¿Cuidamos de Santa Cruz de Tenerife?

Des­de hace algunos años ten­go un sueño. Me encan­taría que mi ciu­dad, San­ta Cruz de Tener­ife, se con­virtiera en una de las más limpias y sostenibles del plan­e­ta. Quizá es una de mis tan­tas ideas desca­bel­ladas pero estoy segu­ra de que no es un imposi­ble. Si Hon­olu­lu en Hawái  lo ha con­segui­do, mi fan­tás­ti­ca ciu­dad y sus habi­tantes tam­bién son capaces.

Cuan­do paseo por sus calles y bar­rios los visu­al­i­zo impo­lu­tos como las avenidas de Sin­ga­pur y Ade­lai­da, donde casi podrías com­er sobre la acera. Tam­bién ideo sis­temas para que el aire que res­pi­ramos sea tan puro como el de las Mon­tañas Rocosas y dis­eño men­tal­mente inmen­sos y salud­ables espa­cios verdes. Has­ta ten­go prepara­da una tari­ma imag­i­nar­ia para insta­lar­la en el Par­que Gar­cía Sanabria, al esti­lo de Hyde Park,  para que los transeúntes puedan impro­vis­ar dis­cur­sos a media tarde. Sería genial poder escuchar a nue­stros veci­nos con­tar sus propuestas.

Parque García Sanabria

Par­que Gar­cía Sanabria

 

A veces, mien­tras recor­ro la Aveni­da de Ana­ga,  me des­cubro plan­i­f­i­can­do el trá­fi­co: más pier­nas y menos ruedas, ami­gos. ¿De ver­dad nece­si­ta­mos ir al gim­na­sio en coche para luego hac­er una hora de cin­ta? En otras oca­siones, sobre todo cuan­do bajo las bol­sas de basura,  inven­to cam­pañas de reci­cla­je con el anh­elo de que llegue­mos a ser como San Fran­cis­co y sus ciu­dadanos, los más con­cien­ci­a­dos del mun­do en la sep­a­ración de resid­u­os. Tam­bién, ¿cómo no? inge­nio fór­mu­las para con­ver­tirnos en una “ciu­dad slow” donde el con­sumo may­ori­tario sea el de pro­duc­tos de cer­canía o kilómetro cero y donde nos tomem­os la vida más pausadamente.

La cam­paña que aca­ba de lan­zar el Ayun­tamien­to de San­ta Cruz me gus­ta. Es sen­cil­la pero clara:  tu ciu­dad, tu casa. ¿La cuidamos jun­tos? La con­cien­cia ciu­dadana es sin duda el arma más potente para con­seguir que el lugar que habita­mos sea cada día más bril­lante y más vivo. Además, están las “mul­tas grandes para pequeñas fal­tas”, como hacen en Cal­gary y con las que estoy abso­lu­ta­mente de acuer­do, pero bueno podríamos empezar por ilu­sion­arnos con mimar nue­stro entorno, ¿no?  Es más boni­to. Y más poético.

Ten­emos la suerte de habitar una ciu­dad pre­ciosa y hos­pi­ta­lar­ia den­tro de una isla mar­avil­losa. La cal­i­dad de vida, el cli­ma y el mar nos acom­pañan cada día. ¿Qué tal si nos com­pro­m­e­te­mos un poquito para que vivir y vis­i­tar San­ta Cruz sea una expe­ri­en­cia aún más hedonista?

© 2019 Noe­mi Mar­tin. All rights reserved

 

 

El joven chef Diego Dato es el encargado de gestionar la cocina del restaurante Melvin, el tercero abierto por Martín Berasategui en la isla de Tenerife y noveno en España

El joven chef Diego Dato es el hom­bre de con­fi­an­za de Martín Berasategui para gob­ernar los fogones del Restau­rante Melvin, el ter­cero abier­to en la isla afor­tu­na­da de Tener­ife y noveno en España. Los dos ante­ri­ores abier­tos en la isla canaria son M.B., con dos estrel­las Miche­lin y Txoko en el cer­cano resort de lujo Aba­ma Tener­ife. Hay que sumar­le dos restau­rantes en el País Vas­co: el que lle­va su nom­bre, Martín Berasategui, con tres estrel­las Miche­lin y Eme Be Gar­rote en Donos­ti. Cua­tro más en Barcelona: Lasarte con 3 estrel­las de la famosa guía roja france­sa gas­tronómi­ca, Hal­lo cock­tail Bar, Restau­rante Oría y el restau­rante Fon­da España. Además aseso­ra a otros 3 restau­rantes en Méx­i­co y dos en Repúbli­ca Domini­cana.

Restaurante Melvin

Restau­rante Melvin

 

Ubi­ca­do en el solea­do y priv­i­le­gia­do sur de Tener­ife, den­tro del ele­gante com­ple­jo de aparta­men­tos Las Ter­razas de Aba­ma (de la com­pañía My Way Hotels & Resorts), con vis­tas imperdi­bles e impagables al Océano Atlán­ti­co y a la próx­i­ma isla de La Gomera, que da la sen­sación de que casi se puede tocar por el juego de la per­spec­ti­va, y donde las pues­tas de sol se con­vierten en pura poesía, y los platos de este joven chef se fusio­n­an en per­fec­ta armonía con tan­ta belleza.

 

Restaurante Melvin

Restau­rante Melvin

 

La coci­na elegi­da para este ter­cer restau­rante es una fusión de mediter­ránea con el sabor de los asadores donos­tiar­ras que vieron cre­cer al chef del “gar­rote” y que es el úni­co cocinero español que tiene actual­mente es su cur­ricu­lum 8 estrel­las Miche­lin. Mimo por el pro­duc­to, dan­do pri­or­i­dad a la mate­ria pri­ma canaria de prox­im­i­dad, para crear platos de alta coci­na com­ple­ta­do con una bue­na ofer­ta de carnes y pesca­dos a la brasa.

Restaurante Melvin

Restau­rante Melvin

 

El chef Dato es orig­i­nario del lev­ante español y por tan­to ha cre­ci­do entre arro­ces de su Elche natal, con una for­ma­ción de cam­panil­las entre grandes espadas de los pucheros y sartenes como el mal­o­gra­do San­ti San­ta­maría y su men­tor Martín Berasategui que des­de hace poco le ha dado la alter­na­ti­va en el Restau­rante Melvin, después de su paso por los otros dos restau­rantes del grupo en Canarias: M.B. y Txoko.

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El chef Diego Dato. Restau­rante Melvin. Fotografía gen­tileza de Man­da­ri­na Comunicación

 

El nom­bre escogi­do para el restau­rante no ha sido casu­al, sino que es un claro trib­u­to a Melvin Vil­lar­roel, el arqui­tec­to boli­viano que creó esta área turís­ti­ca dán­dole per­son­al­i­dad propia y con el propósi­to de que per­durase en el tiem­po con el máx­i­mo respeto posi­ble al entorno.

De su inte­ri­or­is­mo desta­ca la coci­na vista para crear una cer­canía con los comen­sales y puedan ser tes­ti­gos de todo lo que se cuece den­tro. Col­ores nat­u­rales para maderas y tapicerías y otor­gar­le ese plus de calidez y a la par ele­gante. La ter­raza exte­ri­or al aire libre es mar­avil­losa a cualquier hora del día, pero es espe­cial­mente mág­i­ca con la caí­da del sol y con la ilu­mi­nación nocturna.

  • Cro­que­ta de jamón.
  • Man­te­qui­l­la de cebol­la caramelizada.
  • Base de arroz socar­rat con chipirón y su tin­ta y que­so rallado.
  • Pan blan­co, focac­cia de chori­zo y pan de Mar­tin (higos y pasas).
Aperitivos en Restaurante Melvin

Aper­i­tivos: cro­que­ta de jamón, man­te­qui­l­la de cebol­la carameliza­sa, base de arroz socar­rat con chipirón y su tin­ta, que­so ral­la­do y pan blan­co, focac­cia de chori­zo y pan de Martín (higos y pasas). Restau­rante Melvin

 

  • Refres­cante salmore­jo de cerezas y tomate canario con pol­vo de que­so fres­co (Bur­go de Arias), anchoas del Can­tábri­co, pepinil­lo encur­tido y cereza troceada.
Salmorejo de cerezas

Salmore­jo de cerezas

 

  • Impre­sio­n­ante ensal­adil­la rusa de pulpo sobre “Causa” limeña lig­era­mente picante, sobre base de pata­ta, cre­ma de zana­ho­ria y tier­ra de aceitu­na negra.
Ensaladilla rusa

Ensal­adil­la rusa

 

  • Steak tar­tar de solomil­lo gal­lego sobre gofres de patata.
Steak tartar

Steak tar­tar de solomil­lo gal­lego sobre gofres de pata­ta. Restau­rante Melvin

 

  • Tagli­atelle meloso de cala­mar con camarones, cre­ma amer­i­cana y puré de batatas con ajo asado.
Tagliatelle de calamar

Tagli­atelle de calamar

 

  • Alme­jas gal­le­gas esti­lo “La Abuela” con ajo y vino blanco.
Almejas gallegas

Alme­jas gal­le­gas esti­lo “la Abuela” con ajo y vino blan­co. Restau­rante Melvin

 

  • Fish & chips “Melvin” con sal­sa tár­tara. Segu­ra­mente las mejores del mun­do mundial.
Fish & Chips

Fish & Chips

 

  • Ten­ta­do­ra pael­la de cer­do ibéri­co con ajos tier­nos y garbanzos.
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Pael­la de cer­do ibéri­co con ajos tier­nos y gar­ban­zos. Restau­rante Melvin

 

  • Ter­ri­na de cordero, hue­sos de pas­ta fres­ca con dux­elle de hier­bas y puré de apio trufado 

    Terrina de cordero

    Ter­ri­na de cordero

 

  • Esferas de melón en caipir­iña con hela­do de cás­cara de limón y sopa de yogur.
Esferas de melón

Esferas de melón

 

Restau­rante Melvin en Las Ter­razas de Aba­ma. Car­retera Gen­er­al del Sur TF-47 Km.8,9 Guía de Iso­ra. San­ta Cruz de Tener­ife. Islas Canarias.

© 2018 Nuria Teje­dor. All rights reserved.

Llorando por esos mundos

Soy llorona. Lo con­fieso sin pudor. Me con­mueve has­ta una hormi­ga coja. Cosas de la vida. Supon­go que por eso he der­ra­ma­do muchas lágri­mas por esos mun­dos de dios. A veces me han emo­ciona­do paisajes mem­o­rables,  de esos que cor­tan la res­piración y te hacen pen­sar que aún estás en la cama. En otras oca­siones, las per­sonas  que hab­it­a­ban esos lugares han sido la inspiración  de esos “hips, hips” épi­cos. Como quiera que sea, ahí van algu­nas de mis llan­ti­nas geográ­fi­cas más impo­nentes. Que con­ste que hay unas cuan­tas más pero no quiero abur­rir­les demasi­a­do con mis sol­lo­zos viajeros.

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San­ta María Novel­la (Flo­ren­cia) Fotografía de Noe­mi Martin

  1. Flo­ren­cia: des­cubrí el famoso “sín­drome de Stend­hal” en el via­je del Insti­tu­to. Iba pase­an­do alboro­ta­da por las calles de la ciu­dad toscana ‑cir­cun­stan­cia nor­mal cuan­do tienes  diecisi­ete años y estás con tus ami­gos–  cuan­do me tropecé con la Igle­sia de San­ta María Novel­la en una esquina.  No pude evi­tar­lo y me entró un telele de los grandes. El corazón a mil y alu­ci­nan­do con tan­ta belleza. Lag­ri­mones por doquier y la cara de póquer de  mis com­pañeros. He repeti­do la visi­ta a Flo­ren­cia en dos oca­siones más y en las dos, el mis­mo “par­raque”. Quién sabe si en otra vida me hinché a pas­ta y pizza.
  1. San Gimignano: seguimos en Italia. Fue en algu­na revista de via­jes que des­cubrí este pueblecito medieval rodea­do de mural­las y viñe­dos. Esta­ba entre mis vis­i­tas pen­di­entes des­de hacía mucho tiem­po. Hace unos meses pude cono­cer­lo y no me decep­cionó en abso­lu­to. No sé si fue el vino que me había toma­do momen­tos antes o la emo­ción atra­pa­da en la gar­gan­ta. Lo cier­to es que al cruzar la  Puer­ta de San Gio­van­ni con la male­ta en la mano, llovía a mares entre mis pestañas.
  1. Puente de Brook­lyn: atrav­es­ar el puente que une Nue­va York con Brook­lyn al anochecer es una expe­ri­en­cia mem­o­rable. Si lo haces un once de sep­tiem­bre después de vis­i­tar la” Zona Cero”, tu cora­zonci­to seguro que toca en la puerta.
  1. Auschwitz: Sobran las pal­abras. Recor­rer el may­or cam­po de exter­minio nazi de la his­to­ria, deja sin alien­to has­ta al alma más áspera. Bel­lo y terrible.
  1. San­ti­a­go de Chile: en esta ocasión las lágri­mas fueron de ale­gría. Y de la bue­na. Cono­cer a mi ami­ga Paula tras más de una déca­da de amis­tad cibernéti­ca hizo que me enam­orara de esta ciu­dad encan­ta­do­ra y  de sus mar­avil­losos habitantes.
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Per­i­to Moreno. Fotografía de Noe­mi Martin

  1. Per­i­to Moreno: en ple­na Patag­o­nia, una masa de hielo blan­ca y bril­lante se cuela en tus neu­ronas. El guía había avisa­do: esta es la “cur­va de los sus­piros”. Al doblar­la y des­cubrir uno de los glacia­res más her­moso del plan­e­ta, es inevitable pon­erse las gafas de sol y romper a llo­rar en silencio.
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El Faro del Fin del Mun­do. Fotografía de Noe­mi Martin

  1. El Faro del Fin del Mun­do: tam­bién en Argenti­na, per­di­do en un islote frente a las costas de Ushua­ia, este pequeño y tími­do faro deslum­bra por su sen­cillez rotun­da. Rodea­do de focas y aves emerge del mar y hace tem­blar tus cimientos.
  1. Tokio: en la cap­i­tal nipona lloré de can­san­cio después de veinte jor­nadas mara­to­ni­anas sin ape­nas poder dormir. Pero sobre todo lloré con dis­cre­ción el últi­mo día cuan­do nos des­ped­i­mos de Ikuko Yamasa­ki. Mi pri­mo y yo hici­mos “couch­surf­ing” en su casa (en tér­mi­nos colo­quiales quedarse de gor­ra donde te dejen) y cuan­do nos acom­pañó al metro rum­bo al aerop­uer­to nos dijo adiós con un abra­zo muy fuerte: una acción ines­per­a­da para el carác­ter japonés, poco dis­puesto a mostrar afec­tos de man­era tan evidente.
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Prisión de Alca­traz. San Fran­cis­co. Fotografía de Noe­mi Martin

  1. San Fran­cis­co: Sales cansadísi­ma del avión y unos policías con cara de “pit bull” te retienen durante más de dos horas sin dar expli­ca­ciones. Al final te dejan ir con la cabeza gacha y después un agente his­pano te cuen­ta que hay una fugi­ti­va con tu nom­bre. Sí, tam­bién se llo­ra un poquito de nervios y aliv­io cuan­do lle­gas sana y sal­va al hotel.
  1. Hol­ly­wood: Paseo de la fama. Entre las dos mil estrel­las que lo pueblan, encuen­tro la de Michael Jack­son. Me paro en seco, hago el “moon­walk”, can­to “Thriller” y, por supuesto, me emo­ciono has­ta las trancas.
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Gran Bar­rera de Coral (Aus­tralia) Fotografía de Noe­mi Martin

  1. Gran Bar­rera de Coral (Aus­tralia): sobrevolar en avione­ta el may­or arrecife turque­sa del plan­e­ta tiene miga. Sin gluten, por favor.  La mez­cla de col­ores nubla los sen­ti­dos. Una expe­ri­en­cia deslum­brado­ra que hay que ten­er antes de que el calen­tamien­to glob­al la haga imposible.
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Desayuno con vis­tas impagables en Cien­fue­gos (Cuba) Fotografía de Noe­mi Martin

  1. Cien­fue­gos (Cuba): Una ciu­dad pre­ciosa y una habitación en una casita famil­iar jun­to al Caribe autén­ti­co por trein­ta euros el día. Doña Dora, una cubana con muchos años que con­ta­ba his­to­rias reales mien­tras dis­frutabas de los mejores desayunos del mun­do en el embar­cadero.  ¿Cómo no des­pedirse de ella y de su hog­ar con un abra­zo cáli­do y lagrim­i­tas en los ojos?
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Fes­ti­val de Euro­visión 2016 en Esto­col­mo. Fotografía de la euro­fan Noe­mi Martin

  1. Esto­col­mo: En esta ciu­dad he llo­rado dos veces. La primera de frío. Ocho gra­dos bajo cero no se lle­van demasi­a­do bien,  más cuan­do vienes de Canarias y se te ha ocur­ri­do pasar la mañana en Skansen, un museo con ani­males al aire libre. Menos mal que el vino caliente espe­ci­a­do tiene efec­tos inmedi­atos cuan­do se toman un par de vasos segui­dos. La segun­da, en el  fes­ti­val de Euro­visión hace unos meses. Ese him­no tele­vi­si­vo de todos cono­ci­do, esas ban­deras alboro­tadas y esa “euro­fan” dan­do rien­da suelta a sus emo­ciones sin cor­tarse un pelo. El resul­ta­do: rímel embor­rona­do y unos cuan­tos kleenex  arru­ga­dos  en el bolsillo.

Has­ta aquí un resumen de mis llan­tos más son­ados. Mien­tras ideo una segun­da entre­ga, te reto a que, como yo,  hagas memo­ria via­jera. Seguro que tú tam­bién has llo­rado algu­na vez por esos mun­dos. ¿Lo recuerdas?

BSO Llo­rar y llo­rar de Vicente Fernández

© 2016 Noe­mi Mar­tin. Todos los dere­chos reservados.

 

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