¿Cuidamos de Santa Cruz de Tenerife?

Des­de hace algunos años ten­go un sueño. Me encan­taría que mi ciu­dad, San­ta Cruz de Tener­ife, se con­virtiera en una de las más limpias y sostenibles del plan­e­ta. Quizá es una de mis tan­tas ideas desca­bel­ladas pero estoy segu­ra de que no es un imposi­ble. Si Hon­olu­lu en Hawái  lo ha con­segui­do, mi fan­tás­ti­ca ciu­dad y sus habi­tantes tam­bién son capaces.

Cuan­do paseo por sus calles y bar­rios los visu­al­i­zo impo­lu­tos como las avenidas de Sin­ga­pur y Ade­lai­da, donde casi podrías com­er sobre la acera. Tam­bién ideo sis­temas para que el aire que res­pi­ramos sea tan puro como el de las Mon­tañas Rocosas y dis­eño men­tal­mente inmen­sos y salud­ables espa­cios verdes. Has­ta ten­go prepara­da una tari­ma imag­i­nar­ia para insta­lar­la en el Par­que Gar­cía Sanabria, al esti­lo de Hyde Park,  para que los transeúntes puedan impro­vis­ar dis­cur­sos a media tarde. Sería genial poder escuchar a nue­stros veci­nos con­tar sus propuestas.

Parque García Sanabria

Par­que Gar­cía Sanabria

 

A veces, mien­tras recor­ro la Aveni­da de Ana­ga,  me des­cubro plan­i­f­i­can­do el trá­fi­co: más pier­nas y menos ruedas, ami­gos. ¿De ver­dad nece­si­ta­mos ir al gim­na­sio en coche para luego hac­er una hora de cin­ta? En otras oca­siones, sobre todo cuan­do bajo las bol­sas de basura,  inven­to cam­pañas de reci­cla­je con el anh­elo de que llegue­mos a ser como San Fran­cis­co y sus ciu­dadanos, los más con­cien­ci­a­dos del mun­do en la sep­a­ración de resid­u­os. Tam­bién, ¿cómo no? inge­nio fór­mu­las para con­ver­tirnos en una “ciu­dad slow” donde el con­sumo may­ori­tario sea el de pro­duc­tos de cer­canía o kilómetro cero y donde nos tomem­os la vida más pausadamente.

La cam­paña que aca­ba de lan­zar el Ayun­tamien­to de San­ta Cruz me gus­ta. Es sen­cil­la pero clara:  tu ciu­dad, tu casa. ¿La cuidamos jun­tos? La con­cien­cia ciu­dadana es sin duda el arma más potente para con­seguir que el lugar que habita­mos sea cada día más bril­lante y más vivo. Además, están las “mul­tas grandes para pequeñas fal­tas”, como hacen en Cal­gary y con las que estoy abso­lu­ta­mente de acuer­do, pero bueno podríamos empezar por ilu­sion­arnos con mimar nue­stro entorno, ¿no?  Es más boni­to. Y más poético.

Ten­emos la suerte de habitar una ciu­dad pre­ciosa y hos­pi­ta­lar­ia den­tro de una isla mar­avil­losa. La cal­i­dad de vida, el cli­ma y el mar nos acom­pañan cada día. ¿Qué tal si nos com­pro­m­e­te­mos un poquito para que vivir y vis­i­tar San­ta Cruz sea una expe­ri­en­cia aún más hedonista?

© 2019 Noe­mi Mar­tin. All rights reserved

 

 

El Hierro: te mereces esta Isla

En medio del Océano Atlán­ti­co hay una isla, o mejor, un con­ti­nente pequeñi­to dónde la paz se viste de azul. Este reduc­to divi­no ale­ja­do de la urgen­cia y los rui­dos se lla­ma El Hier­ro y es la menor de las Canarias. 
 
El Hier­ro, Reser­va de la Bios­fera y Geop­ar­que, es por méri­to pro­pio, sinón­i­mo de paz y sosiego. Algo así como un monas­te­rio gigante con aguas cristali­nas donde el buceo se con­vierte en arte, cie­los níti­dos para hac­er para­pente, cum­bres donde res­pi­rar aire limpio, vinos deli­ciosos y un que­so ahu­ma­do espec­tac­u­lar. Así que si estás ago­ta­do y nece­si­tas un retiro urgente, olvi­da los can­tos gre­go­ri­anos. Tienes una opción mucho más diver­ti­da, com­ple­ta y vol­cáni­ca en el Archip­iéla­go Canario. Por mar y aire, el paraí­so está a tu dis­posi­ción. Aquí tienes un boce­to. Ven y pin­ta el resto. 
 
El Hierro. Fotografía de Noemi Martin

Embar­cadero de las Pun­tas. Fotografía de Noe­mi Martin

 
Valverde, El Pinar y La Fron­tera son los tres munici­p­ios que con­for­man la orga­ni­zación de El Hier­ro. En el primero se sitúa la cap­i­tal de la Isla, el Puer­to de la Esta­ca y el aerop­uer­to. Además,  un orig­i­nal pueblo pes­quero donde ini­ciar tus cha­pu­zones insu­lares, el Tamaduste. 
 
El Tamaduste. Fotografía de Noemi Martin

El Tamaduste. Fotografía de Noe­mi Martin

 

Tam­bién en el munici­pio de Valverde, es impre­scindible tomar un café o dis­fru­tar de una estu­pen­da cena en el Mirador de la Peña, obra del famoso arqui­tec­to canario César Man­rique y un prodi­gio de inte­gración de arqui­tec­tura y nat­u­raleza. Des­de su ter­raza, podrás divis­ar la cos­ta isleña y los Roques de Salmor, san­tu­ario de los lagar­tos gigantes de la Isla, especie en peli­gro de extinción. 
 
Mirador obra de César Manrique

Vista des­de el Mirador de la Peña obra de César Man­rique. Fotografía de Noe­mi Martin

 
Des­de aquí,  muy cer­ca, un lugar real­mente mági­co. Leyen­da, tradi­ción y poesía cuel­gan de las ramas del míti­co Árbol Garoé, un til (no tilo) encar­ga­do de atraer la llu­via y abaste­cer de agua a la Isla durante sig­los. Hoy en su lugar y después de su desapari­ción por cul­pa de un huracán, encon­tramos un árbol de su mis­ma especie. No dejes de vis­i­tar­lo porque el sitio, car­ga­do de energía ances­tral, sigue sien­do fascinante.
 
Árbol Garoé

Árbol Garoé. Fotografía de Noe­mi Martin

 

Al Norte de la Isla, recorre el munici­pio de La Fron­tera. En los alrede­dores de esta ani­ma­da local­i­dad encon­trarás lugares inolvid­ables como el Char­co Azul, las pisci­nas nat­u­rales de las Mac­etas o el Lagar­tario del Eco­museo de Guinea. Tam­bién las famosas sabi­nas mile­nar­ias, árboles de for­mas dis­pares mold­ea­d­os con gra­cia  al capri­cho de los vien­tos ali­sios. Si además, pasas un domin­go por el pueblo, aprovecha para com­prar que­sadil­las –el dulce a base de que­so típi­co de la Isla‑, mer­me­ladas  y fru­ta ecológ­i­ca en el mer­cadil­lo mañanero. Tam­bién, cómo no, tómate unos vinos en alguno de los restau­rantes y tas­cas de la zona. El Hier­ro ofrece cal­dos deli­ciosos, pro­duc­to de una tradi­ción fun­da­men­tal en la economía de la Isla que se remon­ta al siglo XVI cuan­do el inglés John Hill plan­tó el primer viñe­do en tier­ra her­reña. Dis­fru­ta de los blan­cos sec­os y afru­ta­dos, de los tin­tos potentes y de los amables vinos dul­ces.  

 
Tanajara 2010 vino tinto de El Hierro

Tana­jara 2010 vino tin­to de El Hier­ro. Fotografía de Noe­mi Martin

   
En El Pinar, el ter­cer munici­pio de El Hier­ro, es visi­ta fun­da­men­tal un pun­to de rel­e­van­cia históri­ca y geográ­fi­ca: el Faro de Orchilla, recogi­do por la car­tografía en una esquina de La Tier­ra des­de la época de Clau­dio Ptolomeo. Tam­bién los france­ses establecieron el merid­i­ano cero en dicha pun­ta en 1634, antes de que a par­tir de 1884 lo fuera Green­wich. De ahí que El Hier­ro ‑el extremo más occi­den­tal del mun­do has­ta el des­cubrim­ien­to de Améri­ca-  sea cono­ci­da tam­bién como la Isla del Merid­i­ano. Además, como dato curioso, El Pinar es el munici­pio más ale­ja­do de la cap­i­tal del país de la que dista 1.916 km en línea rec­ta.
        
Faro de Orchilla

Faro de Orchilla. Fotografía de Noe­mi Martin

 
Para los amantes de los fon­dos mari­nos, un lugar para archivar en la reti­na es el cono­ci­do como Mar de las Cal­mas en La Restin­ga: fon­dos níti­dos con una increíble bio­di­ver­si­dad donde en 2011 un vol­cán sub­mari­no, el Tagoro,  estu­vo acti­vo durante casi tres meses. Para los de tier­ra aden­tro, este pequeño pueblo es un buen enclave para sabore­ar la cal­ma her­reña con un pesca­di­to y una copa de vino a la oril­la del mar. De entrante o postre un tro­zo del que­so de cabra ecológi­co Los Bar­ran­cos, del famoso Her­reño o del Cam­pos Viejos,  nue­stros favoritos. 
 
Queso de cabra ecológico elaborado con leche cruda.

Que­so de cabra tier­no ecológi­co. Elab­o­ra­do con leche cru­da, de la minique­sería El Barranco

 

Tam­bién en La Restin­ga, den­tro de El Pinar, aprovecha y dis­fru­ta de un baño al abri­go de la lava en las pisci­nas nat­u­rales de Tacorón. No podrás bor­rar de tus recuer­dos via­jeros la pues­ta de sol entre vol­canes y agua transparente. 

 
Piscinas naturales de Tacorón

Pisci­nas nat­u­rales de Tacorón. Fotografía de Noe­mi Martin

 

Para alo­jarte, tienes numerosas casitas rurales dis­per­sas por la Isla. Algu­nas, como la pre­ciosa Agua Nue­va, admiten mas­co­tas. Tam­bién puedes alo­jarte en el deli­cioso Parador de El Hier­ro, a pie de playa o en el bal­n­eario Pozo de la Salud donde con sus aguas minero-med­i­c­i­nales sal­drás como nue­vo. El hotel Pun­ta Grande, cono­ci­do como el hotel más pequeño del mun­do por haber apare­ci­do en el Libro Guin­ness como tal en 1989, es un establec­imien­to emblemáti­co situ­a­do en un entorno de cuen­to: el embar­cadero de las Pun­tas.       
 
Hotel Punta Grande.

Hotel Pun­ta Grande. Fotografía de Noe­mi Martin

 
Aunque no seas creyente, no te march­es de esta encan­ta­do­ra Isla sin vis­i­tar la ermi­ta de la Vir­gen de los Reyes. Cada cua­tro años, en 2017 ha toca­do, la ima­gen sale del san­tu­ario en el Par­que Nat­ur­al de la Dehe­sa y recorre los pueb­los de la Isla acom­paña­da de sus bailar­ines, al son de chá­caras (cas­tañue­las) y tam­bores. Cuen­ta la his­to­ria que en 1546 un bar­co que se dirigía hacia Améri­ca pasó jun­to a las costas isleñas quedan­do vara­do en el Mar de las Cal­mas. Cuan­do los ali­men­tos se ter­mi­naron, los pas­tores de El Hier­ro surtieron de víveres a los marineros que a cam­bio entre­garon, en agradec­imien­to, una ima­gen de la Vir­gen María. En ese momen­to, dice la leyen­da, una suave brisa comen­zó a sopar y el bar­co pudo ale­jarse camino al Nue­vo Mundo.
Ermita de Nuestra Señora de los Reyes

Ermi­ta de Nues­tra Seño­ra de los Reyes. Fotografía de Noe­mi Martin

 

Que­da claro que El Hier­ro por su his­to­ria y sus paisajes es una isla mila­grosa, sobre todo si nece­si­tas car­gar tu batería vital. Así que, no te lo piens­es y aprovecha su alquimia disponible en cualquier época  del año: des­cansa, toma sol, escucha el silen­cio, mira las estrel­las, pasea por sus montes, come bien, vive…
Sé feliz. Te mere­ces esta Isla.
© 2017 Noe­mi Mar­tin. All rights reserved.
 

Matías i Torres. El vino volcánico de una mujer valiente

Cer­ca del mar y ape­ga­do a la tier­ra. Al amparo de vol­canes y  pino canario. Así, entre cepas vie­jas, crece el vino de una mujer valiente: el vino “Matías i Tor­res”. Vic­to­ria, la quin­ta gen­eración de esta famil­ia amante de los viñe­dos, es cál­i­da, humilde y cer­cana. Como su son­risa fran­ca. Habla con emo­ción del vino, de defend­er las pequeñas cosas, de man­ten­er con­tra vien­tos, tem­pes­tades y algún que otro incen­dio mal­va­do, la tradi­ción y la esen­cia. Vic­to­ria se man­cha las manos y se que­ma bajo el sol atlán­ti­co. No es fácil para una mujer joven apos­tar por un ofi­cio tan com­ple­jo en una isla pequeña. Y sobre todo hac­er­lo bien. Porque el vino de “Matías i Tor­res” atra­pa y embe­le­sa. Por eso, y aunque la pro­duc­ción es lim­i­ta­da, se bebe en Esta­dos Unidos, Ale­ma­nia, Fran­cia o Japón. Tam­bién en lugares míti­cos como el Celler de Can Roca, entre muchos otros.

Listán Prieto de Bodega Matías i Torres. Fotografía de Noemi Martin

Como en todo lo impor­tante, el secre­to es pon­er el alma y dejar­la en cada sur­co, en cada vendimia, en cada poda. Este vino tiene cuer­po. Y cara de una artista esperan­do llu­via. Tam­bién espíritu canario: el del her­moso munici­pio de Fuen­caliente, en el sur de la isla de La Pal­ma. Es ele­gante, sutil y orig­i­nal. Joven y car­ga­do de his­to­ria, la de una de las bode­gas más antiguas de Canarias, fun­da­da en 1885.

Mal­vasía aromáti­ca, diego o bujariego cen­te­nario, albil­lo criol­lo, listán pri­eto, negramoll: uvas sin­gu­lares que duer­men en tone­les de roble y cas­taño jun­to a dos pre­ciosos lagares de madera de tea: la pren­sa tradi­cional de ori­gen romano usa­da en el Archip­iéla­go y que aún emplea Vic­to­ria en sus vinos úni­cos mien­tras escucha a Nina Simone o Abbey Lincoln.

Vinos atlán­ti­cos, musi­cales, vol­cáni­cos. Vinos femeni­nos y osa­dos. Vinos sin sexo. Vinos arte­sanales y deli­ciosos. Vinos isleños e inter­na­cionales. Vinos, siem­pre vinos. Y hechos con el alma.

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Comer entre sal y volcanes

El Jardín de la Sal es un lugar úni­co en el plan­e­ta. Puedo afir­mar­lo sin miedo a equiv­o­carme. Por un lado, las sali­nas de Fuen­caliente: donde el mar deja su alma y su esen­cia. Por otro, los vol­canes Teneguía y San Anto­nio y los ecos de sus lamen­tos en for­ma de lava. Más allá, entre el basalto, dos faros expectantes.

salinas marinas

Sali­nas mari­nas de Fuen­caliente. Fotografía de Noe­mi Martin

Via­jamos a la isla de La Pal­ma y los esce­nar­ios mar­avil­losos se super­po­nen como los sabrosos platos que se preparan en este restau­rante inau­gu­ra­do en el año 2013 en el munici­pio vitiv­iní­co­la de Fuen­caliente. En su menú podrás encon­trar platos como el pulpo brasea­do con papas arru­gadas, que­so arte­sano con mojo, lan­gosti­nos a la sal, ensal­adas con pro­duc­tos de cer­canía, pesca­do del día y un sin­fín de deli­cias con aro­ma a océano y coci­na canaria. Recuer­da además que la sal, ele­men­to esen­cial del paisaje, tam­bién for­mará parte de tu mesa y podrás degus­tar diver­sos tipos de este fab­u­loso pro­duc­to natural.

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Pulpo brasea­do con papas arru­gadas. Foto de Noe­mi Martin

La car­ta de vinos que ofrece este orig­i­nal restau­rante com­bi­na cal­dos de la tier­ra como el potente tin­to Teneguía o el del­i­ca­do mal­vasía de Matías i Tor­res, con clási­cos rio­jas o rib­eras. La recomen­dación, sin duda, es la de pro­bar los vinos isleños. Esta­mos en  ter­ri­to­rio de bode­gas y vol­canes, de verde y azul mar y hay que exper­i­men­tar aro­mas y sen­sa­ciones mien­tras escuchas de fon­do el sonido de las olas.

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Fotografía de Noe­mi Martin

Los postres no se quedan atrás. De nue­vo, mez­cla de sabores y tex­turas con un toque canario. De hecho, el restau­rante ha sido nom­i­na­do para “Mejor Coci­na Canaria (mod­er­na y tradi­cional)”, en la VI Edi­ción de los Pre­mios Regionales de Gas­tronomía “Qué Bueno Canarias Heineken”.

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Fotografía de Noe­mi Martin

Después de sen­tarme a com­er y dis­fru­tar en el Jardín de la Sal tras un paseo por las sali­nas y su his­to­ria de medio siglo, la recomen­dación es clara: para­da oblig­a­to­ria si via­jas a la pre­ciosa isla de La Pal­ma. Pro­duc­tos locales, ser­vi­cio amable, pre­cio medio y entorno mági­co. Además, un detalle abso­lu­ta­mente “zen”: mi móvil no tuvo cober­tu­ra en ningún momen­to y espero que el tuyo tam­poco. Así que, si pasas por este rin­conci­to encan­ta­dor,  prepárate a dis­fru­tar de un rato de feli­ci­dad sin inter­rup­ciones. Qué maravilla.

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Exte­ri­or del Restau­rante El Jardín de la Sal. Fotografía de Noe­mi Martin

Restau­rante El Jardín de la Sal Car­retera La Cos­ta-El Faro, 5. 38740, Fuen­caliente de la Pal­ma, Tel.: 922979800 Horario de 11 a 18 H

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Un hotelito con alma

Érase una vez una her­mosa casa seño­r­i­al canaria del siglo XVIII que con el paso de los años se con­vir­tió en un hotelito rur­al cáli­do y apaci­ble lla­ma­do “Hotel Emblemáti­co San Marcos”

Situ­a­do en el pre­cioso munici­pio de Icod de los Vinos, al norte de Tener­ife, la casita con­ta­ba con seis habita­ciones, a cual más bel­la, que recibía a via­jeros de todo el mun­do dis­puestos a dis­fru­tar de un alo­jamien­to con per­son­al­i­dad úni­ca. Las habita­ciones, con extra­or­di­nar­ios techos de madera, esta­ban dec­o­radas con mimo para que sus moradores pudier­an des­cansar en un entorno rela­jante y espe­cial. Al abrir las ven­tanas, podían divis­arse paisajes verdes y oír a los gal­li­tos can­tar al amanecer. Salas de lec­tura con exce­lentes pin­turas y un del­i­ca­do patio inte­ri­or ador­na­do con flo­res com­pleta­ban el pequeño paraí­so icodense.

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Hotel Emblemáti­co San Macos. Fotografía de Noe­mi Martin

Los desayunos en la casa se servían en una cómo­da estancia cono­ci­da como  “La Bode­gui­ta”. Eran sen­cil­los pero com­ple­tos, ide­ales para empezar el día con áni­mo y ganas de recor­rer la Isla. Fru­ta fres­ca, embu­ti­dos, huevos, pan, biz­co­chos, zumo, yogurt  y café recién hecho ‑pri­morosa­mente servi­dos- des­perta­ban al via­jero, tras la cal­ma de la noche en las calles contiguas.

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Hotel Emblemáti­co San Mar­cos. Fotografía de Noe­mi Martin

Cer­ca del Hotel, regen­ta­do por gente amable y son­ri­ente, los lugareños pasea­ban felices al amparo del Dra­go Mile­nario, un árbol anciano y mági­co a cuya san­gre se atribuían propiedades cura­ti­vas y alrede­dor del cual gira­ban numerosas leyen­das.  Además, el pueblo con­ta­ba con encan­ta­do­ras plazas e  igle­sias y una gru­ta vol­cáni­ca lla­ma­da “La Cue­va del Vien­to” que mar­avil­l­a­ba a todos los visitantes.

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Hotel Emblemáti­co San Mar­cos. Fotografía de Noe­mi Martin

Lo mejor de esta breve his­to­ria sin rematar es que ‑aunque pudiera pare­cer­lo- no for­ma parte de la fan­tasía de una soñado­ra incor­reg­i­ble sino que es una real­i­dad adorable de la que podrás dis­fru­tar cuan­do te apetez­ca. El Hotel Emblemáti­co San Mar­cos existe, tiene alma propia, y te espera risueño en el tran­qui­lo munici­pio de Icod de los Vinos.

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Hotel Emblemáti­co San Mar­cos. Fotografía de Noe­mi Martin

Si lo vis­i­tas, te pare­cerá estar inmer­so en el esce­nario de un col­ori­do cuen­to canario. Retro­ced­erás en el tiem­po mien­tras tus pies suben los pel­daños de madera de la escalera inte­ri­or para lle­gar a tu estancia. Estoy segu­ra de que será inolvid­able escribir el final de este rela­to con tu expe­ri­en­cia que, además, podrás rematar proban­do los deli­ciosos cal­dos de la zona.

El norte de la Isla de Tener­ife tiene un encan­to espe­cial y este hotelito guar­da su esen­cia entre sus pare­des de piedra. Un gran des­cubrim­ien­to que me apetecía com­par­tir con todos los ami­gos hedonistas.

Hotel Emblemáti­co San Mar­cos C/ Hér­cules, 11 Icod de los Vinos 38430. San­ta Cruz de Tener­ife. España. Tel. 922 816 509

BSO de este post Las transeúntes de Jorge Drexler

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Tenerife, Isla hedonista

 

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Tener­ife. Fotografía de Noe­mi Martin

Surgió en medio del Atlán­ti­co para hac­er las deli­cias de los enam­ora­dos del buen vivir. Estoy segu­ra de que es su cometi­do. Si hay una isla en el Plan­e­ta que merece el títu­lo de “Hedo­nista may­or del reino”, sin duda, es ésta des­de donde escribo.

Ser hedo­nista en Tener­ife es muy sen­cil­lo. No es pub­li­ci­dad bara­ta ni pros­elit­ismo isleño. Lo afir­mo con obje­tivi­dad abso­lu­ta porque me encan­ta ser feliz y lle­vo sién­do­lo en este lugar durante cua­tro décadas. Y cada día dis­fru­to más de sus rin­cones sor­pren­dentes y de su mar­co azul.

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Tener­ife. Fotografía de Noe­mi Martin

Ser hedo­nista en Tener­ife es facilísi­mo. No hace fal­ta que te esfuerces: el plac­er y la belleza te rodean. En el mes de febrero aún más. Esta­mos en Car­naval y la gente son­ríe entre lente­jue­las y pelu­cas de col­ores. No impor­ta que hayas pasa­do un mal día, que tu madre esté enfer­ma o tu con­tra­to sea pre­cario. Tam­poco que te haya deja­do tu novio o ten­gas un sarpul­li­do en la cara por hin­charte a choco­late. Para eso está el maquil­la­je y las care­tas. En esta Isla la ale­gría te perseguirá has­ta encon­trarte de frente. No huyas, cobarde.

Ser hedo­nista en Tener­ife está chu­pa­do. Tienes a tu dis­posi­ción un sol esplén­di­do durante casi todos los días del año. Vit­a­m­i­na D por un tubo, aba­jo el dolor de hue­si­tos  y los catar­ros. Puedes tum­barte en una playa de are­na suave cual lagar­to vivi­dor. O darte un baño los fines de sem­ana. O hac­er surf, buceo o vela. Tam­bién sen­tarte en una ter­raci­ta tran­quila a tomar un café o una cerveza mien­tras el astro rey te con­tem­pla y tú le susurras al oído: ¡gra­cias por calen­tarme tan bien, querido!

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Tener­ife. Fotografía de Noe­mi Martin

Ser hedo­nista en Tener­ife es un juego de niños…o de may­ores. ¿A quién no le gus­ta un buen vino? En esta Isla colec­cionamos cal­dos sabrosos y “guach­inch­es” por doquier.  Somos exper­tos en sabore­ar con plac­er una “carne fies­ta” con “una cuar­ta” o un pla­to de que­so de cabra acom­paña­dos de una con­ver­sación ami­ga­ble y una mano en el hom­bro. ¿Y qué me dicen de unas pap­i­tas arru­gadas con mojo y pesca­do salado?

Ser  hedo­nista en Tener­ife es lo más nor­mal del mun­do. Porque puedes res­pi­rar y entu­si­as­marte mien­tras recor­res senderos que bor­dean paisajes increíbles. Porque el cielo está limpio y las estrel­las se dis­tinguen en la noche. Porque un Vol­cán grandioso nos cui­da des­de lo alto, entre un mar de nubes y retamas.

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Tener­ife. Fotografía de Noe­mi Martin

Ser hedo­nista en Tener­ife es muy factible. Teatro, concier­tos de músi­ca clási­ca, jazz o rock, un Audi­to­rio bril­lante a la oril­la del mar, museos,  exposi­ciones de fotografía, fes­ti­vales var­ios y mucha sed de cultura.

Ser hedo­nista en Tener­ife está tira­do. Los canarios somos car­iñosos y cer­canos. No hay may­or plac­er sen­so­r­i­al que recrearse en los rin­cones de esta acuarela gigante,  su gas­tronomía, sus vinos y su miel, recor­rién­dola con un isleño afable.

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Tener­ife. Fotografía de Noe­mi Martin

Así que total­mente con­ven­ci­da de que la ofer­ta,  además de ten­ta­do­ra es real,  lan­zo una invitación al aire: ami­gos hedo­nistas del plan­e­ta Tier­ra (y de otros si se ter­cia), aquí les esperamos.

Sean felices.

BSO de este post Huel­las del can­tau­tor tin­er­feño Pedro Guerra

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