Si tu pequeño compañero de mesa te dice “miau” en lugar de “vale”; si la alfombra bajo tus pies está repleta de ratones de tela, plumeros y pelotas; si notas que una cola peluda se enreda en tu tobillo y una lengua áspera te roza la mano, tranquilo no has desembarcado en Gatolandia pero sí en algo muy parecido: un “Cat Café”.

Fotografía de Noemi Martin
El origen de estos garitos felinos se encuentra en Taipei donde se abrió la primera cafetería gatuna hace casi veinte años. La idea se extendió como la pólvora (nunca mejor dicho) y llegó a Japón, un país amante de sus “nekos” como ninguno, donde oficialmente hay casi una treintena. Sepan ustedes, para el archivo de “culturilla general”, que el típico gato de la fortuna que venden en las tiendas de chinos, es en realidad una tradición importada del País del Sol Naciente.
Aunque ya había pasado por la puerta de alguna “cantina con bigotes” en Londres, Singapur y Tokio, hace poco me decidí a entrar en el recién inaugurado Cat Café de Melbourne. Después de unas semanas de viaje, me acordaba mucho de mi gato, así que con mi curiosidad habitual y sin ánimo de sustituirle, contraté por Internet una cita de una hora con catorce mininos australianos totalmente desconocidos. Suena fuerte, ¿verdad? La experiencia, desde luego, es única. Una vez llegas a la recepción del Café y comprueban que has hecho la reserva y el correspondiente abono de diez dólares (unos siete euros), te colocan una acreditación al cuello y te invitan a subir a la planta de arriba. Antes, tienes que lavarte las manos concienzudamente, no vayas a infectar a alguno de los “residents” del Café. Ya en la parte alta te encontrarás varias habitaciones con mesitas y sillones para humanos pero también con juguetes para gatos, cuadros de gatos, libros de gatos y por supuesto muchísimos gatos campando a sus anchas. Alrededor de ellos, mujeres y niños en su mayoría, con ganas de jugar, relajarse y disfrutar de un té o un café acariciando a un felino lustroso.

Fotografía de Noemi Martin
El Cat Cafe Melbourne, además de ser el primer local con gatos que se pone en marcha en Australia, es también una tienda repleta de artilugios sorprendentes para amantes de los mininos: desde lápices y toallas a camisetas, bisutería o figuritas varias. Eso sí, siendo objetivos, no esperes un café gourmet ni una tarta de chocolate para sibaritas. En este lugar está claro que lo importante es el entorno y la compañía. Un consejo: reserva hora temprano, a ser posible por la mañana. A las siete de la tarde, los pobres bichos, aunque sin duda viven como reyes, ya están un poco cansados de tanto “cuchi, cuchi”.

Fotografía de Noemi Martin
Si después de leer estas peludas líneas, te han entrado ganas de dejar a un lado el estrés y tomar un capuccino con un minino cariñoso y sobón, puedes visitarme. Malcom, el gato más hedonista de este planeta, estará encantado de hacerte compañía. Si Tenerife te queda lejos de casa, en Madrid tienes La Gatoteca, que ha celebrado recientemente su segundo cumpleaños, y en Barcelona está a punto de abrir “Espai DeGats”, otro Cat Café solidario repleto de animalitos que esperan tu cariño y tu posible adopción.
¿Quién ha dicho “miau”?
BSO: Everybody wants to be a cat (del clásico Disney “Los Aristogatos”)
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