¡Sacúdete las pulgas: hoy es un día maravilloso!

 

 

Sacúdete las pul­gas. Hoy es un buen día para aban­donar la condi­ción de  per­ro calle­jero. Deja de vagabun­dear por el mun­do con la lengua fuera y cari­ta de pena. Tienes una vida entera para ser feliz.

 

Sacúdete las pul­gas. Abre los ojos. Hay tan­tas cosas que ver a tu alrede­dor. No es pre­ciso que cojas una male­ta y cruces el Océano. Vete al cine, a las mon­tañas, a la playa. Dis­fru­ta de la  genial exposi­ción de fotografía que aca­ban de inau­gu­rar. Lee. Sién­tate en un ban­co y sim­ple­mente mira a la gente que pasea. No estás per­di­en­do el tiem­po. Estás inundán­dote de luz.

 

Sacúdete las pul­gas, acti­va esas ore­jas y escucha con aten­ción. El plan­e­ta está reple­to de pre­ciosas notas musi­cales. Imprég­nate de jazz, de rock, de músi­ca de can­tau­tor… Pon la músi­ca que quieras y recréate en ella. Que entre en tus neu­ronas, que se cuele en cada una de tus célu­las y las llene de opti­mis­mo y alegría.

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Fotografía de Noe­mi Mar­tin. Hom­e­na­je a Kiko

 

Sacúdete las pul­gas y menea la cola con fuerza. Jue­ga, salta, baila. Haz deporte, cam­i­na. Ama. Y luego túm­bate un largo rato al sol. Sin prisas. Te lo mereces.

 

Sacúdete las pul­gas y mueve el hoci­co. Huele a tus hijos, a tu pare­ja, a tus sobri­nos. Olfatea las flo­res y el mar. Son­ríe. Res­pi­ra. Deja de com­er por­querías. Cuí­date. Toma ali­men­tos que te gusten y que no te enfer­men. Llé­nate de col­ores y sabores. Y tam­bién deléi­tate sin remordimien­tos con una cena rica y un vino deli­cioso. Si es en bue­na com­pañía te sen­tará de mar­avil­la.  Ati­bór­rate de vida.

 

Sacúdete las pul­gas y ladra bien fuerte. Que te oigan todos. Comuní­cate. Salu­da por las mañanas. Can­ta por las tardes. Habla con tus com­pañeros, con tus ami­gos, con la famil­ia. Llá­male de una vez. Que­da para tomar un café calen­ti­to  y habla, habla y habla. Vacía tu corazón y cól­ma­lo de entusiasmo.

 

Sacúdete las pul­gas. Ha lle­ga­do el momen­to de dejar de ser un per­ro aban­don­a­do. Alé­jate del con­tene­dor de la basura. Date una bue­na ducha y cepíl­late a fon­do. Hoy es un día mar­avil­loso. Por fin tienes dueño. Y el dueño eres tú.

BSO de este post It’s a beau­ti­ful day por Michael Bublé

© 2015 Noe­mi Mar­tin. Todos los dere­chos reservados 

 

Vino para dos. Capítulo 4

 

El ascen­sor tardó menos de medio min­u­to en lle­gar al últi­mo piso. Los trein­ta segun­dos del trayec­to has­ta el áti­co de Jai se con­virtieron en mi ascen­so par­tic­u­lar al Anna­pur­na. Me falta­ba el oxígeno y el pul­so enlo­quecía. No había vuelta atrás y me sen­tía una mez­cla entre Fri­da Kalho, Evi­ta Perón y un gal­go desvalido. 

Cuan­do llegué a mi des­ti­no me recibió una son­risa inmac­u­la­da y un beso en la mejil­la. El rel­lano olía a romero, almen­dra mol­i­da y miel de pal­ma. El cuel­lo de Jai a una del­i­ca­da mez­cla de sán­da­lo y nuez mosca­da. Se había deja­do una bar­ba tenue y vestía camise­ta blan­ca y vaque­ros oscuros. And­a­ba descal­zo sobre el par­qué de madera y como en un hog­ar japonés me invitó a dejar las san­dalias de tacón en la entra­da. Yo me había quita­do mi habit­u­al cole­ta y tenía los labios pin­ta­dos de col­or granate. Llev­a­ba un vesti­do de flo­recitas con escote sutil, un chal de hilo y mi pulsera de oliv­ina y coral. 

El aparta­men­to era pequeño pero des­de la puer­ta se divis­a­ba una deli­ciosa ter­raza con vis­tas al mar y una mesi­ta con velas. Mi hom­bre soli­tario me dio la bien­veni­da y puso una copa de vino bril­lante y afru­ta­do en mis manos. Brindamos por la noche que comen­z­a­ba mien­tras de fon­do son­a­ba “When you´re smil­ing” con la voz ron­ca de Louis Armstrong. 

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Fotografía de Noe­mi Martin

Bas­taron dos tra­gos y el aro­ma a flo­res fres­cas de aquel vino trans­par­ente para empezar a rela­jarme y dis­fru­tar de la cena. Jai había prepara­do una fusión espec­tac­u­lar en la que com­bin­a­ba que­so de cabra con miel y fru­tos sec­os, una cre­ma de beren­je­nas y comi­no, ensal­a­da con man­go y agua­cate y un exquis­i­to pesca­do a la sal. De postre: hela­do de plá­tano con canela y choco­late caliente. No podía pedir más. 

Cuan­do nos sen­ta­mos, fui direc­ta. Le pre­gun­té sin dilación de dónde  venía y cuán­do había lle­ga­do a Tener­ife. El viernes ante­ri­or, en nues­tra ter­raza, habíamos habla­do de muchas cosas pero sin dar detalles per­son­ales. Ya era hora de empezar a desve­lar secre­tos. Es una his­to­ria larga pero no ten­go prob­le­ma en con­tártela poco a poco. Hoy me tomo la noche libre, me dijo.Yo tam­bién quiero saber de ti.  

La vela­da me regaló un tin­to joven, un mal­vasía espumoso y algu­nas con­fi­den­cias que empezaron a trazar la figu­ra de mi anfitrión. La primera de ellas tenía que ver con el ori­gen de su nom­bre que sor­pre­si­va­mente sig­nifi­ca­ba “vida” en hebreo. Jai había naci­do en Argenti­na pero sus abue­los pro­cedían del Berlín nazi del que habían escapa­do en los años trein­ta. Más tarde, su madre había emi­gra­do de Buenos Aires a Esta­dos Unidos lle­van­do a Jai con­si­go, jus­to antes de que estal­lara la dic­tadu­ra del seten­ta y seis. Aho­ra, le toca­ba a él huir. Por eso, llev­a­ba dos años desha­cien­do male­tas y ya cansa­do de recor­rer el mun­do a solas, había deci­di­do parar y refu­gia­rse en la Isla durante un tiempo.

Mien­tras tomábamos un espres­so frente al Atlán­ti­co, me con­fesó que se había per­cata­do de mi pres­en­cia des­de el primer día que coin­cidi­mos y que unas sem­anas más tarde, uno de los camareros al que había deja­do la tar­je­ta de crédi­to para pagar, le había rev­e­la­do mi nom­bre, después de insi­s­tir mucho. Nos reí­mos a car­ca­jadas cuan­do me dijo que era idén­ti­ca a una de sus actri­ces favoritas ‑Jen­nifer Jones- y yo le con­té que cada vez que le mira­ba, me acord­a­ba de Gre­go­ry Peck. Así que prome­ti­mos ver jun­tos “Due­lo al sol” y seguir com­par­tien­do vinos y enigmas.

La noche avan­z­a­ba. Empez­a­ba a cor­rer un poco de brisa y le pedí a Jai que me tra­jera el chal. Me sen­tía afor­tu­na­da pero tenía miedo de ser la pro­tag­o­nista de una pelícu­la con final cru­el, como me pasa­ba siem­pre. Tan­tos libros de psi­cología y tan­tos con­se­jos a los demás para que mis temores comen­zaran a perseguirme otra vez. Quería salir cor­rien­do. Miré hacia la puer­ta y ahí esta­ba él con mi pañue­lo y su son­risa níti­da. Vino hacia mí. En su pre­cioso tocadis­cos antiguo había puesto “Lover Man” y Bil­lie Hol­i­day la canta­ba para nosotros. 

Bso de este post Lover Man tema de Bil­lie Holiday

© 2015 Noe­mi Mar­tin. Todos los dere­chos reservados 

 

Alma de Protos en el restaurante Bardot de Barcelona

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Inte­ri­or del Restau­rante Bardot

Cuan­do el enól­o­go y todo su equipo téc­ni­co se marchan a des­cansar después de una jor­na­da lab­o­ral, es el momen­to que el duende que se esconde entre las bar­ri­c­as de los grandes reser­vas, su lugar preferi­do para pasar desapercibido, se pon­ga a tra­ba­jar miman­do las uvas recién entradas en la bode­ga, si es el caso, y/o vig­i­lan­do las levaduras para que fer­menten cor­rec­ta­mente en los depósi­tos de acero inox­id­able. En algún momen­to de la noche tam­bién se dará un paseo por las galerías sub­ter­ráneas que recor­ren el inte­ri­or de la mon­taña en cuya cum­bre se alza, inex­pugnable y majes­tu­oso a los 4 vien­tos, el castil­lo for­t­aleza de Peñafiel, con su silue­ta alarga­da sim­u­lan­do una nave dis­pues­ta a zarpar y sur­car los Campos de Castil­la*. Ese duende que a veces, y sólo a veces, irá a la nue­va bode­ga, dis­eña­da por el arqui­tec­to Richard Rogers, a vis­i­tar al otro duende que vive allí, que habla una mez­cla de ital­iano e inglés, y que lo dejó el barón Rogers de River­side cuan­do acabó la obra.

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Verde­jo 2014 de Bode­gas Pro­tos en la D.O. Rueda

Ese duende, el primero (como el nom­bre de la bode­ga en griego), es el que está acom­pañan­do a la del­e­gación com­er­cial de Bode­gas Pro­tos en su visi­ta por difer­entes restau­rantes de la geografía españo­la para acer­car “sus vinos” al con­sum­i­dor final. Y como un polizón se coló en la male­ta del direc­tor com­er­cial para no perder­se ni un detalle de las difer­entes expe­ri­en­cias, y fue en el barcelonés restau­rante Bar­dot donde lo conocí y me ayudó a pro­fun­dizar aún más en su historia.

 

El restau­rante Bar­dot está situ­a­do en esa priv­i­le­gia­da zona peaton­al del final de la calle Enrique Grana­dos a un tiro de piedra de la Avda. Diag­o­nal. Sus mesas la ocu­pan financieros, abo­ga­dos, hip­sters y  bobo,s (bour­geois-bohème) gourmets. De capri­chosa plan­ta en for­ma de “u”, tiene la calidez de los bistrots parisi­nos, una bue­na selec­ción de platos, un envidi­a­ble catál­o­go de vinos y para los amantes de la cerveza un buen tirador conec­ta­do a dos tan­ques de Estrel­la Gali­cia sus­pendi­dos del techo.

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Pro­tos Cri­an­za 2014 “Mues­tra” D.O. Rib­era del Duero

La cata comen­ta­da y armo­niza­da con los platos de la coci­na de Bar­dot comen­zó con una primera copa, a modo de aper­i­ti­vo, con el verde­jo de la D.O. Rue­da, que se tomó de for­ma dis­ten­di­da en la puer­ta del restau­rante, rico en aro­mas de man­zana, fru­ta trop­i­cal y con un fon­do her­báceo. De la mis­ma denom­i­nación de ori­gen tam­bién probamos el verde­jo con un año de bar­ri­ca, sobre­salien­do las notas de las levaduras dán­dole ese car­ac­terís­ti­co aro­ma a pan. Ya en la mesa comen­zaron a salir los difer­entes tipos que se elab­o­ran en la D.O. Rib­era del Duero, empezan­do con una prim­i­cia y que todavía está en bar­ri­ca: el Cri­an­za 2014 que sal­drá a la ven­ta el próx­i­mo enero del 2016. Un vino que a pesar de su juven­tud ya apun­ta man­eras con sus aro­mas a fru­tas del bosque rojas y negras, tam­bién de carame­lo y bal­sámi­cas a medi­da que se fue abrien­do, acom­pañan­do a un pla­to de cala­mar a la plan­cha sobre lecho de habitas con­fi­tadas y cebol­la carameliza­da. El segun­do en pro­bar fue el Cri­an­za 2012 elab­o­ra­do con cepas de 20 a 50 años, y que después de 14 meses de bar­ri­ca se le han queda­do aro­mas de espe­cias y vainil­la, man­tenién­dose la fru­ta roja del bosque y regal­iz. Her­mana­do con ravi­o­lis de foie y sal­sa agridulce. El sigu­iente fue un Reser­va 2011 con aro­mas de choco­late, y casa­do con un risot­to de ceps y panc­eta ibéri­ca. El cuar­to fue un Gran Reser­va 2006, pre­vi­a­mente decanta­do dos horas antes para oxi­ge­narlo y encon­trarnos con esas notas de cuero, taba­co, café, resina y con­fi­tu­ra de higos proven­za­les ennovi­a­do con un rabo de toro deshue­sa­do al vino. El quin­to de la noche fue un Gran Reser­va 2001 clasi­fi­ca­do como exce­lente, de cepas muy selec­cionadas, y con fer­mentación en bar­ri­c­as de 500 litros, pre­dom­i­nan­do las notas de choco­late y min­erales.  Para finalizar una botel­la de la Fin­ca el Gra­jo Viejo 2012 de fer­mentación en bar­ri­ca france­sa con pre­do­minio de los tosta­dos y choco­late negro.

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Pro­tos Gran Reser­va 2006 D.O. Rib­era del Duero

Ese duende, de curiosi­dad infini­ta y de adaptación camaleóni­ca a los nuevos tiem­pos, viene pisan­do fuerte para con­ta­giar a todo el mun­do mundi­al por la pasión que siente por sus vinos, se lla­ma #Almade­Pro­tos

*Cam­pos de Castil­la es un libro de poesía de nue­stro inmor­tal escritor Anto­nio Macha­do.

BSO de este post es el ínti­mo tema Pho­to­graph de Ed Sheeran.

© 2015 José María Toro. Todos los dere­chos reservados

 

Vino para dos. Capítulo 3

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Fotografía de Noe­mi Martin

 

No pude aguan­tar a lle­gar a casa para com­pro­bar el resul­ta­do del “test de com­pat­i­bil­i­dad”. Era inca­paz de lev­an­tarme de la mesa. Aunque había dicho que no quería postre, llamé ansiosa al camarero y le pedí un hela­do de tru­fa y amaret­to. ¡Qué sea enorme, por favor! Sólo cuan­do me lo tra­jo y me tomé dos cucharadas bien grandes, pude abrir el papel. 

Fui repasan­do una a una las pre­gun­tas y des­cubrí la solu­ción al enig­ma con una car­ca­ja­da nerviosa: ocho de diez. Nues­tra úni­ca desave­nen­cia era lit­er­aria. Yo era de El Prin­cip­i­to y él de Peter Pan. A mi me encanta­ba Muraka­mi y el prefer­ía a Paul Auster. Deba­jo de las  cues­tiones una nota: “Estoy seguro de que coin­cidi­re­mos, Ana. No puede ser de otra for­ma. Te espero el próx­i­mo viernes a las nueve pero esta vez coci­no yo. No traigas nada, sólo tus ojos”. Además, un nom­bre: Jai Ack­er­man y una direc­ción en un bloque de aparta­men­tos frente al Atlán­ti­co, jun­to a la ter­raza en la que nos encon­trábamos cada semana.

Por fin empez­a­ba a cono­cer detalles del mis­te­rioso hom­bre de los viernes que resul­ta que sabía como me llam­a­ba y con­fi­a­ba ple­na­mente en que éramos afines. Me sen­tía pletóri­ca y agi­ta­da como una coctel­era. Esto se merecía un brindis. Tele­foneé a Nora, mi com­pañera en el Gabi­nete Psi­cológi­co y le con­té las últi­mas noti­cias. Le pedí que viniera urgen­te­mente pero era imposi­ble. Me solía pasar des­de que me había sep­a­ra­do seis meses atrás, después de siete años de relación. Todas mis ami­gas tenían hijos pequeños o esta­ban casadas. Un viernes a las diez de la noche y sin pre­vio avi­so, era quiméri­co encon­trar a algu­na sin planes domés­ti­cos. Así que me quedé con­mi­go mis­ma, mis trein­ta y ocho años recién cumpli­dos, un gin ton­ic con fram­bue­sas y el corazón latien­do a todo gas. 

Cuan­do me rela­jé un poco, pen­sé en el próx­i­mo encuen­tro. Quizá la idea era demasi­a­do atre­v­i­da. Meterme en casa de un descono­ci­do con nom­bre extran­jero al que, como a mí, le gusta­ban los crois­sants, el vino tin­to y un atarde­cer en África o en Roma comien­do lan­gos­ta, a ser posi­ble. Nece­sita­ba saber más cosas de Jai Ack­er­man. La his­to­ria empez­a­ba a tomar forma. 

Pedí la cuen­ta y cogí el coche. Llegué al aparcamien­to y cam­iné por la aveni­da jun­to al mar un buen rato. La brisa me daba en la cara pero no me importa­ba. Me dor­mí escuchan­do jazz, como casi siem­pre, pero esta vez después de tomarme una bue­na infusión de tila. Ojalá la sem­ana pasara ráp­i­da. No podía esper­ar tan­to tiem­po para verle.

Al final, tuve suerte. Los días se fueron volan­do. El tra­ba­jo me impidió pen­sar demasi­a­do. Las noches las pasé leyen­do Peter Pan y soñan­do en recor­rer “el País de Nun­ca Jamás”, enam­ora­da de nuevo. 

De repente esta­ba deba­jo de la puer­ta de Jai. Era viernes, mi reloj indi­ca­ba las nueve en pun­to. Sólo llev­a­ba mis ojos y unas increíbles ganas de pasar una noche inolvid­able. Inspiré fuerte, solté el aire y como Mar­lon Bran­do en el Padri­no, me dije en voz alta: “Le haré una ofer­ta que no podrá rechazar”.

Acto segui­do, toqué el tim­bre del portero automáti­co, se abrió la puer­ta, entré y cogí el ascensor. 

BSO: de El Padri­no Love Theme 

© 2015 Noe­mi Mar­tin. Todos los dere­chos reservados

 

 

 

Intuición e imaginación en la Experiencia Verema BCN 2015

Una primera incur­sión en la expe­ri­en­cia Vere­ma Barcelona ante más de 100 bode­gas disponibles para catar, puede provo­car en el neó­fi­to a este tipo de even­tos un colap­so de tal mag­ni­tud que deshon­raría al mis­mísi­mo Baco…Así, y para no perder el norte, en el incom­pa­ra­ble mar­co de una de las salas de este mon­u­men­to civ­il de esti­lo góti­co que es el Museu Marí­tim de la Ciu­dad Con­dal, me dejé lle­var por la intu­ición, esa vir­tud no siem­pre desar­rol­la­da y tra­ba­ja­da, de escuchar el inte­ri­or de cada uno, y en este caso, percibir dónde debían diri­girse mis pasos ante tan­ta ofer­ta. Una vez más me rindo ante su innegable acierto.

De las 10 bode­gas degus­tadas con mod­eración, desta­co 2 de ellas porque tenían duende en sus pro­duc­tos,  y en defin­i­ti­va porque ofrecían vina­zos para descubrir.

La primera fue la mal­lorquina Es Fan­gar cuyo rep­re­sen­tante des­ti­l­a­ba autén­ti­ca pasión por sus vinos y su tier­ra. Orgul­loso como un padre de sus uvas autóc­tonas de la zona que tra­ba­ja­ba: man­to negro, cal­let, girò blanc y pren­sal. Degusté un mag­ní­fi­co blan­co “Sa Fita” con 4 meses en sus lías a base de pren­sal, chardon­nay y mus­cat. Sen­sa­ciones de fru­tas como el mem­bril­lo, seco en boca y un ligero final dulzón. De la mis­ma bode­ga “Lo Cortinel.lo”, el rosa­do “Twen­ty Twelve” y “El.lements” para acabar con su vino estrel­la,  el cor­pu­len­to “N’A­ma­rat”. Un vino elab­o­ra­do con man­to negro, cal­let y caber­net sauvi­gnon, con notas ahu­madas, en boca era ele­gante, exóti­co, para tomar en un atarde­cer de otoño en el mal­lorquín acan­ti­la­do de la playa Caló des Moro, cuan­do el hor­i­zonte se tiñe de col­ores roji­zos… Cier­ro los ojos y puedo via­jar men­tal­mente a esa pre­ciosa isla… ¡Umm!… ¡sólo pensarlo!…Lo resumo con las pal­abras de la bode­ga que usa para su etiqueta:

 “Faith will show you the way to reach the sacred N’A­ma­rat , you will find a King­dom, rich land and glow­ing heath”. 

“La fe te mostrará el camino para encon­tar al San­to N’Amarat, des­cubrirás un reino, una tier­ra rica y res­p­lan­de­ciente de salud “.

 

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Vinos de las Bode­gas San Alejandro

 

La sigu­iente que me llamó poderosa­mente la aten­ción fue la Bode­gas San Ale­jan­dro de la D.O.Calatayud. Una bode­ga que rinde trib­u­to a Bal­tasar Gracián, el gran escritor bar­ro­co autor de El Arte de la pru­den­cia -esa vir­tud tan poco teni­da en cuen­ta hoy en día y que bien val­dría su lec­tura en los cole­gios para los jóvenes y como libro de cabecera para más de un adul­to- y asimis­mo padre de la céle­bre y recur­ri­da sen­ten­cia “Lo bueno, si breve, dos veces bueno”. Y en hon­or de este desta­ca­do paisano, naci­do a esca­sos 8 kms. de la bode­ga, toman presta­do su nom­bre y se lo han asig­na­do a una línea de vinos elab­o­ra­dos con uva gar­nacha. Vinos que expre­san su cli­ma con­ti­nen­tal, con grandes difer­en­cias tér­mi­cas entre esta­ciones y tam­biénde la noche al día, que le da carác­ter, lo que viene sien­do un vino de ter­roir. Sus vinos refle­jan el paisaje que rodea la bode­ga. La rep­re­sen­tante del estand, Vir­ginia, der­rocha­ba entu­si­as­mo al hablar car­iñosa­mente de su pro­duc­to.  Cuan­do pens­a­ba que los había cata­do todos, Vir­ginia me sugir­ió que  probase el últi­mo: la “Gar­nacha Náti­va 2011 “, un rega­lo para los sen­ti­dos … que la nat­u­raleza, si la tratas bien, te lo da gen­erosa­mente, y esos viñe­dos de más de 80 años a 900 met­ros de alti­tud te hacen lev­i­tar, casi tocar con la pun­ta de los dedos el cielo azul… Imag­i­naros allí, un mediodía solea­do de este veranil­lo de San Martín que pron­to se acabará, copa en mano …Y para expre­sarme mejor recur­ro una vez más al jesui­ta lit­er­a­to Bal­tasar Gracián: “Son los ímpe­tus de las pasiones deslizadores de la cor­du­ra, y allí es el ries­go de perderse”.

Escri­bo estas cua­tro líneas, ¿o quizás son algu­nas más?, de lo que fue mi expe­ri­en­cia en Vere­ma BCN. Una tarde mem­o­rable de un lunes cualquiera de noviem­bre, de esos difí­ciles de digerir, que hizo más agrad­able el comien­zo de sem­ana gra­cias a mi intu­ición e imaginación…

 

BSO :I don’t like Mon­days de Boom­town Rats. Tema que ni anil­lo al dedo para esos lunes que pasan de pun­til­las por nues­tras vidas y sobre todo por lo que mila­grosa­mente nos sal­van toda la semana.

© 2015 Jor­di Mon­toliu. Todos los dere­chos reservados

Gastro-rimes al Restaurant Semproniana de Barcelona

Hemos asis­ti­do en el restau­rant Sem­pro­ni­ana de Barcelona a una mez­cla de géneros entre cabaret, bur­lesque, street art y rap, en un espec­tácu­lo rela­ciona­do con la gas­tronomía basa­do en sonidos que todos ten­emos en nues­tra memo­ria y poe­mas que hemos escucha­do muchas veces y que sin darnos cuen­ta for­man parte de nue­stro cotid­i­ano día a día. Las gas­tro-rimes no son más que la con­se­cuen­cia de alguien que con­cibe la coci­na como un ele­men­to creador, un ingre­di­ente enrique­ce­dor del alma. Como dice la pro­tag­o­nista femeni­na de este espec­tácu­lo, Lali Feliu, “Yo no coci­no platos, yo los escribo”.
Gas­tro-rimes es una prop­ues­ta con músi­ca en direc­to, donde la cor­ta dis­tan­cia lle­ga a ser como en la vida mis­ma, lo que der­rum­ba muros y nos hace saltar bar­reras. Cada poe­ma nos trans­porta a un lugar nue­vo, donde nos podemos ver refle­ja­dos, si quer­e­mos claro.
Son tex­tos fres­cos, sin arti­fi­cios, con ese pun­to fil­ipino que nos gus­ta, para sabore­ar­los lenta y pau­sada­mente. La músi­ca se con­vierte una vez más en la sal­sa del pla­to, en el com­ple­men­to de la pues­ta en esce­na, en aquél ingre­di­ente que sin destacar, armo­niza los sabores. El clar­inete, el saxo, la flau­ta melódi­ca y su intér­prete, el músi­co, ocu­pa un rol a veces secun­dario y al mis­mo tiem­po pro­tag­o­nista mitad por mitad. No se puede enten­der este espec­tácu­lo sin dos grandes artis­tas detrás, el gran tra­ba­jo de Lali Feliu se com­ple­men­ta con el tra­ba­jo de Miquel Fer­ret, lo cual no deja de con­fir­mar aque­l­lo de que lo pequeño es her­moso e importante.
Este teatro cabaret gas­tronómi­co es para dis­fru­tar­lo en petit comité, en esa ver­sión de pequeño for­ma­to e ínti­mo, en bue­na com­pañía, y con el espíritu abier­to a todos los sen­ti­dos. Sen­cil­la­mente deli­ciosas his­to­rias y músi­cas que van direc­tas de la ore­ja al pal­adar para dis­fru­tar y salivar.
Domin­gos de Noviem­bre 2015 a las 20h. El pre­cio de 12 euros incluye tapa de la chef Ada Par­el­la­da y degustación. En el Restau­rant Sem­pro­ni­ana del Car­rer del Rossel­ló, 148 de Barcelona. Rep­re­sentación en lengua catalana.
© 2015 Ricard Barceló. Todos los dere­chos reservados.
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Las Gas­tro-rimes en el restau­rant Sem­pro­ni­ana de Barcelona. Fotografía de Ricard Barceló

Hem assis­tit a una peti­ta bar­re­ja de teatre entre cabaret, bur­lesque, street art i rap, on els sons que tots ten­im a la memòria, poemes que hem sen­tit més d’un cop i que sense conèix­er-les, es fan quo­tid­i­ans. Les gas­tro-rimes no són més que la con­se­qüèn­cia d’al­gú que ha paït la cuina com un ele­ment creador, com un ingre­di­ent guar­i­dor de l’àn­i­ma. Com diu la pro­tag­o­nista, la Lali Feliu, “Jo no cuino plats, jo els escric”.

Gas­tro-rimes és una pro­pos­ta amb so orig­i­nal i en directe, on la cur­ta dis­tan­cia, esde­vé com en la vida mateixa, allò que salta marges i tren­ca murs. Cada poe­ma ens trans­porta a un indret nou, on ens podem veure reflec­tits, si volem. Són tex­tos fres­cos, sense arti­fi­cis, amb el seu punt d’al­lò que ens agra­da, per ass­a­borir-los lenta­ment i pausadament.

La músi­ca es con­verteix un cop més en la sal­sa del plat, en el com­ple­ment de la posa­da en esce­na, en aque­ll ingre­di­ent que sense destacar, arrodoneix els sabors. El clar­inet, el saxo, la flau­ta melòdi­ca i el per­son­atge del músic, alho­ra secun­dari i al mateix temps pro­tag­o­nista al 50%. No es pot enten­dre aque­st espec­ta­cle sense uns grans artistes al dar­rere, el gran tre­ball de l’ac­triu Lali Feliu es com­ple­men­ta amb la feina ben feta del músic Miquel Fer­ret, que no deixa de con­fir­mar allò de què el petit és for­mós i important.

Aque­st teatre cabaret gas­tronòmic és per gaudir-ho a cur­ta dis­tàn­cia, en bona com­pa­nyia i amb l’es­per­it obert als sen­tits. Sen­zil­la­ment deli­cios­es històries i músiques que van directes de l’orel­la al pal­adar per gaudir i salivar.

Diu­menges de Novem­bre 2015 a les 20 h. El preu de 12 euros inclou tapa de la xef Ada Par­el­la­da i con­sum­i­ció. En el Restau­rant Sem­pro­ni­ana  del car­rer del Rossel­ló, 148 de Barcelona. Rep­re­sentació en llen­gua catalana.

© 2015 Ricard Barceló. Tots els drets reservats.

Vino para dos. Capítulo 2

Se lev­an­tó, son­rió y me dio la mano unos segundos.

-Me he toma­do la lib­er­tad de pedir la cena. Después de catorce sem­anas mirán­dote a escon­di­das mien­tras comes y sueñas, creo que sé lo que te gusta

Su castel­lano son­a­ba lejano y suave. Esta­ba claro que no era español pero me sen­tía inca­paz de iden­ti­ficar la proce­den­cia del acen­to. Su mira­da firme y esas pes­tañas inmen­sas enmar­cán­dola me impedían agudizar el oído.

-Mien­tras traen los platos, si te parece bien, te pro­pon­go un juego. Con­teste­mos estas pre­gun­tas e inter­cam­biemos los pape­les al final del encuen­tro. Los abrire­mos, por sep­a­ra­do, cada uno en su casa. Si coin­cidi­mos en al menos la mitad de las respues­tas, volver­e­mos a encon­trarnos el próx­i­mo viernes a la mis­ma hora. Si no, mejor seguir comien­do a solas. ¿Te atreves? Sólo ten­emos cin­co min­u­tos para responder.

 Aunque nun­ca he sido demasi­a­do osa­da, acep­té el reto sin opon­er resisten­cia. Reconoz­co que me molesta­ba que este tipo, que ni siquiera me había dicho su nom­bre, quisiera ten­er­lo todo tan con­tro­la­do pero tam­bién me pre­ocu­pa­ba mucho no enca­jar en su cues­tionario extravagante.

Abrí el sobre ráp­i­da­mente y con­testé a las diez pre­gun­tas en el tiem­po estip­u­la­do. Para ello acer­có a mis dedos, mien­tras los roz­a­ba con suavi­dad, una increíble pluma de esti­lo mod­ernista. Hacía muchísi­mos años que no escribía con pluma, creo que des­de las car­tas de amor de mi ado­les­cen­cia. Todo era sor­pren­dente. Me sen­tía den­tro de una pelícu­la estram­bóti­ca pero me gusta­ba cor­rer el ries­go y, sobre todo, aunque pareciera una locu­ra, era feliz.

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Fotografía de Noe­mi Martin

Los inter­ro­gantes que deter­mi­narían la posi­bil­i­dad de nues­tra sigu­iente cita esta­ban escritos a mano, con la mis­ma letra encan­ta­do­ra de la primera nota. 

¿Blan­co o tinto?

¿Roma o Paris?

¿Auster o Murakami?

¿Peter Pan o El Principito? 

¿Crois­sant o tostadas?

¿Foie o langosta?

¿Nina Simone o Ella Fitzgerald?

¿Blade Run­ner o El Padrino?

¿África o Asia?

¿Atarde­cer o amanecer?

Después de con­tes­tar a todas las cues­tiones sin pen­sar demasi­a­do, el camarero empezó a servir la cena. Acier­to pleno:  tres platos ligeros para com­par­tir y un vino canario deli­cioso del que no sobró una gota. Una hora jus­ta. En el min­u­to sesen­ta llegó la cuen­ta. En el sesen­ta y uno cogió su cartera y pagó. Me dijo que tenía irse pron­to, como siem­pre. Sin más detalles. No me pre­gun­tó mi nom­bre. Yo tam­poco el suyo.

Hablam­os del plac­er de vivir, de la músi­ca que son­a­ba, de la luna llena. Remem­o­ramos via­jes y escapadas sub­limes. Sólo una hora pero los sesen­ta min­u­tos más radi­antes de mi exis­ten­cia. Me sen­tía tan bien. Al des­pedirse puso el papel con sus respues­tas en mi mano. Cogió el mío y me miró a los ojos. Esbozó una son­risa jugue­t­ona. 

-Has­ta el viernes que viene… o no

La BSO es Feel­ing Good por Nina Simone y sue­na mien­tras ambos rel­lenan el “cues­tionario”

© 2015 Noe­mi Mar­tin. Todos los dere­chos reservados

 

    

Música, maestro! En el Restaurante Acqua e Sale

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Entra­da Restau­rante Acqua e Sale

“Il bere tri­on­farà sem­pre sul male” Alcol­ista anón­i­mo. Car­tel de la entra­da a modo de máx­i­ma que define la filosofía de la casa.

Dis­fru­tar de una emba­ja­da de las míti­cas oste­rias ital­ianas es todo un rega­lo para Barcelona, en gen­er­al, y para el Poble Nou, en par­tic­u­lar. El restau­rante Acqua e Sale está situ­a­do en este vibrante bar­rio barcelonés. Un dis­tri­to en con­tin­ua trans­for­ma­ción, donde con­viv­en antigu­os almacenes de mer­cancías de un pasa­do más indus­tri­al con otros recon­ver­tidos en el mun­do vir­tu­al y dig­i­tal, casas dec­i­monóni­cas con otras de rabiosa mod­ernidad, así como su con­se­cuente ren­o­vación demográ­fi­ca con un gran peso de población foránea.

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Entra­da con la mesa de los antipasti

La entra­da al local es ya un buen recibimien­to, un pre­sa­gio de lo que ven­drá después, com­puesto de una mesa alta reple­ta de un col­ori­do y gen­eroso sur­tido de antipasti:  mor­tadel­la Bologna de la pres­ti­giosa y recono­ci­da mar­ca Negri­ni, for­mag­gio de altura -de famil­ia lejana de los parmegiano reg­giano pero con un sabor más del­i­ca­do y cremoso‑, y cora­zones de alca­chofas entre otras del­i­cadezas del país de la bota. Detrás una pequeña bib­liote­ca con una bue­na colec­ción de libros de jurispru­den­cia alter­nan­do con otros de aven­tu­ra, de intri­ga, de his­to­ria y por supuesto de romances,  l’amore è sem­pre pre­sente nel­la nos­tra vita.

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Dec­o­ración con libros, vini­los y carteras vintage

El ras­gueo de una gui­tar­ra clási­ca acom­pañan­do a una deli­ciosa voz de una bel­la can­tante de ojos mag­néti­cos invi­ta a sen­tarse y dis­fru­tar con esta expe­ri­en­cia gas­tronómi­ca domini­cal mien­tras la melodía de O Sole mio endulza mi oídos y me trans­porta imag­i­nar­i­a­mente en un fugaz recor­ri­do ‑lo que duró la can­ción- por el país de los Appen­ni­ni. Des­de sus famosas escali­natas de la Piaz­za di Spagna, donde he prac­ti­ca­do más de una vez ese dolce far niente con­tem­p­lan­do a la gente cam­i­nan­do de un lado a otro, pasan­do por algún impre­sio­n­ante palaz­zo obra del genial arqui­tec­to Pal­la­dio, has­ta pararme en alguno de los seduc­tores escaparates de los grandes modis­tos de la Via del­la Spi­ga milanés.

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Vinos ital­ianos degustados

Des­de mi estratég­i­ca mesa, jus­to en el epi­cen­tro del come­dor, pude obser­var con gran deten­imien­to el resto de comen­sales y los platos que habían pedi­do. En un rincón una pare­ja de acarame­la­dos enam­ora­dos comién­dose a besos y tam­bién una strasci­nati al nero con ragu di polipo, mien­tras se jura­ban pal­abras de amor eter­no ‑seguro que habían cumpli­do con el rit­u­al de tirar la llave del can­da­do en el puente Mil­vio sobre el río Tiber antes de que se pro­hi­biera (de aquí a unos cien­tos de años des­cubrirán un yacimien­to de met­al en el lecho del men­ciona­do río)- En otra mesa una ele­gan­tísi­ma famil­ia preparán­dose para dis­fru­tar de la comi­da, la gio­vane mam­ma parecía sal­i­da del back­stage de un des­file de los dis­eñadores Dolce & Gab­bana, con su boni­to vesti­do estam­pa­do con las lla­ma­ti­vas flo­res de esta tem­po­ra­da y esbelta sobres sus tacona­zos de agu­ja infini­ta no deja­ba de repar­tir son­risas a todos los que la admira­ban, pero sus ojos almen­dra­dos no perdían de vista a sus bam­bi­ni y aún menos a su mar­i­to mien­tras dis­fruta­ban de unos orec­chi­ette con pesto di friarelli.

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Bur­ra­ta con tomates asados

Otra mesa más con­cur­ri­da de jóvenes entu­si­as­tas de la comi­da ital­iana esper­a­ban sus platos recién sali­dos del horno de leña de enci­na mien­tras sabore­a­ban una botel­la de Nº Zero de la IGP Salen­to con sus antipasti. Un curioso vino elab­o­ra­do a niv­el de mar con la uva negra­maro,  autóc­tona de esta región feliz­mente recu­per­a­da. Recordé sus aro­mas a ciru­elas e higos sec­os de la calurosa Cam­pa­nia italiana.

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Sur­tido de antipasti

El local pin­ta­do en blan­co nuclear, de pare­des con estratégi­cos descon­cha­dos que dejan entr­ev­er los ladril­los orig­i­nales y que le dan per­son­al­i­dad. Lám­paras mod­e­lo araña col­gadas del alto techo de bóve­da cata­lana. Dec­o­ración con guiños vin­tage a par­tir de vie­jas male­tas hacien­do de impro­visa­dos con­tene­dores de libros clási­cos, tam­bién algún viejo vini­lo, toda una declaración de inten­ciones de Il Capo Giuseppe de su amor por la lec­tura y la músi­ca jun­to con la bue­na coci­na. En el altil­lo una reco­le­ta bode­ga y una mesa para catas y degusta­ciones en petit comité for­man­do un pequeño reser­va­do muy espe­cial y con carácter.

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Bis­tec­ca alla Fiorentina

Mis glán­du­las sali­vares comen­zaron a reac­cionar con el pro­fun­do aro­ma que me lle­ga­ba de la zona de brasa, donde se esta­ba preparan­do mi pla­to prin­ci­pal: bis­tec­ca alla Fiorenti­na, un tro­zo cuida­dosa­mente selec­ciona­do por el chef. De esa mis­ma brasa salieron una deli­ciosas chule­tas de cordero aderezadas con el impre­scindible romero y que como un sus­piro pasaron por delante de mi mesa.

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Chule­tas de cordero

El postre no podía ser más ten­ta­dor: choco­late fun­di­do con sal y aceite de oli­va. ¡Para tirar cohetes!

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Grap­pa Sarpa de Poli Distillerie

Un reco­le­to rincón jun­to al piano de cola com­puesto de dos sil­lones con años de his­to­ria y encar­a­dos uno frente al otro para dis­fru­tar de la  sobreme­sa con un exce­lente café expre­so ‑como no podía ser de otra man­era- y un grap­pa de Poli Dis­til­lerie donde dis­fru­tar de una bue­na con­ver­sación y hablar de lo humano y lo divi­no, reflex­ionar sobre la estéti­ca y la gas­tronomía, sobre las nuevas ten­den­cias en vinos y lo que hiciera fal­ta. Para rematar la tarde un refres­cante gin ton­ic prepara­do con el gin Mar­coni 46 de la mis­ma fac­toría de des­ti­la­dos cita­da ante­ri­or­mente, elab­o­ra­do con botáni­cos que record­a­ban a los aro­mas que despren­den los pinos al bor­de del mar Mediter­rá­neo en una tór­ri­da tarde del perío­do canicular.

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gin ton­ic prepara­do con la gine­bra Mar­coni 46 de Poli Distillerie

La BSO de este post es el tema Ti ho volu­to bene vera­mente de Mar­co Mengoni

Restau­rante Acqua e Sale C/ Jon­car, 17 telé­fono 935 170 709 Barcelona.

Menú mediodía de martes a viernes 15,90 euros. Menú mediodía ejec­u­ti­vo de martes a viernes 27 euros. Menú degustación 38 euros. Menú degustación con mari­da­je de vinos 65 euros. Menú “músi­ca, mae­stro” 26,90 euros.

© 2015 José María Toro. Todos los dere­chos reservados

Vino para dos. Capítulo 1

Ahí esta­ba él con una enorme copa de vino tin­to en sus manos. Bril­lante y rojo, casi del col­or de sus labios grue­sos. Y en el pla­to, deli­rantes troc­i­tos de que­so de cabra. Yo me enam­ora­ba loca­mente des­de la mesa de enfrente cada vez que cogía uno. Y quería con­ver­tirme en que­so para ser devo­ra­da con avidez y desea­ba ser vino para deslizarme por su dulce boca. Y colarme en su inte­ri­or y ver qué pens­a­ba y cómo sen­tía. Y tan­tos y…

Me llamo Ana. Des­de ese día mági­co, todos los viernes por la noche hace ya catorce sem­anas, ten­go una cita en una pre­ciosa ter­raza jun­to al océano Atlán­ti­co. Bueno yo estoy den­tro, tras la cristalera, y él está fuera, con el mar al fon­do. Es mi imperdi­ble rit­u­al gas­tronómi­co. No sé su nom­bre pero sí que sus manos firmes sobre la copa y sus ojos golosos me hip­no­ti­zaron la primera noche en la que coin­cidi­mos. Es pun­tu­al. Cada viernes a las nueve. Entra y se sien­ta solo en la mesa número siete. Pide una botel­la de vino, dos platos y un postre. Tar­da cin­cuen­ta y nueve min­u­tos en total. En el min­u­to sesen­ta lle­ga la cuen­ta. La ojea.  En el min­u­to sesen­ta y uno saca dinero del bol­sil­lo en efec­ti­vo y paga. Se lev­an­ta, se lle­va lo que que­da de la botel­la de vino en una bol­si­ta negra y se mar­cha. No sé a donde. Siem­pre igual. Como una oración.

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Fotografía de Noe­mi Martin

La sem­ana pasa­da se tomó un risot­to de salmón enorme. Lo sabore­a­ba radi­ante. No sé lo que pasaría por su mente pero son­reía. Me fasci­na la gente que come y es feliz. Yo tam­bién son­reía cuan­do le mira­ba de reo­jo. Al igual que él, des­de la soledad de mi mesa, me sen­tía pletóri­ca. Cuan­do ter­minó, lo mis­mo de siem­pre: un postre ligero, esta vez de man­go y choco­late negro y un solo descafeina­do. Y mien­tras él revolvía el azú­car con suavi­dad, yo me recre­a­ba en cada sor­bo de mi espres­so, soñan­do y escuchan­do a Ella Fitzger­ald de fondo.

Un momen­to después, esta­ba tan dis­traí­da sigu­ien­do sus pasos hacia la sal­i­da, que no me di cuen­ta de que el camarero había deja­do sobre la mesa la caji­ta de roble con mi cuen­ta. Cuan­do la abrí, pasa­dos unos min­u­tos, un fre­na­zo en el tiem­po. Jun­to a la fac­tura, una nota pequeña escri­ta a mano con una letra deli­ciosa: “Si te parece bien, el próx­i­mo viernes podemos com­par­tir el vino. Siem­pre me lle­vo la botel­la a medias. Te espero a las nueve”. 

Después del ter­re­mo­to que provocó la invitación en cada una de las célu­las de mi cuer­po, es imposi­ble nar­rar todo lo que ha pasa­do por mi mente durante estos días llu­viosos. Aho­ra me diri­jo lenta­mente a nues­tra ter­raza jun­to al Atlán­ti­co. Oigo el sonido del mar y tiem­blo. El otoño ya está aquí pero hoy la noche es clara porque una impo­nente luna llena nos acom­paña. Lle­vo un vesti­do negro y él está sen­ta­do en la mesa número siete con su camisa blan­ca y sus cen­tel­leantes ojos cas­taños. El aire huele a sal y a canela. Sue­na Ella Fitzger­ald.

Este viernes el vino es para dos.

BSO de este post The Man I love de Ella Fitzger­ald, el tema preferi­do de la pro­tag­o­nista de este rela­to gastronómico.

© 2015 Noe­mi Mar­tin. Todos los dere­chos reservados

Aprovecha mientras dure la mecha

Fort Rose­crans Nation­al Ceme­tery (San Diego-USA)

Siem­pre he sen­ti­do un pavor desmesura­do por los cemente­rios. No puedo evi­tar sufrir escalofríos por todo el cuer­po cuan­do paso cer­ca de una tum­ba. Según he leí­do, lo que me ocurre, como todo mal que se pre­cie, tiene un nom­bre pro­pio: “coimetro­fo­bia”. Aunque lit­eral­mente arrastra­da por mis com­pañeros de via­je, he vis­i­ta­do algunos cam­posan­tos mem­o­rables como el Père Lachaise de Paris, el Cemente­rio Mon­u­men­tal de Milán o el de La Reco­le­ta en Buenos Aires, he sali­do de todos ellos con la piel de gal­li­na y sudor en la frente. Sí, está muy bien cono­cer la últi­ma mora­da de Oscar Wilde, Jim Mor­ri­son o Evi­ta Perón pero sin­ce­ra­mente la expe­ri­en­cia no com­pen­sa el mal tra­go que paso. Después de los últi­mos inten­tos, decidí firme­mente que nichos y mau­soleos no volverían a for­mar parte de mis recor­ri­dos turís­ti­cos. Mejor esper­ar con una café calen­ti­to, bien lejos de la entrada.

Sin embar­go, la vida o en este caso la muerte, a veces te sor­prende. Y, por supuesto, sin plan­ear­lo, me encon­tré cara a cara con el cemente­rio más boni­to en el que jamás haya esta­do. Fort Rose­crans en San Diego (USA) es uno de esos lugares úni­cos e ines­per­a­dos que invi­tan a quedarse…si no fuera un cemente­rio, claro.

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Fotografía de Noe­mi Mar­tin en Fort Rose­crans Nation­al Cemetery

Situ­a­do en Pun­ta Loma, de camino al mon­u­men­to más famoso de la ciu­dad, el Cabril­lo, este cam­posan­to mil­i­tar sor­prende por su armonía y belleza inusu­al.  Cien­tos de láp­i­das blan­cas, como inmac­u­la­dos Guer­reros de Xian,  se alin­ean sobre la hier­ba verde con el Océano Pací­fi­co y la ciu­dad de San Diego de fon­do. La sen­cillez del espa­cio, los árboles fron­dosos y la brisa colán­dose entre ellos ofre­cen un atarde­cer espe­cial y un boca­do de la his­to­ria de Esta­dos Unidos. En las más de cien mil tum­bas que alber­ga el cemente­rio está enter­ra­da parte de las dos Guer­ras Mundi­ales o de los con­flic­tos béli­cos de Viet­nam y Corea. El recuer­do de los que lucharon en el frente y tam­bién de sus esposas e hijos ‑los  úni­cos que a día de hoy aún pueden recibir sepul­tura en el lugar- está sem­bra­do para siem­pre en este cemente­rio  virginal.

La visi­ta a Fort Rose­crans Nation­al Ceme­tery supu­so un giro impor­tante en mi con­cep­ción sobre los cemente­rios. Jamás imag­iné que lle­garía a pasear ser­e­na y valerosa entre las láp­i­das de un cam­posan­to. Es más, podría haber pasa­do horas y horas miran­do al mar y leyen­do un libro en la más abso­lu­ta qui­etud. Así que, al menos para esto, es una pena no haber naci­do “héroe de guer­ra amer­i­cano”.

Un dato curioso de esta necrópo­lis es que des­de su pági­na web puedes acced­er al lugar donde están las tum­bas ponien­do el nom­bre del fal­l­e­ci­do. Así que si cono­ces a algún vet­er­a­no esta­dounidense, aquí tienes la direc­ción elec­tróni­ca del famoso cam­posan­to. Además a través del enlace puedes iden­ti­ficar el lugar de yacimien­to de otros mil­itares americanos.

Dejan­do ya los temas téc­ni­co-luc­tu­osos y si me per­mites un con­se­jo, la próx­i­ma vez que pas­es por un cemente­rio, aunque no sea tan per­fec­to como el de Fort Rose­crans, haz como yo: Pien­sa en pos­i­ti­vo, sécate el sudor de la frente con nat­u­ral­i­dad  y no olvides el lema de este Blog, que en tér­mi­nos funer­ar­ios, sería algo así como: “Aprovecha mien­tras dure la mecha”.

Un apunte final: el cemente­rio más bel­lo que he cono­ci­do se alza en una ciu­dad de belleza igual­mente impre­deci­ble, de playas reple­tas de cometas ondeantes, par­ques amplios y pul­cros, un pre­cioso cen­tro históri­co pla­ga­do de joyas arqui­tec­tóni­cas vic­to­ri­anas y una radi­ante vida cul­tur­al que harán de tu paso por San Diego una “expe­ri­en­cia inmortal”.

La BSO elegi­da para este post Born in the U.S.A de “The BossBruce Spring­steen

© 2015 Noe­mi Mar­tin. Todos los dere­chos reservados.

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