Matsuri by Edo Komori

Ambi­ente rela­ja­do, dom­i­nan­do la simetría y la armonía zen de su dec­o­ración. Todo muy min­i­mal­ista, con espa­cios despe­ja­dos. Pare­des en piedra desnu­da. Motivos veg­e­tales con plan­tas per­fec­ta­mente ilu­mi­nadas. Amables budas en posi­ción de loto que invi­ta a la med­itación, al recogimien­to, a dis­fru­tar de la comi­da. Tríp­ti­co rep­re­sen­tan­do una esce­na cos­tum­brista con her­mosas jóvenes japone­sas sobre fon­do dora­do que como el astro rey ilu­mi­na toda la estancia. Todos estos ele­men­tos com­po­nen la tar­je­ta de pre­sentación de este restau­rante del Bar­ri Gòtic barcelonés.

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Tríp­ti­co (par­cial) en  Mat­suri Restau­rante. Fotografía de José María Toro

Su car­ta se com­po­nen de mod­er­nas rec­etas del sureste asiáti­co inter­pre­tadas magis­tral­mente por las prodi­giosas manos de su chef Edo Komori, que apor­ta 20 años de expe­ri­en­cia en difer­entes restau­rantes de Nue­va York, Lon­dres, Tokio, Río de Janeiro, Sao Paulo y Milán. Ese recor­ri­do inter­na­cional le ha apor­ta­do may­or conocimien­to sobre la coci­na japone­sa, en par­tic­u­lar y la asiáti­ca, en gen­er­al. Nat­ur­al de Sao Paulo eligió Barcelona en el año 2000 para abrir su primer restau­rante de coci­na fusión, con mod­er­nas rec­etas del sureste del gran con­ti­nente que es Asia.

Como no podía ser de otra for­ma y por coheren­cia  con su filosofía de vida, el chef Komori ha prepara­do una nue­va car­ta “muy sal­va­je” cuyo pro­tag­o­nista prin­ci­pal y úni­co es el pesca­do sal­va­je de Alas­ka. No hay que ras­garse las vestiduras ni hac­er una trage­dia grie­ga porque no sea un pro­duc­to de prox­im­i­dad, de km. 0 ya que por des­gra­cia el ser humano ha ido con­t­a­m­i­nan­do nue­stros ríos más cer­canos y por eso ten­emos que recur­rir a pesca­dos tan lejanos que nos da la garan­tía de com­er lo que comían nue­stros antepasa­dos. Evi­den­te­mente ele­gir esta opción es ganar en sabor y  tex­tu­ra, además de la cal­i­dad de su carne que nada tiene que ver  con los peces que vienen de la pro­duc­ción de pis­ci­fac­torías, así de todas las con­se­cuen­cias neg­a­ti­vas para el medio ambi­ente que orig­i­nan este tipo de pro­duc­ción en cau­tive­rio. Alas­ka apues­ta por la pesca sostenible, por man­ten­er el eco­sis­tema, de tal man­era que un número impor­tante de salmones que han alcan­za­do la madurez sufi­ciente para des­o­var alcan­cen los ríos sin ser cap­tura­dos indis­crim­i­nada­mente, de man­era que las pobla­ciones de salmón se man­ten­gan y se ase­gure su super­viven­cia a largo pla­zo. El Alas­ka Board of Fish­eries jun­to con el Depart­ment of Fish and Game of Alas­ka super­visan y adju­di­can el número de cap­turas per­mi­ti­dos a la flota pesquera.

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Fotografía de José María Toro

Platos como el gunkan de cal­abacín, de salmón y de pepino estarán pre­sentes en ese esper­a­do menú… y has­ta aquí puedo leer, que decían los pre­sen­ta­dores en el tele­vi­si­vo con­cur­so del un, dos, tres… El próx­i­mo 18 de Noviem­bre se desve­larán todos los secre­tos en la cena pro­gra­ma­da sólo para los atre­v­i­dos, para los amantes de aven­turas, de dejarse sor­pren­der. Tick­ets a la ven­ta en Atrá­pa­lo

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Mat­suri Restau­rante Car­rer d’Avinyó, 44 Barcelona 08002 Telé­fono 931 417 232

Plaça de Regomir, 1 Barcelona 08002 Telé­fono 932 681 535

© 2016 José María Toro. All rights reserved.

Llorando por esos mundos

Soy llorona. Lo con­fieso sin pudor. Me con­mueve has­ta una hormi­ga coja. Cosas de la vida. Supon­go que por eso he der­ra­ma­do muchas lágri­mas por esos mun­dos de dios. A veces me han emo­ciona­do paisajes mem­o­rables,  de esos que cor­tan la res­piración y te hacen pen­sar que aún estás en la cama. En otras oca­siones, las per­sonas  que hab­it­a­ban esos lugares han sido la inspiración  de esos “hips, hips” épi­cos. Como quiera que sea, ahí van algu­nas de mis llan­ti­nas geográ­fi­cas más impo­nentes. Que con­ste que hay unas cuan­tas más pero no quiero abur­rir­les demasi­a­do con mis sol­lo­zos viajeros.

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San­ta María Novel­la (Flo­ren­cia) Fotografía de Noe­mi Martin

  1. Flo­ren­cia: des­cubrí el famoso “sín­drome de Stend­hal” en el via­je del Insti­tu­to. Iba pase­an­do alboro­ta­da por las calles de la ciu­dad toscana ‑cir­cun­stan­cia nor­mal cuan­do tienes  diecisi­ete años y estás con tus ami­gos–  cuan­do me tropecé con la Igle­sia de San­ta María Novel­la en una esquina.  No pude evi­tar­lo y me entró un telele de los grandes. El corazón a mil y alu­ci­nan­do con tan­ta belleza. Lag­ri­mones por doquier y la cara de póquer de  mis com­pañeros. He repeti­do la visi­ta a Flo­ren­cia en dos oca­siones más y en las dos, el mis­mo “par­raque”. Quién sabe si en otra vida me hinché a pas­ta y pizza.
  1. San Gimignano: seguimos en Italia. Fue en algu­na revista de via­jes que des­cubrí este pueblecito medieval rodea­do de mural­las y viñe­dos. Esta­ba entre mis vis­i­tas pen­di­entes des­de hacía mucho tiem­po. Hace unos meses pude cono­cer­lo y no me decep­cionó en abso­lu­to. No sé si fue el vino que me había toma­do momen­tos antes o la emo­ción atra­pa­da en la gar­gan­ta. Lo cier­to es que al cruzar la  Puer­ta de San Gio­van­ni con la male­ta en la mano, llovía a mares entre mis pestañas.
  1. Puente de Brook­lyn: atrav­es­ar el puente que une Nue­va York con Brook­lyn al anochecer es una expe­ri­en­cia mem­o­rable. Si lo haces un once de sep­tiem­bre después de vis­i­tar la” Zona Cero”, tu cora­zonci­to seguro que toca en la puerta.
  1. Auschwitz: Sobran las pal­abras. Recor­rer el may­or cam­po de exter­minio nazi de la his­to­ria, deja sin alien­to has­ta al alma más áspera. Bel­lo y terrible.
  1. San­ti­a­go de Chile: en esta ocasión las lágri­mas fueron de ale­gría. Y de la bue­na. Cono­cer a mi ami­ga Paula tras más de una déca­da de amis­tad cibernéti­ca hizo que me enam­orara de esta ciu­dad encan­ta­do­ra y  de sus mar­avil­losos habitantes.
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Per­i­to Moreno. Fotografía de Noe­mi Martin

  1. Per­i­to Moreno: en ple­na Patag­o­nia, una masa de hielo blan­ca y bril­lante se cuela en tus neu­ronas. El guía había avisa­do: esta es la “cur­va de los sus­piros”. Al doblar­la y des­cubrir uno de los glacia­res más her­moso del plan­e­ta, es inevitable pon­erse las gafas de sol y romper a llo­rar en silencio.
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El Faro del Fin del Mun­do. Fotografía de Noe­mi Martin

  1. El Faro del Fin del Mun­do: tam­bién en Argenti­na, per­di­do en un islote frente a las costas de Ushua­ia, este pequeño y tími­do faro deslum­bra por su sen­cillez rotun­da. Rodea­do de focas y aves emerge del mar y hace tem­blar tus cimientos.
  1. Tokio: en la cap­i­tal nipona lloré de can­san­cio después de veinte jor­nadas mara­to­ni­anas sin ape­nas poder dormir. Pero sobre todo lloré con dis­cre­ción el últi­mo día cuan­do nos des­ped­i­mos de Ikuko Yamasa­ki. Mi pri­mo y yo hici­mos “couch­surf­ing” en su casa (en tér­mi­nos colo­quiales quedarse de gor­ra donde te dejen) y cuan­do nos acom­pañó al metro rum­bo al aerop­uer­to nos dijo adiós con un abra­zo muy fuerte: una acción ines­per­a­da para el carác­ter japonés, poco dis­puesto a mostrar afec­tos de man­era tan evidente.
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Prisión de Alca­traz. San Fran­cis­co. Fotografía de Noe­mi Martin

  1. San Fran­cis­co: Sales cansadísi­ma del avión y unos policías con cara de “pit bull” te retienen durante más de dos horas sin dar expli­ca­ciones. Al final te dejan ir con la cabeza gacha y después un agente his­pano te cuen­ta que hay una fugi­ti­va con tu nom­bre. Sí, tam­bién se llo­ra un poquito de nervios y aliv­io cuan­do lle­gas sana y sal­va al hotel.
  1. Hol­ly­wood: Paseo de la fama. Entre las dos mil estrel­las que lo pueblan, encuen­tro la de Michael Jack­son. Me paro en seco, hago el “moon­walk”, can­to “Thriller” y, por supuesto, me emo­ciono has­ta las trancas.
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Gran Bar­rera de Coral (Aus­tralia) Fotografía de Noe­mi Martin

  1. Gran Bar­rera de Coral (Aus­tralia): sobrevolar en avione­ta el may­or arrecife turque­sa del plan­e­ta tiene miga. Sin gluten, por favor.  La mez­cla de col­ores nubla los sen­ti­dos. Una expe­ri­en­cia deslum­brado­ra que hay que ten­er antes de que el calen­tamien­to glob­al la haga imposible.
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Desayuno con vis­tas impagables en Cien­fue­gos (Cuba) Fotografía de Noe­mi Martin

  1. Cien­fue­gos (Cuba): Una ciu­dad pre­ciosa y una habitación en una casita famil­iar jun­to al Caribe autén­ti­co por trein­ta euros el día. Doña Dora, una cubana con muchos años que con­ta­ba his­to­rias reales mien­tras dis­frutabas de los mejores desayunos del mun­do en el embar­cadero.  ¿Cómo no des­pedirse de ella y de su hog­ar con un abra­zo cáli­do y lagrim­i­tas en los ojos?
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Fes­ti­val de Euro­visión 2016 en Esto­col­mo. Fotografía de la euro­fan Noe­mi Martin

  1. Esto­col­mo: En esta ciu­dad he llo­rado dos veces. La primera de frío. Ocho gra­dos bajo cero no se lle­van demasi­a­do bien,  más cuan­do vienes de Canarias y se te ha ocur­ri­do pasar la mañana en Skansen, un museo con ani­males al aire libre. Menos mal que el vino caliente espe­ci­a­do tiene efec­tos inmedi­atos cuan­do se toman un par de vasos segui­dos. La segun­da, en el  fes­ti­val de Euro­visión hace unos meses. Ese him­no tele­vi­si­vo de todos cono­ci­do, esas ban­deras alboro­tadas y esa “euro­fan” dan­do rien­da suelta a sus emo­ciones sin cor­tarse un pelo. El resul­ta­do: rímel embor­rona­do y unos cuan­tos kleenex  arru­ga­dos  en el bolsillo.

Has­ta aquí un resumen de mis llan­tos más son­ados. Mien­tras ideo una segun­da entre­ga, te reto a que, como yo,  hagas memo­ria via­jera. Seguro que tú tam­bién has llo­rado algu­na vez por esos mun­dos. ¿Lo recuerdas?

BSO Llo­rar y llo­rar de Vicente Fernández

© 2016 Noe­mi Mar­tin. Todos los dere­chos reservados.

 

Café con gatos

Si tu pequeño com­pañero de mesa te dice “miau” en lugar de “vale”; si la alfom­bra bajo tus pies está reple­ta de ratones de tela, plumeros y pelotas; si notas que una cola pelu­da se enre­da en tu tobil­lo y una lengua áspera te roza la mano, tran­qui­lo no has desem­bar­ca­do en Gatolan­dia pero sí en algo muy pare­ci­do: un “Cat Café”.

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Fotografía de Noe­mi Martin

El ori­gen de estos gar­i­tos feli­nos se encuen­tra en Taipei donde se abrió la primera cafetería gatu­na hace casi veinte años. La idea se extendió como la pólvo­ra (nun­ca mejor dicho) y llegó a Japón, un país amante de sus “nekos” como ninguno, donde ofi­cial­mente hay casi una trein­te­na. Sep­an ust­edes, para el archi­vo de “cul­turil­la gen­er­al”,  que el típi­co gato de la for­tu­na que venden en las tien­das de chi­nos, es en real­i­dad una tradi­ción impor­ta­da del País del Sol Naciente.

 

Aunque ya había pasa­do por la puer­ta de algu­na “can­ti­na con big­otes” en Lon­dres, Sin­ga­pur y Tokio, hace poco me decidí a entrar en el recién inau­gu­ra­do Cat Café de Mel­bourne. Después de unas sem­anas de via­je, me acord­a­ba mucho de mi gato, así que con mi curiosi­dad habit­u­al y sin áni­mo de susti­tuir­le, con­traté por Inter­net una cita de una hora con catorce mini­nos aus­tralianos total­mente descono­ci­dos. Sue­na fuerte, ¿ver­dad? La expe­ri­en­cia, des­de luego, es úni­ca. Una vez lle­gas a la recep­ción del Café  y com­prue­ban que has hecho la reser­va y el cor­re­spon­di­ente abono de diez dólares (unos siete euros), te colo­can una acred­itación al cuel­lo y te invi­tan a subir a la plan­ta de arri­ba. Antes, tienes que lavarte las manos con­cien­zu­da­mente, no vayas a infec­tar a alguno de los “res­i­dents” del Café. Ya en la parte alta te encon­trarás varias habita­ciones con mesi­tas y sil­lones para humanos pero tam­bién con juguetes para gatos, cuadros de gatos, libros de gatos y por supuesto muchísi­mos gatos cam­pan­do a sus anchas.  Alrede­dor de ellos, mujeres y niños en su may­oría, con ganas de jugar, rela­jarse y dis­fru­tar de un té o un café acari­cian­do a un feli­no lustroso.

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Fotografía de Noe­mi Martin

El Cat Cafe Mel­bourne, además de ser el primer local con gatos que se pone en mar­cha en Aus­tralia, es tam­bién una tien­da reple­ta de artilu­gios sor­pren­dentes para amantes de los mini­nos: des­de lápices y toal­las a camise­tas, bisutería  o fig­u­ri­tas varias.  Eso sí, sien­do obje­tivos, no esperes un café gourmet ni una tar­ta de choco­late para sibar­i­tas. En este lugar está claro que  lo impor­tante es el entorno y la com­pañía. Un con­se­jo: reser­va hora tem­pra­no, a ser posi­ble por la mañana. A las siete de la tarde, los pobres bichos, aunque sin duda viv­en como reyes, ya están un poco cansa­dos de tan­to “cuchi, cuchi”.

 

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Fotografía de Noe­mi Martin

Si después de leer estas pelu­das líneas, te han entra­do ganas de dejar a un lado el estrés y tomar  un capuc­ci­no con un mini­no car­iñoso y sobón, puedes vis­i­tarme. Mal­com, el gato más hedo­nista de este plan­e­ta, estará encan­ta­do de  hac­erte com­pañía. Si Tener­ife te que­da lejos de casa, en Madrid tienes La Gatote­ca, que ha cel­e­bra­do recien­te­mente su segun­do cumpleaños, y en Barcelona está a pun­to de abrir “Espai DeGats”, otro Cat Café sol­i­dario reple­to de ani­mal­i­tos que esper­an tu car­iño y tu posi­ble adopción.

 

¿Quién ha dicho “miau”?

BSO: Every­body wants to be a cat (del clási­co Dis­ney “Los Aristogatos”)

© 2015 Noe­mi Mar­tin. Todos los dere­chos reservados 

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