puesto al prin­ci­pio TODA UNA REFERENCIA en Barcelona y Madrid.

Tabla de salmón. De La Garriga tienda gourmet
Tabla de salmón ahumado
Tabla de quesos, embutidos y salmón. En La Garriga tienda gourmet
Tabla de que­sos, embu­ti­dos y salmón

La his­to­ria de La Gar­ri­ga se remon­ta a 1959 cuan­do Joan Pedró Sator­res, fundó la primera tien­da en Tener­ife, en for­ma­to char­cutería-degustación. Algo inédi­to has­ta aquel momen­to: se podían con­sumir sus selec­tos pro­duc­tos y hac­er una com­pra para degus­tar en casa. En 1965, abrieron una nue­va tien­da en Las Pal­mas de Gran Canaria. En 1968 le tocó el turno a la ciu­dad marinera y mediter­ránea de Sit­ges. En 1971, en el Paseo de la Castel­lana de Madrid, y en el año 1978, en Zaragoza, inau­gu­ra­da por el mis­mo Joan Pedró. Aho­ra es la ter­cera gen­eración la encar­ga­da de diri­gir con éxi­to a este grupo de char­cuterías y restau­rantes en el siglo XXI.

La Garriga es la tienda gourmet donde encontrar los mejores productos delicatessen nacionales e internacionales

Tabla de embutidos. La Garriga tienda gourmet
Tabla de embutidos
Tabla de quesos. La Garriga tienda gourmet
Tabla de quesos

Actual­mente están pre­sentes en var­ios bar­rios de Barcelona: Sar­rià (tien­da) Eix­am­ple (restau­rante) y Glòries (restau­rante) y en Madrid.

En las fotos: tablas de embu­ti­dos, de que­sos, de salmón de las mar­cas más exclu­si­vas del mer­ca­do para que dis­fru­tar en casa se con­vier­ta en un momen­to muy HEDONISTA.

La Gar­ri­ga
📍 Jac­in­to Benavente, 8. 08017 Barcelona.
☎️ 932 014 597
Con­sul­ta las otras direc­ciones en su web o per­fil de IG.

© 2022 José María Toro. All rights reserved

S. Pellegrino celebró su Final Regional para elegir al Young Chef de los Países Ibéricos y Mediterráneos alzándose como ganador Albert Manso

El pasa­do 16 de de sep­tiem­bre se cele­bró por la tarde en uno de los salones del Hotel W Barcelona la Final Region­al para ele­gir al Young Chef de los País­es Ibéri­cos y Mediter­rá­neos (España, Por­tu­gal, Gre­cia e Israel) , del cual sal­ió el ganador que irá direc­ta­mente a la Gran Final de S. Pel­le­gri­no Young Chef 2020 que se cel­e­brará en Milán los próx­i­mos 8 y 9 de Mayo de 2020. Allí ten­drá que con­vencer a otro jura­do y com­pe­tirá jun­to a otros once jóvenes cocineros por con­seguir el pres­ti­gioso títu­lo mundi­al de Young Chef 2020.

Philippe de Maillardoz, Director General de Nestlé Waters España, entrega del premio a Albert Manso

Philippe de Mail­lar­doz, Direc­tor Gen­er­al de Nestlé Waters España, entre­ga del pre­mio a Albert Man­so. Fotografía gen­tileza de la organización

 

Y pun­tuales a la cita del con­cur­so los pos­tu­lantes a ganar esta Final Region­al, comen­zaron a coci­nar para el severo jura­do que val­o­raría no sola­mente el sabor sino tam­bién la pre­sentación, las expli­ca­ciones y la téc­ni­ca uti­liza­da. Fueron horas de nervios, muchas veces incon­tro­la­dos, de mucha con­cen­tración, de sudores fríos por errores no cal­cu­la­dos pre­vi­a­mente y de pon­er en el pla­to pre­sen­ta­do todo lo apren­di­do en las mejores escue­las de restau­ración y en la prác­ti­ca diaria entre los fogones com­par­tien­do codo con codo con los mejores espadas de los restau­rantes de los País­es Ibéri­cos y Mediter­rá­neos. Con­seguir ganar esta Final Region­al orga­ni­za­da por S. Pel­le­gri­no impli­ca un reconocimien­to implíc­i­to a todo el esfuer­zo real­iza­do has­ta el momen­to, no sólo a niv­el de téc­ni­ca apren­di­da en los libros sino tam­bién de la peri­cia adquiri­da en el mane­jo de sartenes y ollas así como dispon­er de una gran cre­ativi­dad para crear platos imag­i­na­tivos, sabrosos y per­fec­ta­mente her­mosos donde otros, la may­oría de los mor­tales, solo vemos pro­duc­tos sin una aparente conex­ión, pero que estos jóvenes cocineros arman en cuestión de segun­dos un pla­to capaces de sacarnos des­de nue­stros aden­tros esa excla­mación de “Wow” que lo dice todo.

Para poder par­tic­i­par en el con­cur­so todos los par­tic­i­pantes han tenido que super­ar los exi­gentes req­ui­si­tos de ALMA- Escuela Inter­na­cional de Coci­na Ital­iana, y que se basan en las Reglas de Oro con las que se rige este con­cur­so inter­na­cional: habil­i­dades téc­ni­cas, cre­ativi­dad y con­vic­ciones culi­nar­ias per­son­ales. Además de ser menor de 30 años  y haber ejer­ci­do como mín­i­mo un año como chef, sous chef o jefe de par­ti­da. Como novedad de este año y para cumplir con la igual­dad de género, se ha pedi­do que, en la medi­da de lo posi­ble, se incluya por lo menos a tres mujeres de un total de 10 par­tic­i­pantes para cada región. Este pres­ti­gioso con­cur­so mundi­al bus­ca la próx­i­ma gen­eración de jóvenes chefs pio­neros en el uso de la gas­tronomía como instru­men­to social. Este año han par­tic­i­pa­do 135 jóvenes cocineros de todo el mun­do, y que ha esta­do divi­di­do en 12 regiones.

Pos­tu­lantes, pla­to pre­sen­ta­do, car­go y restau­rante donde tra­ba­ja y men­tor que lo acom­paña:

  • André Cameirao. Red Mul­let And Heart In Embers. Liv­er Sauce. Black Gar­lic Char­coal And Home­made Papri­ka. Jefe de par­ti­da del Hotel Vila Galé, en Sin­tra (Por­tu­gal) Men­tor: Rodri­go Mota Medeiros.
  • Spy­ros Kas­selouris. Squid Land & Sea. Sous chef del Restau­rante Selene en Ger­akas de Ate­nas (Gre­cia) Men­tor: Panos Tsikas.
  • Nel­son Roque. Pesca Noble y Algas. Jefe de par­ti­da del Restau­rante Mont Bar de Barcelona (España). Men­tor: Domeni­co Ungaro.
  • Óscar Dayas Rodríguez. “The Tran­shu­mance” From The Coast. To The Sum­mit. Chef del restau­rante MAR Gas­tro­tas­ca, en Las Pal­mas de Gran Canaria (España) Men­tor: Juan San­ti­a­go Fuentes.
  • Eras­mia Bal­as­ka. Lent’Eels From My Lake. Chef de Funky Gourmet en Ate­nas (Gre­cia). Men­tor Geor­gian­na Hiliadaki.
  • Andrea Rava­sio. El Domin­go del Campesino. Chef del restau­rante Kai, en Ade­je de Tener­ife (España). Men­tor Rubén Cabrera.
  • Mengx­in Zhou. The Trout- Schu­bert. Chef del restau­rante Som­ni­a­tru­ites, en Igual­a­da (España). Men­tor David Andrés Morera.
  • Manuel Bentabol. Viña Ab 2019. Jefe de par­ti­da del restau­rante Tribeca en Sevil­la (España). Men­tor Pedro Giménez Rodríguez.
  • Olga Fefer­kuchen. Whe Fire Meets The Sea. Sous chef del restau­rante Selene, en Ger­akas de Ate­nas (Gre­cia). Men­tor Asaf Shtern.
  • Albert Man­so Miras. Codor­niz & Vino. Sous chef del restau­rante Tick­ets en Barcelona (España) Men­tor Fran­cis­co José Agu­do Redondo.

Jura­do:

  • Hernique Sa Pes­soa. Alma. Lis­boa. Portugal.
  • Fina Puigde­vall. Les Cols. Olot. España.
  • Lucía Fre­itas. A Tafona. San­ti­a­go de Com­postela. España.
  • Ettore Botri­ni. Botrini’s. Ate­nas. Grecia.
  • Orel Kim­chi. Popina. Tel Aviv. Israel

Ganador del con­cur­so: Albert Man­so, sous chef del restau­rante Tick­ets de Barcelona (con una Estrel­la Miche­lin 2019 y número 20 en la pres­ti­giosa lista de The World’s 50 Best Restau­rant 2019) con su pla­to secuen­cia de codor­niz y vino. El jura­do explicó que se trata­ba de “un pla­to redon­do donde ha apli­ca­do tres téc­ni­cas difer­entes pero coher­entes al mis­mo pro­duc­to”. Su nue­vo men­tor para acud­ir a la Gran Final será Hen­rique Sá Pes­soa.

Cordorniz & Vino, plato ganador de Albert Manso

Cor­dorniz & Vino, pla­to ganador de Albert Man­so. Fotografía gen­tileza de la organización.

 

Otros pre­mios entre­ga­dos en el mis­mo acto:

  • Acqua Pan­na Award for Con­nec­tion in Gas­tron­o­my: para Óscar Dayas y su pla­to pre­sen­ta­do porque rep­re­sen­ta la diver­si­dad y reconoce la belleza de las difer­entes culturas.
  • Fine Din­ing Lovers Com­mu­ni­ty Award: para Andrea Rava­sio ya que refle­ja la filosofía per­son­al de este joven chef.
  • S.Pellegrino Award for Social Respon­s­abil­i­ty: para Mengx­in Zhou por su coci­na de prác­ti­cas social­mente responsables.

Para finalizar la entre­ga de pre­mios se sirvieron 4 platos para con­mem­o­rar los 120 años de exis­ten­cia de  S.Pellegrino prepara­dos por David Andrés (que con­quistó el títu­lo en las 3 edi­ciones ante­ri­ores) y que fueron los siguientes:

  • The begin­ning of the Water Jour­ney. Mel­on water with ham croquette.
  • 1899: When the brand was born. Duck anchovy with foie.
  • From Italy, to the world. Semi-dry toma­to, parme­san sphere and basil.
  • Cel­e­brat­ing 120 years, look­ing at the future. Eel filled brioche.

Este menú aniver­sario de los 120 años se com­ple­men­tó con otros platos prepara­dos por el Hotel W.

Pre­vio al cóc­tel cena S.Pellegrino pre­sen­tó la botel­la espe­cial de 120 aniver­sario con un tal­la­do espe­cial en el cen­tro y que recrea los difer­entes ángu­los de un dia­mante.

© 2019 José María Toro. All rights reserved

 

 

¿Cuidamos de Santa Cruz de Tenerife?

Des­de hace algunos años ten­go un sueño. Me encan­taría que mi ciu­dad, San­ta Cruz de Tener­ife, se con­virtiera en una de las más limpias y sostenibles del plan­e­ta. Quizá es una de mis tan­tas ideas desca­bel­ladas pero estoy segu­ra de que no es un imposi­ble. Si Hon­olu­lu en Hawái  lo ha con­segui­do, mi fan­tás­ti­ca ciu­dad y sus habi­tantes tam­bién son capaces.

Cuan­do paseo por sus calles y bar­rios los visu­al­i­zo impo­lu­tos como las avenidas de Sin­ga­pur y Ade­lai­da, donde casi podrías com­er sobre la acera. Tam­bién ideo sis­temas para que el aire que res­pi­ramos sea tan puro como el de las Mon­tañas Rocosas y dis­eño men­tal­mente inmen­sos y salud­ables espa­cios verdes. Has­ta ten­go prepara­da una tari­ma imag­i­nar­ia para insta­lar­la en el Par­que Gar­cía Sanabria, al esti­lo de Hyde Park,  para que los transeúntes puedan impro­vis­ar dis­cur­sos a media tarde. Sería genial poder escuchar a nue­stros veci­nos con­tar sus propuestas.

Parque García Sanabria

Par­que Gar­cía Sanabria

 

A veces, mien­tras recor­ro la Aveni­da de Ana­ga,  me des­cubro plan­i­f­i­can­do el trá­fi­co: más pier­nas y menos ruedas, ami­gos. ¿De ver­dad nece­si­ta­mos ir al gim­na­sio en coche para luego hac­er una hora de cin­ta? En otras oca­siones, sobre todo cuan­do bajo las bol­sas de basura,  inven­to cam­pañas de reci­cla­je con el anh­elo de que llegue­mos a ser como San Fran­cis­co y sus ciu­dadanos, los más con­cien­ci­a­dos del mun­do en la sep­a­ración de resid­u­os. Tam­bién, ¿cómo no? inge­nio fór­mu­las para con­ver­tirnos en una “ciu­dad slow” donde el con­sumo may­ori­tario sea el de pro­duc­tos de cer­canía o kilómetro cero y donde nos tomem­os la vida más pausadamente.

La cam­paña que aca­ba de lan­zar el Ayun­tamien­to de San­ta Cruz me gus­ta. Es sen­cil­la pero clara:  tu ciu­dad, tu casa. ¿La cuidamos jun­tos? La con­cien­cia ciu­dadana es sin duda el arma más potente para con­seguir que el lugar que habita­mos sea cada día más bril­lante y más vivo. Además, están las “mul­tas grandes para pequeñas fal­tas”, como hacen en Cal­gary y con las que estoy abso­lu­ta­mente de acuer­do, pero bueno podríamos empezar por ilu­sion­arnos con mimar nue­stro entorno, ¿no?  Es más boni­to. Y más poético.

Ten­emos la suerte de habitar una ciu­dad pre­ciosa y hos­pi­ta­lar­ia den­tro de una isla mar­avil­losa. La cal­i­dad de vida, el cli­ma y el mar nos acom­pañan cada día. ¿Qué tal si nos com­pro­m­e­te­mos un poquito para que vivir y vis­i­tar San­ta Cruz sea una expe­ri­en­cia aún más hedonista?

© 2019 Noe­mi Mar­tin. All rights reserved

 

 

El joven chef Diego Dato es el encargado de gestionar la cocina del restaurante Melvin, el tercero abierto por Martín Berasategui en la isla de Tenerife y noveno en España

El joven chef Diego Dato es el hom­bre de con­fi­an­za de Martín Berasategui para gob­ernar los fogones del Restau­rante Melvin, el ter­cero abier­to en la isla afor­tu­na­da de Tener­ife y noveno en España. Los dos ante­ri­ores abier­tos en la isla canaria son M.B., con dos estrel­las Miche­lin y Txoko en el cer­cano resort de lujo Aba­ma Tener­ife. Hay que sumar­le dos restau­rantes en el País Vas­co: el que lle­va su nom­bre, Martín Berasategui, con tres estrel­las Miche­lin y Eme Be Gar­rote en Donos­ti. Cua­tro más en Barcelona: Lasarte con 3 estrel­las de la famosa guía roja france­sa gas­tronómi­ca, Hal­lo cock­tail Bar, Restau­rante Oría y el restau­rante Fon­da España. Además aseso­ra a otros 3 restau­rantes en Méx­i­co y dos en Repúbli­ca Domini­cana.

Restaurante Melvin

Restau­rante Melvin

 

Ubi­ca­do en el solea­do y priv­i­le­gia­do sur de Tener­ife, den­tro del ele­gante com­ple­jo de aparta­men­tos Las Ter­razas de Aba­ma (de la com­pañía My Way Hotels & Resorts), con vis­tas imperdi­bles e impagables al Océano Atlán­ti­co y a la próx­i­ma isla de La Gomera, que da la sen­sación de que casi se puede tocar por el juego de la per­spec­ti­va, y donde las pues­tas de sol se con­vierten en pura poesía, y los platos de este joven chef se fusio­n­an en per­fec­ta armonía con tan­ta belleza.

 

Restaurante Melvin

Restau­rante Melvin

 

La coci­na elegi­da para este ter­cer restau­rante es una fusión de mediter­ránea con el sabor de los asadores donos­tiar­ras que vieron cre­cer al chef del “gar­rote” y que es el úni­co cocinero español que tiene actual­mente es su cur­ricu­lum 8 estrel­las Miche­lin. Mimo por el pro­duc­to, dan­do pri­or­i­dad a la mate­ria pri­ma canaria de prox­im­i­dad, para crear platos de alta coci­na com­ple­ta­do con una bue­na ofer­ta de carnes y pesca­dos a la brasa.

Restaurante Melvin

Restau­rante Melvin

 

El chef Dato es orig­i­nario del lev­ante español y por tan­to ha cre­ci­do entre arro­ces de su Elche natal, con una for­ma­ción de cam­panil­las entre grandes espadas de los pucheros y sartenes como el mal­o­gra­do San­ti San­ta­maría y su men­tor Martín Berasategui que des­de hace poco le ha dado la alter­na­ti­va en el Restau­rante Melvin, después de su paso por los otros dos restau­rantes del grupo en Canarias: M.B. y Txoko.

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El chef Diego Dato. Restau­rante Melvin. Fotografía gen­tileza de Man­da­ri­na Comunicación

 

El nom­bre escogi­do para el restau­rante no ha sido casu­al, sino que es un claro trib­u­to a Melvin Vil­lar­roel, el arqui­tec­to boli­viano que creó esta área turís­ti­ca dán­dole per­son­al­i­dad propia y con el propósi­to de que per­durase en el tiem­po con el máx­i­mo respeto posi­ble al entorno.

De su inte­ri­or­is­mo desta­ca la coci­na vista para crear una cer­canía con los comen­sales y puedan ser tes­ti­gos de todo lo que se cuece den­tro. Col­ores nat­u­rales para maderas y tapicerías y otor­gar­le ese plus de calidez y a la par ele­gante. La ter­raza exte­ri­or al aire libre es mar­avil­losa a cualquier hora del día, pero es espe­cial­mente mág­i­ca con la caí­da del sol y con la ilu­mi­nación nocturna.

  • Cro­que­ta de jamón.
  • Man­te­qui­l­la de cebol­la caramelizada.
  • Base de arroz socar­rat con chipirón y su tin­ta y que­so rallado.
  • Pan blan­co, focac­cia de chori­zo y pan de Mar­tin (higos y pasas).

Aperitivos en Restaurante Melvin

Aper­i­tivos: cro­que­ta de jamón, man­te­qui­l­la de cebol­la carameliza­sa, base de arroz socar­rat con chipirón y su tin­ta, que­so ral­la­do y pan blan­co, focac­cia de chori­zo y pan de Martín (higos y pasas). Restau­rante Melvin

 

  • Refres­cante salmore­jo de cerezas y tomate canario con pol­vo de que­so fres­co (Bur­go de Arias), anchoas del Can­tábri­co, pepinil­lo encur­tido y cereza troceada.

Salmorejo de cerezas

Salmore­jo de cerezas

 

  • Impre­sio­n­ante ensal­adil­la rusa de pulpo sobre “Causa” limeña lig­era­mente picante, sobre base de pata­ta, cre­ma de zana­ho­ria y tier­ra de aceitu­na negra.

Ensaladilla rusa

Ensal­adil­la rusa

 

  • Steak tar­tar de solomil­lo gal­lego sobre gofres de patata.

Steak tartar

Steak tar­tar de solomil­lo gal­lego sobre gofres de pata­ta. Restau­rante Melvin

 

  • Tagli­atelle meloso de cala­mar con camarones, cre­ma amer­i­cana y puré de batatas con ajo asado.

Tagliatelle de calamar

Tagli­atelle de calamar

 

  • Alme­jas gal­le­gas esti­lo “La Abuela” con ajo y vino blanco.

Almejas gallegas

Alme­jas gal­le­gas esti­lo “la Abuela” con ajo y vino blan­co. Restau­rante Melvin

 

  • Fish & chips “Melvin” con sal­sa tár­tara. Segu­ra­mente las mejores del mun­do mundial.

Fish & Chips

Fish & Chips

 

  • Ten­ta­do­ra pael­la de cer­do ibéri­co con ajos tier­nos y garbanzos.

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Pael­la de cer­do ibéri­co con ajos tier­nos y gar­ban­zos. Restau­rante Melvin

 

  • Ter­ri­na de cordero, hue­sos de pas­ta fres­ca con dux­elle de hier­bas y puré de apio trufado 

    Terrina de cordero

    Ter­ri­na de cordero

 

  • Esferas de melón en caipir­iña con hela­do de cás­cara de limón y sopa de yogur.

Esferas de melón

Esferas de melón

 

Restau­rante Melvin en Las Ter­razas de Aba­ma. Car­retera Gen­er­al del Sur TF-47 Km.8,9 Guía de Iso­ra. San­ta Cruz de Tener­ife. Islas Canarias.

© 2018 Nuria Teje­dor. All rights reserved.

Vino para dos. Capítulo 22

Jai me toma de la cin­tu­ra y me lle­va a la bar­ra. Me doy cuen­ta de que hemos baila­do abraza­dos, de que me ha acari­ci­a­do el pelo y la cara pero aún no nos hemos besa­do. Es extraño después de seis meses sin ver­nos, aunque me gus­ta. Esta vez, si es que hay vez, iré despacio.

Recor­re­mos el local pisan­do nubes –así me sien­to- y pasamos jun­to a Nora y Mar­cos que nos miran son­ri­entes sin mostrar el menor gesto de sor­pre­sa. ¿Es posi­ble que supier­an algo de esto? Y yo que pens­a­ba que había madu­ra­do. Sigo sien­do la Ana inocente de siem­pre dis­fraza­da de chi­ca lista. Aunque esta noche no me importa.

Mi amer­i­cano favorito pide dos copas de mal­vasía. Obser­vo sus manos al sacar la cartera, sus bra­zos, su camisa blan­ca impeca­ble. Escu­cho el tono de su voz cuan­do da las gra­cias al camarero. Es increíble que esté aquí, que le pue­da tocar, que pue­da ver sus pupi­las bril­lantes. Es como si estu­viera den­tro de una pelícu­la en blan­co y negro. Y ahí está él, mi pro­tag­o­nista con aire de los años cin­cuen­ta, recor­dan­do que las his­to­rias más improb­a­bles son las reales.

–Brindaré con­ti­go, Jai, pero no sé si podré acabar la copa. Estoy en el aire.  Demasi­a­do vino y demasi­adas emo­ciones en tan poco tiem­po. Además, nece­si­to vivir todos los detalles de este momento.

-Claro Ana, yo tam­bién he imag­i­na­do este instante con­ti­go. No sabes cuan­tas veces. Quiero expli­carte y que ‑si puedes- me per­dones por lo que te dije cuan­do te fuiste. Quiero que sepas que has esta­do con­mi­go todos los días: en el café del Star­bucks, en el vino de Napa, en el agua de la ducha, en las esquinas de San Fran­cis­co, en las letras del periódico…en todo.

Después de dis­cu­tir con­ti­go, cuan­do ya habías toma­do el avión de vuelta, recibí una lla­ma­da de Julia. Me dio su ver­sión del encuen­tro y entendí por qué te habías ido. Pen­sé en lla­marte y venir pero yo no esta­ba bien, Ana. Tenía que arreglar­lo todo y arreglarme por den­tro. Este tiem­po con­mi­go era un ries­go inevitable. Al día sigu­iente de mi con­ver­sación con Julia busqué un abo­ga­do y por fin empecé los trámites del divor­cio. Luego vendí la casa  y alquilé un aparta­men­to pequeño en Sausal­i­to, cer­ca del local de jazz al que fuimos cuan­do estu­viste con­mi­go. Me hacía fal­ta algo nue­vo, algo limpio jun­to al recuer­do de aque­l­la noche. Durante estos meses he inten­ta­do revis­ar mi vida, mis rela­ciones ante­ri­ores, mis com­por­tamien­tos, mis com­ple­jos… Supon­go que  tiene que ver con la infan­cia, con mi madre y mi padras­tro. O sim­ple­mente con mi for­ma de ser. Yo me creía un tipo duro, Ana, pero lo de Julia y mi her­mana me demostró que seguía sien­do un niño lleno de miedos. Y no supe ges­tionar mi vida. Sim­ple­mente huí. Ten­go que cam­biar muchas cosas y lo estoy inten­ta­do, con ayu­da. Quiero ser más fuerte, más con­fi­a­do, más yo. Quiero dejar de cor­rer hacia ningún sitio. Nece­si­to un cable a tier­ra. Y… buf… eso es todo.

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Fotografía de Noe­mi Martin

Escu­cho a Jai y no sé muy bien que decir­le. Me sor­prende y me con­quista con cada gota de sen­cillez. Mi corazón con­sta­ta que sigue enam­ora­do. Aún más. Creo que en el fon­do, sabía que volvería a encon­trar­le aunque no me imag­in­a­ba que por muy mág­i­ca que fuera esta noche, ocur­riría hoy.

-Me gus­ta oírte, pequeño Jai. Te pre­fiero así, más humano, más vul­ner­a­ble. Ya estoy har­ta de super­héroes y valientes. Además, con mi his­to­r­i­al no soy la más indi­ca­da para pedir cordura.

Nos reí­mos, nos tocamos, y volve­mos a brindar:  –¡Por las inse­guri­dades y la frag­ili­dad, para que no nos vis­iten demasi­a­do a menudo! Jun­ta­mos nues­tras copas y le doy un beso arrebata­do. Le muer­do los labios con ganas aplazadas. Me da igual que nos miren. No me impor­ta haber pen­sa­do cin­co min­u­tos antes que iba a ir despa­cio. Vivan las con­tradic­ciones. Mi Jai se merece que pise el acel­er­ador un momen­to. Y yo más.

-Una cosa. Cuén­tame cómo lle­gaste aquí, jus­to esta noche.

-Pues…bueno, Ana. Es gra­cioso. Yo pens­a­ba volver a comien­zo del ver­a­no pero ten­go que con­fe­sar que los detalles se lo debes a tu ami­go Mar­cos. Hace tres meses publiqué el libro que esta­ba escri­bi­en­do en Tener­ife cuan­do nos conoci­mos. ¿Recuer­das que era sobre los via­jes que hice durante los dos años sigu­ientes a mi mar­cha de San Fran­cis­co? Lo tit­ulé “Antes de Ana”. Pues bien, Mar­cos lo com­pró por Inter­net y me mandó un mail a la direc­ción que venía en la con­tra­por­ta­da. Me dijo que conocía a la mar­avil­losa Ana del títu­lo. Que era un tío afor­tu­na­do y que no fuera ton­to. Y bueno, así empezó nue­stro inter­cam­bio de corre­os has­ta esta noche.

-Oh, ese Mar­cos entrometi­do. Buscán­dote en las redes. Será celesti­na… Voy a acabar con él….a abrazos.

Nos reí­mos de nue­vo. Miro hacia la mesa de Nora y veo que Mar­cos le aca­ba de espetar un besazo a mi ami­ga del alma. Pero bueno, ¿todo va a pasar en San Juan?

Volve­mos a cen­trarnos en nosotros. Jai me revuelve el pelo y yo le apri­eto el hoyue­lo de la bar­bi­l­la.  -¿Y aho­ra que hare­mos, queri­do? ¿O mañana se romperá el hechizo?

-Hare­mos lo que tú quieras Ana. Estoy en tus manos. No ten­go bil­lete de vuelta y te prome­to que no voy a com­prar­lo a escon­di­das esta noche. Además, Tener­ife es el mejor lugar del mun­do para escribir.

-Eso no lo dudo, Jai. Nece­si­tas quedarte un tiem­po en mi Isla. Creo que te hace fal­ta un poco de sol y de buen vino.

-Estoy seguro, Ana. El invier­no y la pri­mav­era en San Fran­cis­co han sido muy duros.

-En cuan­to a nosotros y si ‑como buen caballero que eres- me dejas decidir, con­fieso que lo que yo quiero aho­ra es que nos conoz­camos con cal­ma. No me hace fal­ta más sus­pense, ni más vér­ti­go. No quiero pelícu­las de Hitch­cok ni actua­ciones este­lares. Nece­si­to que esto sea real. Y si va bien, ya impro­vis­are­mos. ¿Te parece?

-Me parece un plan per­fec­to y voy a for­mar parte de él si me dejas. Deseo cono­certe de ver­dad. Saber cómo res­pi­ras, cómo te mueves, quiénes son tus ami­gos. Lo ten­go muy claro: quiero vivir en el plan­e­ta Ana. ¿Puedo pedirte el visa­do esta noche?

-Que­da ust­ed for­mal­mente invi­ta­do a mi plan­e­ta, Mr. Ack­er­man. Sel­l­aré su pas­aporte al volver a casa.

-¿Comen­zamos la his­to­ria en este pun­to, entonces, Ana?

-Comen­zamos la his­to­ria, Jai.

BSO Let’s do it Ella Fitzgerald

© 2016 Noe­mi Mar­tin. Todos los dere­chos reservados.

Vino para dos. Capítulo 21

Arde la noche, la luna y mi corazón pequeño. Que­mo recuer­dos que ya no encuen­tran espa­cio en mi cabeza recién estre­na­da. San Juan me lla­ma: vamos, Ana.

Bajo los escalones hacia la playa. Voy despa­cio, con mi vesti­do blan­co de tirantes y mis labios col­or fre­sa. Camino desnu­da de expec­ta­ti­vas y con algo de miedo en el fon­do de mi bol­si­to mági­co. Lo sacaré y lo lan­zaré entre las olas en cuan­to pue­da. Me aís­lo del rui­do, de la gente que ríe y baila. Sien­to mis lati­dos como pequeñas chis­pas azules. Gra­cias por seguir vivo, ami­go. Pens­a­ba que esta vez no podrías con­tar­lo y mírate: ahí estás, feliz y sano. Me quito las san­dalias mien­tras recor­ro la oril­la del mar a solas, en medio de otros pasos ajenos, antes de que llegue Nora. Este momen­to com­par­tido con descono­ci­dos es mío y me hace sen­tir una mujer valiente, una hechicera todopoderosa. Por fin he com­pren­di­do que la soledad es una bue­na ali­a­da. Me per­mite ser yo sin condi­men­tos, me deja res­pi­rar a mi rit­mo, cam­biar de estación sin pre­gun­tar a nadie. Es com­pre­si­va, gen­erosa, dulce.

Sue­na el telé­fono ‑como un des­per­ta­dor indis­cre­to- en medio de mi solil­o­quio. ‑Ana, te estoy vien­do jun­to a la oril­la. Estás muy gua­pa y muy bucóli­ca pero deja de soñar un rati­to y vente al quiosco del final de la playa a tomarte un vino con­mi­go. Nora me conoce muy bien.  Los pájaros de mi cabeza nun­ca dejan de aletear. Y esta noche son col­i­bríes que vue­lan sobre las hogueras. Sal­go de mi diál­o­go inte­ri­or y me pon­go en “modo exter­no” mien­tras son­río. Me gus­ta estar un poco loca, un poco en mi plan­e­ta. Es increíble pero no me había dado cuen­ta de que la are­na esta­ba tan llena de gente y de fogatas. Aho­ra, ya con­sciente, me cues­ta lle­gar a la bar­ra entre la mul­ti­tud. Cuan­do la alcan­zo, Nora me espera con mi copa en la mano. ‑No te que­jarás de que no te mimo, Ana. Hoy es tu día favorito y ten­emos que empezar a cel­e­brar­lo: un blan­co afru­ta­do para ti.

Las hogueras comien­zan a apa­garse tem­pra­no o quizá el tiem­po ha pasa­do en un instante. Lo cier­to es que cuan­do acabo el vino, ya he que­ma­do sin dra­mas el folio de penas que traía en el bol­so y voy lig­era camino de la fies­ta en “nues­tra ter­raza”. Cuan­do cru­zo la puer­ta de entra­da me cas­tañean los dientes, me arden las pes­tañas y el pul­so parece una mari­posa de col­ores. Respiro.  Menos mal que aho­ra soy una mujer sabia y esta noche no lle­vo tacones.

El local está reple­to. Parece más grande  que hace unos meses, cuan­do sólo lo habitábamos Jai, Ella Fitzger­ald y yo. O al menos eso me parecía. Aquí está nue­stro sitio, Ana, me dice Nora mien­tras señala una mesa para tres jun­to al mar. ‑Creo que sobra una sil­la. ¿O al final le dijiste lo de la cena a Car­men? Sabes que no me gus­ta demasi­a­do su energía pero bueno si a ti te cae bien, es cosa tuya. –Eyy, tran­quila, Ana, no cor­ras, me dice Nora miran­do hacia la puer­ta. Ten­emos un invi­ta­do de hon­or. Y creo que su energía es de las que te deslumbran.

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Fotografía de Noe­mi Martin

Cuan­do alzo los ojos hacia la entra­da, mi corazón da una vuelta y regre­sa a su sitio. Ahí está Mar­cos, con su son­risa de ore­ja a ore­ja. Cier­ta­mente, la visi­ta me emo­ciona y su energía me cau­ti­va. Viene direc­to hacia noso­tras y me da un abra­zo fuerte, de esos que te estru­jan has­ta el alma. –Tenía ganas de venir a Tener­ife y que mejor que en tu noche para hac­er­lo, Ani­ta. Por un segun­do, egoís­ta­mente pien­so en Jai. Me hubiera gus­ta­do que la sor­pre­sa hubiera sido él pero soy con­sciente de que es uno de mis  pen­samien­tos quiméri­cos. Eso sólo sería posi­ble es una pelícu­la román­ti­ca. Además, me encan­ta que Mar­cos haya venido a ver­nos esta noche. Nun­ca pen­sé quer­er tan­to a un ami­go en tan poco tiem­po. Con él con­fir­mo que la amis­tad es una for­ma de amor. Hay per­sonas que te fasci­nan en una sola con­ver­sación y a las que amas por lo que son y por la paz que te regalan en una mira­da. Sin más. Así que con Mar­cos en medio de noso­tras, cen­amos radi­antes aderezan­do la pas­ta con risas y con­fe­siones. Nos coge­mos de la mano, destru­imos  dog­mas y tiramos cre­dos por la bor­da.  El “trío Bak­er” vuelve a la car­ga aunque intuyo que entre Nora y Mar­cos sur­girá algo más que cama­radería. Y me gus­ta. Me gus­ta ese destel­lo de pasión que aso­ma en sus pupilas.

Después de com­par­tir propósi­tos veranie­gos y  un par de botel­las de vino vol­cáni­co, la lava empieza a calen­tar mis neu­ronas. Nece­si­to lev­an­tarme y tomar un poco de aire. –Ami­gos, aho­ra vuel­vo. Les dejo en la mejor com­pañía. Acalo­ra­da, cru­zo el local y llego has­ta una esquina escon­di­da des­de donde se ve el mar y se escucha la músi­ca. El rincón per­fec­to. Me apoyo en el bal­cón y sigo el rit­mo de las olas. Soy feliz: por fin me quiero. Y no es el efec­to del vino. Lo prometo.

De pron­to, en medio de mi eufo­ria par­tic­u­lar, comien­za a sonar la voz de Ella: “Love is here to stay”. Y can­ta para mí, lo sé. Sigo miran­do las olas, ensimis­ma­da. Se mueven a rit­mo de jazz. Parpadean, suben, bajan, chocan. Me gus­taría dan­zar con ellas, sen­tir­las en mi cuer­po. Vuel­ven los col­i­bríes a mis pen­samien­tos cuan­do perci­bo un olor famil­iar. Sán­da­lo, canela… Es imposi­ble, debo estar en mi plan­e­ta, como siem­pre. Despier­ta marcianita.

Pero no, no estoy en una nube, ni en las estrel­las. Estoy aquí en nues­tra ter­raza, la noche de San Juan. Jai me mira y me coge de la mano. Es real. Sus ojos son reales. Su olor es real. Y bail­am­os mien­tras Ella Fitzger­ald y el Atlán­ti­co nos acom­pañan. Y yo quiero llo­rar pero no me salen las lágri­mas porque estoy volan­do. Y si vue­lo no puedo llo­rar porque es imposi­ble sin gafas pro­tec­toras. Y no sé lo que pien­so, ni lo que digo, ni lo que sien­to. Aunque sé que es él. Y está aquí. Y me duele la boca del  estó­ma­go y me que­man los labios y el alma. Y soy aún más feliz que hace dos minutos.

Cuan­do ter­mi­na la can­ción y nos sep­a­ramos un momen­to, miro su cara y él sí está llo­ran­do. –Te he echa­do tan­to de menos, Ana. Yo me pel­liz­co los dedos y Jai sigue ahí, tan atrac­ti­vo como siem­pre, tan fuerte, tan  frágil, tan Jai. –Yo tam­bién he pen­sa­do mucho en ti, tan­to que he tenido que bor­rar todos mis pen­samien­tos viejos y mal­os para que cupieras en mi mente. Pero dime Jai: ¿Qué vas a hac­er ahora?

-Por lo pron­to, mirarte sin parar y tomarme una copa de mal­vasía. Vamos y te cuen­to. Vamos y me cuentas.

BSO Love Is Here To Stay de Ella Fitzgerald

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Vino para dos. Capítulo 16

Jai besa con dulzu­ra mis labios y oigo caer un ladrillo de mi mural­la. Luego lla­ma a un taxi que nos lle­va direc­to al 1085 de Mis­sion Street. Ha oscure­ci­do des­de que bajé a la calle y las luces de la ciu­dad gol­pean los cristales del coche. Me der­rum­bo sobre mis stilet­tos negros  pero quiero dis­fru­tar de mi primera y últi­ma noche en San Fran­cis­co. Como si mañana fuera a estrel­larme en el avión de regre­so a casa. Aho­ra me pre­gun­to si he hecho bien com­pran­do el bil­lete a Tener­ife. Soy un hám­ster dan­do vueltas en cír­cu­los. Una carpa roja en una pecera dora­da. Me ago­ta ser yo mis­ma y  escuchar mis inse­guri­dades. Y enci­ma, después de estar tocan­do la trompe­ta en la casa de Jai, vuel­ven a acosarme los pen­samien­tos sobre mi padre. Su necesi­dad de que siem­pre fuese la niña per­fec­ta me mar­t­i­riza y acom­ple­ja. Stop, stop, stop…Para, Ana.

El restau­rante Kuro­sawa está en una antigua acad­e­mia de idiomas. En la puer­ta de cristal nos recibe el chef que abraza a mi acom­pañante y me salu­da con ros­tro amable. Es un tipo curioso: un japonés altísi­mo vesti­do de samurái que, según me cuen­ta Jai,  dirige un pro­gra­ma de coci­na en la NBC y al que conoce des­de sus comien­zos. Después de entrar, cruzamos un pasil­lo estre­cho donde la gente cena sen­ta­da en pupitres negros ilu­mi­na­dos con velas y lleg­amos a una pequeña sali­ta apartada.

-Para ti el despa­cho del direc­tor, ami­go.  Te he echa­do de menos, le dice el japonés a Jai mien­tras nos aco­mo­da en una mesi­ta a ras del sue­lo. Luego enciende  una radio antigua donde sue­na Coltrane y prom­ete molestarnos sólo para traer el vino y el menú degustación.

Con una copa en la mano derecha  y los palil­los en la izquier­da, pasa­dos veinte min­u­tos, asalto a mi amer­i­cano insond­able. Ten­go las armas ade­cuadas. Un tar­tar de atún picante y unos makis de foie nos con­tem­plan expec­tantes. Él me está hablan­do entu­si­as­ma­do de las bode­gas de su padras­tro en Napa y yo le inter­rumpo con ojos de sashi­mi: crudos y fríos. -¿Tú me quieres?

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Fotografía de Noe­mi Martin.

Jai me mira sor­pren­di­do y deja el vino sobre la mesa. Sus­pi­ra. — ¿Te acuer­das de lo primero que te dije cuan­do nos conoci­mos, Ana? Yo me que­do calla­da. Ese día esta­ba tan nerviosa que no oí sus pal­abras. ‑Yo lo recuer­do per­fec­ta­mente,  añade: “Me he toma­do la lib­er­tad de pedir la cena. Después de catorce sem­anas mirán­dote a escon­di­das mien­tras comes y sueñas, creo que sé lo que te gus­ta”. Son­río nerviosa con su respues­ta y él coge mi mano. ‑Pues sí, Ana. Tú pens­abas que ibas a verme a mí y yo esper­a­ba cada viernes para encon­trarte en la dis­tan­cia, como un náufra­go divisan­do un faro entre la cal­i­ma. Y te observ­a­ba con tu copa como un cachor­ro inde­fen­so. Tan inde­fen­so como yo, Jai el valiente. Y, ¿sabes una cosa?: “Quería con­ver­tirme en que­so para ser devo­ra­do con avidez y desea­ba ser vino para deslizarme por tu boca. Y colarme en tu inte­ri­or y ver qué pens­abas y cómo sen­tías. Y tan­tos y…”

No puedo evi­tar­lo. Estoy tem­b­lan­do y lloro. Los suyos son mis pen­samien­tos cuan­do le observ­a­ba a través de la cristalera nue­stros viernes jun­to al Atlán­ti­co. Mis lágri­mas no son gotas  finas. Son cuar­zos sin labrar a la deri­va que caen estru­en­dosos sobre la mesa de bam­bú. Lloro de feli­ci­dad, de incredul­i­dad, de estu­pid­ez.  Lloro y Jai pone su copa bajo mis ojos, son­rien­do con los suyos: — “agua de llu­via, mal­vasía puro. Pues claro que te quiero”.

Cuan­do ter­mi­namos de cenar, nos des­ped­i­mos del “chef samurái”  y tomamos un taxi hacia Sausal­i­to, una población al otro lado del Gold­en Gate. Vamos a un concier­to de jazz en uno de los  locales donde solía actu­ar Clau­dia. Por el camino, Jai me susurra al oído que después de tan­to tiem­po se siente fuerte, que con­mi­go a su lado se atreve a todo. Que ya no tiene que aparentar lo que no es. Mien­tras él se con­fiesa sin reser­vas, yo me sien­to una men­tirosa patética.

La noche es pre­ciosa y el Puente parece un braza­lete de oro sobre la Bahía. Hace tiem­po que no veo una ima­gen tan boni­ta. El bar de Sausal­i­to está lleno pero podemos entrar sin prob­le­mas. Jai conoce a todo el mun­do y todos se sor­pren­den grata­mente al encon­trar­le de nue­vo en la ciu­dad. Le veo feliz.

Después de pasar por la bar­ra, nos sen­ta­mos jun­to al esce­nario. Hay dos tabu­retes libres para nosotros. Un grupo ver­siona “Sum­mer­time”. La voz de la can­tante se parece muchísi­mo a la de Sarah Vaugh­an y me emo­ciono. Jai me abraza. Sien­to su olor y sus manos fuertes cuidán­dome. Tal vez sea cier­to que me ama. Yo aún no le he dicho que mañana regre­so a Tener­ife porque, una vez más, sen­tí  que perdía  el con­trol de mi vida y tuve miedo. Vuel­vo a casa porque soy una estúp­i­da. Me voy porque sigo sin creer que un hom­bre como Jai pue­da estar enam­ora­do de mí y no quiero sufrir. Esta his­to­ria tiene que empezar o acabar ya.

BSO : Sum­mer­time por Sarah Vaughan

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Vino para dos. Capítulo 15

Estoy marea­da. Demasi­a­do vino en  vena.  A pesar de  todo, mi plan sigue en pie: en mayús­cu­las y con letra “Times New Roman”. Sin con­ce­siones, sin col­or azul nube, sin “Com­ic Sans” que valga.

Una estro­fa de Bob Dylan se escribe en mi cere­bro de lado a lado: “¿Pero tú me quieres o sólo esperas que me vaya bien? ¿is your love in vane?” Jai  ten­drá que respon­derme si los días que hemos pasa­do jun­tos han sido en vano o habrá segun­da parte. Supon­go que estas cosas jamás deben pre­gun­tarse a que­mar­ropa. Que hay que esper­ar a que el pro­tag­o­nista mas­culi­no con­fiese que te ama como en cualquier pelícu­la román­ti­ca que se pre­cie. Y luego esbozar un tími­do “yo tam­bién” con son­risa tur­ba­da y ojos vac­ilantes. Pero, no. Mis his­to­rias siem­pre aca­ban mal y es hora de cam­biar el argumento.

Camino por el aparta­men­to sin rum­bo fijo. Olfa­teo. Escu­d­riño. Paso de no quer­er ver nada de lo que me rodea a trans­for­marme en el detec­tive Fer­gus­son en Vér­ti­go. Al final del salón hay unas escaleras a la parte alta. El dúplex es inmen­so. Cua­tro habita­ciones, dos baños, la sala y una coci­na roja con enormes ven­tanales. Tam­bién una ter­raza gigante en la segun­da plan­ta jun­to a una bib­liote­ca en la que, además de un mon­tón de libros antigu­os, encuen­tro una Bach Stradi­var­ius como la que me regaló mi padre cuan­do era niña. Me acer­co a la trompe­ta y la tomo en mis manos. La acari­cio emo­ciona­da mien­tras se con­vierte en mi Jai de bronce. Hace sem­anas que no prac­ti­co y lo noto porque mi fuerza no es la mis­ma de siem­pre. Sin embar­go, a pesar de estar cansa­da, inhalo, sop­lo y me inun­da un alien­to descono­ci­do que me lle­va volan­do has­ta el plan­e­ta Ana. Ya en tier­ra, me rela­jo y son­río men­tal­mente mien­tras toco “I fall in love too eas­i­ly”. Y es cier­to: me enam­oro demasi­a­do fácil­mente. Pero esta vez con razón. Es sen­cil­lo enam­orarse del frágil y férreo Jai.

Estoy inm­er­sa en el sonido de la trompe­ta y puedo aspi­rar el aro­ma de las notas que va for­jan­do. Hue­len a vida. Tam­bién a nos­tal­gia. De repente, noto una mano sobre mi hom­bro y me sobre­co­jo. Me doy la vuelta y es él que me mira con ojos húme­dos y después me besa el cuel­lo, rozán­do­lo con sus dedos fuertes y erizán­dome la piel has­ta el límite, como siempre.

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Fotografía de Noe­mi Martin

-Clau­dia está bien, me dice. Está con­sciente y se recu­per­ará sin secue­las. El acci­dente de moto fue menos grave de lo que me había con­ta­do Julia. Y estoy feliz porque hemos habla­do con cal­ma y he recu­per­a­do a mi her­mana. No quiero más dis­cu­siones. Sólo deseo aprovechar cada momen­to sin ren­cor y sin pen­sar en el pasa­do. Y eso, aunque no lo creas, Ana, te lo debo. A ti, a tu risa y a sol que llevas den­tro. A pesar de que no te des cuen­ta y te sien­tas “la mujer invis­i­ble”. Así que para com­pen­sarte te invi­to a cenar. San Fran­cis­co nos espera, nena.

Mien­tras Jai lla­ma y reser­va mesa en el japonés de moda de Mis­sion, yo, muy apropi­a­da para el esce­nario que me aguar­da, estreno el vesti­do ori­en­tal que acabo de com­prarme. Parece que es capaz de leer mi mente. Cuan­do sal­go del baño dis­traí­da nos tropezamos en la entra­da del salón. Él se ha cam­bi­a­do de ropa y se ha puesto un per­fume dis­tin­to. Me encan­ta el sán­da­lo. Lle­va una camisa blan­ca impeca­ble, igual a la que tenía en nues­tra primera cita en Tener­ife. Mis pier­nas tiem­blan sobre los tacones. Mare­mo­to Jai. Aler­ta máx­i­ma. Él me mira de arri­ba a aba­jo y me guiña el ojo: ‑Estás guapísi­ma, Ana. ¿Quizá podríamos dejar el sushi para mañana?

Yo le respon­do mien­tras pien­so que mañana no cenare­mos jun­tos porque regre­so a casa y no hay vuelta atrás: ‑Mejor esta noche, Jai. Me apetece que me enseñes la ciu­dad y ver el Gold­en Gate bajo la luna.

BSO: I Fall in Love Too Eas­i­ly (Miles Davis)

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Santiago y Paula

San­ti­a­go de Chile es Paula, mi ami­ga: “pequeña criatu­ra” que me regaló inter­net. Vein­teañeras descono­ci­das chate­an­do en el foro del can­tau­tor Ismael Ser­ra­no, una a cada lado del mun­do. Con­fe­siones en horar­ios diver­gentes: ilu­siones y desen­gaños. Chile-Tener­ife. San­ta Cruz-San­ti­a­go. Seseo dichoso. Secre­tos y sueños y Bergia ento­nan­do  “Kilómetro cero”.

Lo prome­ti­mos. Pájaros en la cabeza y san­gre en las manos: vir­tu­al mis­tu­ra. Abrazarnos en direc­to. Sin cables ni tiem­po. Car­retear La Mon­e­da. La Casa en el Aire y un brindis con pis­co. Soltar lo que queda.

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La Casa en el Aire. Fotografía de Noe­mi Martin

Y pasan los años. Los veinte, los trein­ta. Los sueños se cumplen. Aviones que lle­gan con ver­sos y besos. Neru­da y Macha­do. Allende velando. Noso­tras can­tan­do: “gra­cias a la vida que me ha dado tanto”.

Lo prome­ti­mos, ami­ga. Sen­tarnos en casa. Mág­i­ca famil­ia, la mía chile­na. His­to­rias de antaño con vino del bueno. Y Lola, Guiller­mo, Belén y Marcela. Guarda­dos en mi alma. Ven­tanas abiertas.

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Mon­u­men­to a Sal­vador Allende. Fotografía de Noe­mi Martin

Lo prome­ti­mos. Malde­cir a los dic­ta­dores con Ser­ra­no y sus can­ciones. Core­ar “Vine del Norte”. Cam­i­nar el Museo de la Memo­ria. Desmemo­ri­arnos, reír, llo­rar. Nave­g­ar “La Chas­cona”, casa encan­ta­da de Neru­da: bar­co de lunas y flo­res. Y el Maipo de fon­do, los Andes neva­dos y ese sen­tir hondo.

Lo prome­ti­mos. San­ti­a­go: ter­re­mo­to de car­iño gra­do nueve. Cer­ro San Cristóbal y cal­do caliente. Plaza de Armas y amores. Mer­ca­dos y empanadil­las. El Bar­rio Las­tar­ria, las fies­tas, las alas, la luna, la gente. Mi Paula en el metro plane­an­do huidas, recitan­do trovas,  siem­pre sonriente.

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Fotografía de Noe­mi Martin

Lo prome­ti­mos, pequeña. Y en San­ti­a­go quedan “Paraí­sos desier­tos” car­ga­dos de his­to­ria, car­ga­dos de tiem­po. Con Jara y Aman­da, Mis­tral y Huido­bro. Con recuer­dos tier­nos, concier­tos pen­di­entes y la amis­tad al hombro.

Lo prome­ti­mos, chile­na. Sucede que a veces la vida es un vue­lo, los sueños se cumplen y “Lunia” te espera.

BSO: Vine del Norte  de  Ismael Serrano

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Vino para dos. Capítulo 13

Cin­co segun­dos de silen­cio. Escán­er mutuo.

Ella con un vesti­do negro ajus­ta­do y tacones “Empire State”. Labios rojos, cabel­lo rubio per­fec­to y bol­so de Chanel: por­ta­da del “Vogue”.

Yo lucien­do una man­ta de cuadros esco­ce­ses adereza­da con una camise­ta de Jai, cal­cetines de deporte y pelo revuel­to. Restos de crois­sant en la comisura de los labios: papel de per­iódi­co arrugado.

Mien­tras las miradas se cruzan en asalto de sables, en mi cabeza sue­na la ban­da sono­ra de Vér­ti­go. Pura intu­ición. Aplau­sos, por favor. Nece­si­to alien­to para pro­tag­oni­zar esta escena.

-¿Y tú quién eres? Tienes una pin­ta hor­ri­ble, me dice Julia.

Inglés amer­i­cano, caí­da de pes­tañas. Des­dén agre­si­vo y cara de repul­sión. Los idiomas no son mi fuerte pero puedo enten­der­la perfectamente.

-Soy una ami­ga de Jai. ¿Quién eres tú?.

Lo sé, por supuesto. Pero en este instante saco mi osadía a flote. Nor­mal­mente habi­ta dormi­da en lo más pro­fun­do de mi océano par­tic­u­lar pero en casos extremos sale a la super­fi­cie a modo de salvavidas.

Ella me mira orgul­losa, despec­ti­va, humil­lante, fría, sober­bia y todo el saco de sinón­i­mos del dic­cionario: “No sé qué haces aquí, niña. I´m his wife”. Esto últi­mo tam­bién puedo tra­ducir­lo inmedi­ata­mente: “Soy su esposa”.

De repente un tablero de aje­drez se cuela en mi cabeza. Fog­o­na­zos en blan­co y negro. Julia se erige en la reina. Yo soy un sim­ple peón. El rey, en el hos­pi­tal, vis­i­tan­do al cabal­lo des­bo­ca­do. No pien­so jugar la par­ti­da. Como una torre de marfil me ele­vo alti­va: ‑Sí, lo eres.  Pero, por lo que me han con­ta­do, sólo has­ta que Jai arregle los pape­les del divor­cio. Por cier­to, cuan­do bajes las escaleras, ten cuida­do con los tacones. No te vayas a torcer un tobil­lo, querida.

Cier­ro la puer­ta de golpe. Imag­i­no a Scar­lett O’Hara  en  “Lo que el vien­to se llevó” hacien­do lo mis­mo. Por primera vez en mi vida me sien­to una autén­ti­ca diva del celu­loide y me río. Estoy tem­b­lan­do. Luego me aso­mo por la mir­il­la. La reina del Vogue saca su telé­fono rosa y hace una lla­ma­da que no recibe respues­ta. Después otra y otra. Está unos min­u­tos ron­dan­do mi madriguera y al final se mar­cha. Ella y su cara de odio. Como una loba enferma.

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Fotografía de Noe­mi Martin

Reflex­iono sobre mi inter­pretación y camino has­ta la coci­na sil­ban­do. Me sir­vo una copa de vino cal­i­for­ni­ano de la botel­la que había abier­to Jai y eli­jo a Nina Simone para brindar con ella en este momen­to de éxta­sis supre­mo. Sue­na en mi móvil “The oth­er woman”: La otra mujer. Soy inmen­sa­mente feliz durante unos segundos.

Al ter­mi­nar la can­ción, descen­so a toda veloci­dad en mi mon­taña rusa emo­cional. Loop­ing sin cin­turón de seguri­dad y rompo a llo­rar estru­en­dosa­mente. No sé que estoy hacien­do en San Fran­cis­co con un tipo que ni siquiera me ha dicho “te quiero”. Tal vez es pron­to pero lo nece­si­to. Me estoy volvien­do loca, supongo.

Las lágri­mas res­bal­an por mi ros­tro y caen sobre la man­ta. Gotas gigantes post-adren­a­li­na. Me sien­to sola y empiezo a pen­sar si volver a Tener­ife sería una opción mejor que esper­ar a que Jai Ack­er­man resuel­va su vida y deci­da si for­mo parte de ella. Ten­go miedo de que me haya men­ti­do. Me ater­ror­iza hundirme en el mar.

En ese momen­to recuer­do los viernes en los que acud­ía sin fal­ta a nue­stro restau­rante jun­to al Atlán­ti­co para ver­le cenar des­de la dis­tan­cia. Me sen­tía sat­is­fecha sim­ple­mente con obser­var al actor descono­ci­do con su copa en la mano. Aho­ra he per­di­do la noción del tiem­po y la per­spec­ti­va. ¿Qué estoy hacien­do en esta casa en medio de todos estos per­son­ajes extraños?

Sigue con­mi­go Nina Simone: inten­sa y vul­ner­a­ble. Cojo el telé­fono y empiezo a mirar vue­los de vuelta a España. Quizá pue­da regre­sar aho­ra mis­mo a casa.

BSO:  The oth­er woman de Nina Simone

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