Enoturismo en el Penedès: Parés Baltà. Vinos y cavas ecológicos, biodinámicos y naturales

Cuan­do se vive una situación de cri­sis san­i­taria, y por ende económi­ca, como la que esta­mos vivien­do del coro­n­avirus, para lo cual no estábamos prepara­dos ni en el peor de los sueños de Hol­ly­wood, bus­camos clavos ardi­en­do donde agar­rarnos para volver a ten­er esper­an­za de que todo volverá a la nor­mal­i­dad. Segu­ra­mente de lo que más extrañamos, en líneas gen­erales, es el de volver a abrazar a nue­stros seres queri­dos, com­par­tir comi­das con ami­gos y famil­iares y volver a via­jar, amén de que cada uno par­tic­u­lar­mente añore algo muy concreto.

Si se con­tro­la ade­cuada­mente esta pan­demia pron­to volver­e­mos a abrazar y com­par­tir comi­das y cenas, y lo de via­jar segu­ra­mente se reducirá a lo más próx­i­mo, a todos aque­l­los sitios que en otras cir­cun­stan­cias, san­i­tari­a­mente con­tro­ladas, hubiéramos descar­ta­dos con la pere­g­ri­na excusa de “ya iré más ade­lante que eso está cerca”.

El eno­tur­is­mo, con­jun­ta­mente con el via­je cul­tur­al y por supuesto de sol y playa se colo­can en las primeras posi­ciones de elec­ción para el via­je de prox­im­i­dad de este ver­a­no raro de 2020.

Parés Baltà. Fotografía gentileza de Emma Espejo

Parés Baltà. Fotografía gen­tileza de Emma Espejo

Las difer­entes ofer­tas de eno­tur­is­mo además de cono­cer de primera mano los vinos, tam­bién ofre­cen recor­ri­dos por la viña acer­cán­donos la nat­u­raleza para entrar en con­tac­to con ella, con expli­ca­ciones de cómo se cul­ti­va de una for­ma respetu­osa con el medio ambi­ente sigu­ien­do los cri­te­rios cer­ti­fi­ca­dos de la agri­cul­tura ecológ­i­ca y biod­inámi­ca tal como hacen en Parés Baltà. Una bode­ga con más de 230 años de his­to­ria en el Penedés, con con­stan­cia de viñas plan­tadas en las postrimerías del siglo XVIII. Actualmene es la ter­cera gen­eración de la famil­ia Cus­iné la que está al man­do, Joan y Josep Cus­iné Car­ol que con­jun­ta­mente con sus esposas, María Ele­na Jiménez y Mar­ta Casas, como enólo­gas, han situ­a­do a esta bode­ga en una ref­er­en­cia en vinos y cavas de cal­i­dad tan­to den­tro del mer­ca­do nacional como del  internacional.

Parés Baltà. Fotografía gentileza de Emma Espejo

Parés Baltà. Fotografía gen­tileza de Emma Espejo

Toda la vida enológ­i­ca gira en torno a la orig­i­nal masía de Parés Baltà que data de 1790. La anexa sala de bar­ri­c­as, ren­o­va­da y ampli­a­da hace unos años, es el espa­cio donde se deposi­tan los vinos para que ten­gan la cri­an­za ópti­ma. En la refor­ma se respetó la arqui­tec­tura orig­i­nal que garan­ti­za poder man­ten­er los vinos a una tem­per­atu­ra ide­al, inclu­so cuan­do en el perío­do canícu­lar las tem­per­at­uras son muy ele­vadas en el exte­ri­or. La cava es la parte más pro­fun­da, situ­a­da a 10 met­ros bajo tier­ra, y dónde enve­je­cen los espumosos con el mer­cu­rio estable durante todo el año alrede­dor de 15ºC.

Parés Baltà. Fotografía gentileza de Emma Espejo

Inte­ri­or de la cava de Parés Baltà. Fotografía gen­tileza de Emma Espejo

Todos los vinos y cavas de Parés Baltà se elab­o­ran a par­tir de viñe­dos pro­pios dis­tribui­dos en 5 cer­canas fin­cas de propiedad. Cada uno expre­sa las car­ac­terís­ti­cas propias del ter­ri­to­rio con su difer­en­cias par­tic­u­lares de sue­lo, cli­ma y var­iedades cul­ti­vadas. Vinos proce­dentes de agri­cul­tura ecológ­i­ca con prác­ti­cas como el uso de ove­jas que limpian fácil­mente el viñe­do y que el úni­co ras­tro que dejarán tras su paso será un abono nat­ur­al para el cam­po o las abe­jas como cóm­plices de una cor­rec­ta polin­ización. Todo ello redun­dará en una tier­ra más sana y no con­t­a­m­i­na­da al no usar her­bi­ci­das, ni pes­ti­ci­das ni abonos quími­cos. Des­de el 2011 exper­i­men­ta­ron con la biod­inámi­ca que se rige por el cal­en­dario lunar y la influ­en­cia del uni­ver­so para aumen­tar la fer­til­i­dad de las plan­tas y con­trol nat­ur­al de las pla­gas, y un año más tarde se siguen esos prin­ci­p­ios en todas las fin­cas. La últi­ma novedad ha sido incor­po­rar el vino nat­ur­al a la bode­ga, elab­o­ra­do a par­tir de la fer­mentación alco­hóli­ca nat­ur­al en ánforas de arcil­la. Este tipo de envase, que ya lo usa­ban los íberos cuan­do habitaron este lugar hace más de 2.000 años, provo­ca una hiper­ox­i­dación que hace pre­cip­i­tar todas las partícu­las oxid­ables y de esta man­era se obtiene un vino limpo y cristal­i­no sin inter­ven­ción humana.

Parés Baltà. Fotografía gentileza de Emma Espejo

Cata en Parés Baltà. Fotografía gen­tileza de Emma Espejo

Los vinos y cavas están seg­men­ta­dos de la sigu­iente forma:

  • Microcu­vée: de pro­duc­ción lim­i­ta­da y sola­mente cuan­do la cal­i­dad de la aña­da es altísima.
  • R‑Evolution: a par­tir de var­iedades dis­tin­ti­vas del Penedès.
  • Ori­gen: el vino más joven y fres­co, para el día a día, fácil de beber.
  • Cavas: segu­ra­mente la mejor rep­re­sentación de esta bode­ga que une la tradi­ción y la más rabiosa actualidad.
La masía y el paisaje del viñe­do están pen­sa­dos para las difer­entes opciones de eno­tur­is­mo como: mari­da­je de que­sos o choco­late con los vinos pro­pios en el incom­pa­ra­ble mar­co de la masía, visi­ta a la bode­ga para finalizar con una cata comen­ta­da, paseo en 4x4 por las viñas para enten­der el con­cep­to de ter­roir, de la biod­inámi­ca y siem­pre para finalizar con una degustación de los vinos y cavas.
Propuesta de maridaje con el vino Calcari de Parés Baltà

Prop­ues­ta de mari­da­je con el vino Cal­cari de Parés Baltà. Fotografía gen­tileza de Nuria Tejedor

Más infor­ma­ción de los vinos y de la ofer­ta eno­turís­ti­ca así como de la tien­da online en la web de Parés Baltà

Parés Baltà. Masía Can Baltà, s/n. 08796 Pacs del Penedès (Barcelona). Telé­fono 938 901 399.

© 2020 José María Toro. All rights reserved

Jean Leon Xarel.lo 2019 de la gama Nativa, es la última incorporación a la bodega que rinde tributo a la historia de su fundador

La bode­ga Jean Leon ha crea­do Nati­va, una nue­va gama de vinos elab­o­ra­da con var­iedades autóc­tonas cata­lanas,. Esta colec­ción se estre­na con Jean Leon Xarel.lo 2019, un mono­va­ri­etal de la uva que le da nom­bre, y que sin duda es la que mejor rep­re­sen­ta el carác­ter del Penedès, para con­seguir un vino fres­co y joven pero con mucho aro­ma, todo un trib­u­to a la tier­ra que eligió su fun­dador en los años sesen­ta del siglo XX para elab­o­rar su pro­pio vino.

JEAN LEON_Xarel.lo_2019_Gama Nativa

Fotografía gen­tileza de Jean Leon

 

Nota de cata

  • visu­al: col­or amar­il­lo bril­lante con ribete verdoso.
  • nar­iz: aro­mas cítri­cos, de hino­jo y nuez mosca­da para dejar sen­tir de fon­do a fru­ta blanca.
  • boca: su ele­gante acidez nos da fres­cu­ra en toda la boca. Por su cri­an­za en lías finas nos apor­ta un final suave y endulza­do por el vol­u­men y la untosidad.

Mari­da­je

Este vino de pro­duc­ción ecológ­i­ca cer­ti­fi­ca­da está pen­sa­do para acom­pañar ensal­adas, “xató”, arro­ces, ver­duras asadas, que­sos, carnes blan­cas y platos orientales.

Eti­que­ta

Botel­la de col­or verde con eti­que­ta seri­grafi­a­da de 4 bal­dosas cata­lanas, donde están rep­re­sen­tadas en las esquinas motivos veg­e­tales y en el cen­tro de cada una de ella, una estrel­la de 8 pun­tas que rep­re­sen­ta a la rosa de los vien­tos con sus cua­tro rum­bos lat­erales. Viene a rep­re­sen­tar la impor­tan­cia de la fuerza del dios Eolo y la cli­ma­tología para la viti­cul­tura. Este azule­jo está fecha­do entre los sig­los XVII y XIX, coin­ci­di­en­do en el tiem­po con la expan­sión del viñe­do y la com­er­cial­ización de los vinos en el Penedès.

La his­to­ria de Jean Leon

Una his­to­ria emo­cio­nante y de pelícu­la, la de Jean Leon, un vision­ario de su tiem­po, hecho a sí mis­mo, y todo un ejem­p­lo de lucha con­tinúa ante la adver­si­dad, que como ave fénix se lev­anta­ba de sus propias cenizas, y que con­fir­ma que el sueño amer­i­cano se cumple. Una exis­ten­cia que bien se podría incluir en el catál­o­go de “Vidas ejem­plares” para leer y aprender.

Jean Leon, o mejor dicho, Ángel Ceferi­no Car­rión, así es como lo bau­ti­zaron en San­tander en 1928, cono­ció des­de muy pequeño la trage­dia y el ten­er que rein­ven­tarse con­tin­u­a­mente. Su ciu­dad de nacimien­to que­ma­da por un desvas­ta­dor incen­dio, la dramáti­ca muerte de su padre y de su her­mano may­or cuan­do ape­nas tenía 13 años, la hui­da a Fran­cia para evi­tar su incor­po­ración al ser­vi­cio mil­i­tar oblig­a­to­rio, sien­do declar­a­do prófu­go en nue­stro país. Sus 7 inten­tos fal­li­dos de mar­charse de Fran­cia como polizón en bar­co direc­ción Guatemala, y cuan­do lo con­sigue a la octa­va vez el bar­co no lle­ga a ese país cen­troamer­i­cano sino a Esta­dos Unidos. Escon­di­do por el bar­co lo aca­ba des­cubrien­do un marinero negro que le da de com­er y además le enseña pal­abras en inglés, con­vir­tién­dose en su ángel de la guar­da durante toda la trav­es­ía. Una vez en la ciu­dad de los ras­ca­cie­los entra a tra­ba­jar como fre­gaplatos en el bar de un pari­ente de su padre, tra­ba­ja pluriem­plea­do como taxista con la licen­cia 3055 (número que dará nom­bre a uno de sus renom­bra­dos vinos), una vez le roban su doc­u­mentación aprovecha y decide inscribirse en USA con el nom­bre de Jus­to Ramón León, y que más tarde lo con­vir­tió en Jean Leon . Un cúmu­lo de vicisi­tudes más y por fin una alien­ación de plan­e­tas, una de esas con­jun­ciones mág­i­cas que hay que aprovechar sí o sí, hizo que su des­ti­no cam­biara de ter­cio y conociera a Sina­tra, y a James Dean con quién se aso­ció para abrir un restau­rante has­ta que el acci­dente de coche truncó la car­rera del actor pro­tag­o­nista de la pelícu­la Al este del Edén. Final­mente se decidió a abrir La Scala por su cuen­ta. Muy bue­na coci­na ital­iana, mucha dis­cre­ción, y una bue­na bode­ga de vinos lo con­vir­tió en el epi­cen­tro de Hol­ly­wood, el lugar donde ver y ser vis­to, donde todas las estrel­las de la época querían ir a cenar.

Pero para un restau­rante de cam­panil­las como el suyo falta­ba ten­er su pro­pio vino, y en esta labor se puso en 1962 has­ta que encon­tró en el Penedès 150 hec­táreas dónde susti­tuyó las cepas autóc­tonas y les injertó var­iedades de caber­net sauvi­gnon, caber­net franc y chardon­nay. En 1963 plan­tó las cepas del viñe­do “La Scala” con el mis­mo nom­bre que su restau­rante cal­i­for­ni­ano. En 1967 le llegó el turno a las cepas de chardon­nay en el viñe­do denom­i­na­do “Vinya Gigi”, y en 1968 plan­tó en la “Vinya Le Havre”. En 1969 llegó la primera cosecha de caber­net sauvi­gnon en “La Scala” con­vir­tién­dose de esta man­era en la primera cosecha de esta uva en España y que una vez con­ver­tido en reser­va se sirvió ínte­gra­mente en el restau­rante La Scala de San­ta Móni­ca Boule­vard. A par­tir de aquí fue con­sigu­ien­do grandes reconocimien­tos en el mun­do viní­co­la. Otro infor­tu­nio, esta vez de salud, en 1994 con un diag­nós­ti­co de cáncer avan­za­do le vino a agri­ar toda su ale­gría. Con­sciente de su fatal des­ti­no pasó su lega­do a la Famil­ia Tor­res como dig­no seguidor de su filosofía.

Jean Leon en la actualidad

Des­de el 2010 está dirigi­da la bode­ga por Mireia Tor­res y ha con­segui­do que ten­ga el primer reconocimien­to de “Vino de Fin­ca” en el Penedès a 4 de sus vinos. Se tra­ta de la máx­i­ma dis­tin­ción con­ce­di­da por la Gen­er­al­i­tat de Catalun­ya a vinos proce­dentes de un úni­co viñe­do, de un tipo de sue­lo con­cre­to y micro­cli­ma para con­seguir la máx­i­ma expre­sión. Todos los vinos tienen la cer­ti­fi­cación de orgáni­cos des­de el año 2012. Actual­mente expor­tan a 40 países.

Más infor­ma­ción en la web de Jean Leon y para com­prar este vino en la tien­da online sin gas­tos de envío has­ta el próx­i­mo 29 de mar­zo de 2020 intro­ducien­do el códi­go ENVIOGRATIS

© 2020 José María Toro. All rights reserved

Llorando por esos mundos

Soy llorona. Lo con­fieso sin pudor. Me con­mueve has­ta una hormi­ga coja. Cosas de la vida. Supon­go que por eso he der­ra­ma­do muchas lágri­mas por esos mun­dos de dios. A veces me han emo­ciona­do paisajes mem­o­rables,  de esos que cor­tan la res­piración y te hacen pen­sar que aún estás en la cama. En otras oca­siones, las per­sonas  que hab­it­a­ban esos lugares han sido la inspiración  de esos “hips, hips” épi­cos. Como quiera que sea, ahí van algu­nas de mis llan­ti­nas geográ­fi­cas más impo­nentes. Que con­ste que hay unas cuan­tas más pero no quiero abur­rir­les demasi­a­do con mis sol­lo­zos viajeros.

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San­ta María Novel­la (Flo­ren­cia) Fotografía de Noe­mi Martin

  1. Flo­ren­cia: des­cubrí el famoso “sín­drome de Stend­hal” en el via­je del Insti­tu­to. Iba pase­an­do alboro­ta­da por las calles de la ciu­dad toscana ‑cir­cun­stan­cia nor­mal cuan­do tienes  diecisi­ete años y estás con tus ami­gos–  cuan­do me tropecé con la Igle­sia de San­ta María Novel­la en una esquina.  No pude evi­tar­lo y me entró un telele de los grandes. El corazón a mil y alu­ci­nan­do con tan­ta belleza. Lag­ri­mones por doquier y la cara de póquer de  mis com­pañeros. He repeti­do la visi­ta a Flo­ren­cia en dos oca­siones más y en las dos, el mis­mo “par­raque”. Quién sabe si en otra vida me hinché a pas­ta y pizza.
  1. San Gimignano: seguimos en Italia. Fue en algu­na revista de via­jes que des­cubrí este pueblecito medieval rodea­do de mural­las y viñe­dos. Esta­ba entre mis vis­i­tas pen­di­entes des­de hacía mucho tiem­po. Hace unos meses pude cono­cer­lo y no me decep­cionó en abso­lu­to. No sé si fue el vino que me había toma­do momen­tos antes o la emo­ción atra­pa­da en la gar­gan­ta. Lo cier­to es que al cruzar la  Puer­ta de San Gio­van­ni con la male­ta en la mano, llovía a mares entre mis pestañas.
  1. Puente de Brook­lyn: atrav­es­ar el puente que une Nue­va York con Brook­lyn al anochecer es una expe­ri­en­cia mem­o­rable. Si lo haces un once de sep­tiem­bre después de vis­i­tar la” Zona Cero”, tu cora­zonci­to seguro que toca en la puerta.
  1. Auschwitz: Sobran las pal­abras. Recor­rer el may­or cam­po de exter­minio nazi de la his­to­ria, deja sin alien­to has­ta al alma más áspera. Bel­lo y terrible.
  1. San­ti­a­go de Chile: en esta ocasión las lágri­mas fueron de ale­gría. Y de la bue­na. Cono­cer a mi ami­ga Paula tras más de una déca­da de amis­tad cibernéti­ca hizo que me enam­orara de esta ciu­dad encan­ta­do­ra y  de sus mar­avil­losos habitantes.
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Per­i­to Moreno. Fotografía de Noe­mi Martin

  1. Per­i­to Moreno: en ple­na Patag­o­nia, una masa de hielo blan­ca y bril­lante se cuela en tus neu­ronas. El guía había avisa­do: esta es la “cur­va de los sus­piros”. Al doblar­la y des­cubrir uno de los glacia­res más her­moso del plan­e­ta, es inevitable pon­erse las gafas de sol y romper a llo­rar en silencio.
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El Faro del Fin del Mun­do. Fotografía de Noe­mi Martin

  1. El Faro del Fin del Mun­do: tam­bién en Argenti­na, per­di­do en un islote frente a las costas de Ushua­ia, este pequeño y tími­do faro deslum­bra por su sen­cillez rotun­da. Rodea­do de focas y aves emerge del mar y hace tem­blar tus cimientos.
  1. Tokio: en la cap­i­tal nipona lloré de can­san­cio después de veinte jor­nadas mara­to­ni­anas sin ape­nas poder dormir. Pero sobre todo lloré con dis­cre­ción el últi­mo día cuan­do nos des­ped­i­mos de Ikuko Yamasa­ki. Mi pri­mo y yo hici­mos “couch­surf­ing” en su casa (en tér­mi­nos colo­quiales quedarse de gor­ra donde te dejen) y cuan­do nos acom­pañó al metro rum­bo al aerop­uer­to nos dijo adiós con un abra­zo muy fuerte: una acción ines­per­a­da para el carác­ter japonés, poco dis­puesto a mostrar afec­tos de man­era tan evidente.
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Prisión de Alca­traz. San Fran­cis­co. Fotografía de Noe­mi Martin

  1. San Fran­cis­co: Sales cansadísi­ma del avión y unos policías con cara de “pit bull” te retienen durante más de dos horas sin dar expli­ca­ciones. Al final te dejan ir con la cabeza gacha y después un agente his­pano te cuen­ta que hay una fugi­ti­va con tu nom­bre. Sí, tam­bién se llo­ra un poquito de nervios y aliv­io cuan­do lle­gas sana y sal­va al hotel.
  1. Hol­ly­wood: Paseo de la fama. Entre las dos mil estrel­las que lo pueblan, encuen­tro la de Michael Jack­son. Me paro en seco, hago el “moon­walk”, can­to “Thriller” y, por supuesto, me emo­ciono has­ta las trancas.
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Gran Bar­rera de Coral (Aus­tralia) Fotografía de Noe­mi Martin

  1. Gran Bar­rera de Coral (Aus­tralia): sobrevolar en avione­ta el may­or arrecife turque­sa del plan­e­ta tiene miga. Sin gluten, por favor.  La mez­cla de col­ores nubla los sen­ti­dos. Una expe­ri­en­cia deslum­brado­ra que hay que ten­er antes de que el calen­tamien­to glob­al la haga imposible.
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Desayuno con vis­tas impagables en Cien­fue­gos (Cuba) Fotografía de Noe­mi Martin

  1. Cien­fue­gos (Cuba): Una ciu­dad pre­ciosa y una habitación en una casita famil­iar jun­to al Caribe autén­ti­co por trein­ta euros el día. Doña Dora, una cubana con muchos años que con­ta­ba his­to­rias reales mien­tras dis­frutabas de los mejores desayunos del mun­do en el embar­cadero.  ¿Cómo no des­pedirse de ella y de su hog­ar con un abra­zo cáli­do y lagrim­i­tas en los ojos?
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Fes­ti­val de Euro­visión 2016 en Esto­col­mo. Fotografía de la euro­fan Noe­mi Martin

  1. Esto­col­mo: En esta ciu­dad he llo­rado dos veces. La primera de frío. Ocho gra­dos bajo cero no se lle­van demasi­a­do bien,  más cuan­do vienes de Canarias y se te ha ocur­ri­do pasar la mañana en Skansen, un museo con ani­males al aire libre. Menos mal que el vino caliente espe­ci­a­do tiene efec­tos inmedi­atos cuan­do se toman un par de vasos segui­dos. La segun­da, en el  fes­ti­val de Euro­visión hace unos meses. Ese him­no tele­vi­si­vo de todos cono­ci­do, esas ban­deras alboro­tadas y esa “euro­fan” dan­do rien­da suelta a sus emo­ciones sin cor­tarse un pelo. El resul­ta­do: rímel embor­rona­do y unos cuan­tos kleenex  arru­ga­dos  en el bolsillo.

Has­ta aquí un resumen de mis llan­tos más son­ados. Mien­tras ideo una segun­da entre­ga, te reto a que, como yo,  hagas memo­ria via­jera. Seguro que tú tam­bién has llo­rado algu­na vez por esos mun­dos. ¿Lo recuerdas?

BSO Llo­rar y llo­rar de Vicente Fernández

© 2016 Noe­mi Mar­tin. Todos los dere­chos reservados.

 

Vino para dos. Capítulo 6

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Fotografía de Noe­mi Martin

El sol otoñal calenta­ba la ter­raza del áti­co y el mar nos reclam­a­ba a gri­tos. A las nueve de la mañana, la playa vacía esta­ba esperán­donos con las olas abier­tas. El abra­zo del agua fría sobre mi piel remató el efec­to del café amar­go: adren­a­li­na y fue­gos arti­fi­ciales en el cere­bro. Decidí recu­per­ar el tiem­po per­di­do sin perder más tiem­po. Toca­ba apren­der a vivir de nue­vo. Dis­fru­tar y sen­tir sin límites for­marían parte de mi plan de estu­dios hedo­nista. Aspira­ba a matrícu­la de hon­or en desvarío e imprudencia.

Después de un cha­puzón rápi­do, mien­tras Jai se quita­ba la sal en la ducha y en el tocadis­cos Dean Mar­tin canta­ba opti­mista On an evening in Roma”, con todos mis sen­ti­dos despier­tos, con­testé el men­saje de Nora. “Tut­to bene amore. Lo úni­co que quiero saber es si Jai Ack­er­man es un asesino en serie. Responde sí o no. Si no ha mata­do a nadie estaré bien. Lo prome­to”. Nora tardó cin­co segun­dos en escribir. “Aún no. Por aho­ra sólo es un peri­odista famoso. Buenos días y bue­na suerte”. La infor­ma­ción parecía cor­rec­ta. Según lo poco que me había con­ta­do de su vida per­son­al, Jai esta­ba escri­bi­en­do un libro. Lo hacía por las noches, por eso era tan estric­to con sus horar­ios. Se senta­ba ante su orde­nador a las diez y cuar­to en pun­to, después de cenar.

Con el móvil en la mano y una son­risa en los labios, tomé aire y me dejé lle­var por la músi­ca ital­iana que son­a­ba fes­ti­va. Recordé que en nue­stro “test de com­pat­i­bil­i­dad” ambos habíamos elegi­do Roma. Luego con­sulté si había vue­los direc­tos des­de Tener­ife. En tres horas y media partía uno des­de el aerop­uer­to del sur de la Isla y qued­a­ban dos plazas libres.

Jai sal­ió del baño sil­ban­do con una toal­la blan­ca alrede­dor de la cin­tu­ra y me guiñó un ojo. Era alto, esbel­to y ele­gante como un galán del Hol­ly­wood clási­co. Tenía el tor­so bron­cea­do y se nota­ba que hacía deporte aunque sin exce­sos. De  nue­vo, una esce­na cin­e­matográ­fi­ca traviesa. Le gusta­ba jugar y actu­ar pero yo no iba a ser menos. En respues­ta a su descaro sin medi­da, le pro­puse una secuen­cia aún más osa­da: ¿Te apete­cería pro­bar un vino ital­iano esta noche? Si nos damos prisa podríamos cenar en el Traste­vere. Mi Gre­go­ry Peck par­tic­u­lar no dudó: “Si es un buen vino me parece una idea genial, ragaz­za. Mis asun­tos pueden esperar”

Com­pré dos bil­letes de ida y reservé un hotelito pre­cioso jun­to a la Fontana di Tre­vi, en el tiem­po que Jai tardó en vestirse, coger su abri­go y llenar una mochi­la pequeña. Mis “Vaca­ciones en Roma esta­ban en mar­cha y yo me imag­in­a­ba recor­rien­do la Via Vene­to en Ves­pa como Audrey Herp­burn en el papel de la alo­ca­da prince­sa Ana.

A pesar de que el plan parecía un delirio pre­cip­i­ta­do, me sen­tía más feliz y segu­ra que nun­ca. Además, hacía un año que no cogía días libres. Ya avis­aría a Nora y a mis pacientes. Así, sin pen­sar demasi­a­do en lo que haríamos, cogi­mos el coche y pasamos por mi aparta­men­to de camino al aerop­uer­to. Nun­ca me había cam­bi­a­do de ropa y prepara­do un equipa­je de mano en tan sólo ocho min­u­tos. Después, de nue­vo a la car­retera, rum­bo a la Ciu­dad Eter­na.

Las horas en el avión pasaron acel­er­adas, casi tan­to como mis nuevos sen­timien­tos. Hablam­os sobre gas­tronomía y cine, leí­mos y nos besamos frenéti­ca­mente sin ten­er en cuen­ta al resto de los pasajeros. Cuan­do por un momen­to volví a la real­i­dad, estábamos ater­rizan­do en Fiu­mi­ci­no y empecé a sali­var fan­tase­an­do con un pla­to de que­so pecori­no y unos riga­toni a la car­bonara acom­paña­dos de un vino maravilloso.

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Fotografía de Noe­mi Martin

Cam­i­nan­do por la ter­mi­nal del aerop­uer­to, el aire olía ya a alba­ha­ca, orégano y fras­cati. No eran alu­ci­na­ciones de una psicólo­ga dis­parata­da. Esta­ba en Roma y por fin la “dolce vita” toca­ba en mi puerta.

BSO de este post On an evening in Roma de Dean Mar­tin

© 2015 Noe­mi Mar­tin. Todos los dere­chos reservados 

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