Sacúdete las pulgas. Hoy es un buen día para abandonar la condición de perro callejero. Deja de vagabundear por el mundo con la lengua fuera y carita de pena. Tienes una vida entera para ser feliz.
Sacúdete las pulgas. Abre los ojos. Hay tantas cosas que ver a tu alrededor. No es preciso que cojas una maleta y cruces el Océano. Vete al cine, a las montañas, a la playa. Disfruta de la genial exposición de fotografía que acaban de inaugurar. Lee. Siéntate en un banco y simplemente mira a la gente que pasea. No estás perdiendo el tiempo. Estás inundándote de luz.
Sacúdete las pulgas, activa esas orejas y escucha con atención. El planeta está repleto de preciosas notas musicales. Imprégnate de jazz, de rock, de música de cantautor… Pon la música que quieras y recréate en ella. Que entre en tus neuronas, que se cuele en cada una de tus células y las llene de optimismo y alegría.
Fotografía de Noemi Martin. Homenaje a Kiko
Sacúdete las pulgas y menea la cola con fuerza. Juega, salta, baila. Haz deporte, camina. Ama. Y luego túmbate un largo rato al sol. Sin prisas. Te lo mereces.
Sacúdete las pulgas y mueve el hocico. Huele a tus hijos, a tu pareja, a tus sobrinos. Olfatea las flores y el mar. Sonríe. Respira. Deja de comer porquerías. Cuídate. Toma alimentos que te gusten y que no te enfermen. Llénate de colores y sabores. Y también deléitate sin remordimientos con una cena rica y un vino delicioso. Si es en buena compañía te sentará de maravilla. Atibórrate de vida.
Sacúdete las pulgas y ladra bien fuerte. Que te oigan todos. Comunícate. Saluda por las mañanas. Canta por las tardes. Habla con tus compañeros, con tus amigos, con la familia. Llámale de una vez. Queda para tomar un café calentito y habla, habla y habla. Vacía tu corazón y cólmalo de entusiasmo.
Sacúdete las pulgas. Ha llegado el momento de dejar de ser un perro abandonado. Aléjate del contenedor de la basura. Date una buena ducha y cepíllate a fondo. Hoy es un día maravilloso. Por fin tienes dueño. Y el dueño eres tú.
El ascensor tardó menos de medio minuto en llegar al último piso. Los treinta segundos del trayecto hasta el ático de Jai se convirtieron en mi ascenso particular al Annapurna. Me faltaba el oxígeno y el pulso enloquecía. No había vuelta atrás y me sentía una mezcla entre Frida Kalho, Evita Perón y un galgo desvalido.
Cuando llegué a mi destino me recibió una sonrisa inmaculada y un beso en la mejilla. El rellano olía a romero, almendra molida y miel de palma. El cuello de Jai a una delicada mezcla de sándalo y nuez moscada. Se había dejado una barba tenue y vestía camiseta blanca y vaqueros oscuros. Andaba descalzo sobre el parqué de madera y como en un hogar japonés me invitó a dejar las sandalias de tacón en la entrada. Yo me había quitado mi habitual coleta y tenía los labios pintados de color granate. Llevaba un vestido de florecitas con escote sutil, un chal de hilo y mi pulsera de olivina y coral.
El apartamento era pequeño pero desde la puerta se divisaba una deliciosa terraza con vistas al mar y una mesita con velas. Mi hombre solitario me dio la bienvenida y puso una copa de vino brillante y afrutado en mis manos. Brindamos por la noche que comenzaba mientras de fondo sonaba “When you´re smiling” con la voz ronca de Louis Armstrong.
Fotografía de Noemi Martin
Bastaron dos tragos y el aroma a flores frescas de aquel vino transparente para empezar a relajarme y disfrutar de la cena. Jai había preparado una fusión espectacular en la que combinaba queso de cabra con miel y frutos secos, una crema de berenjenas y comino, ensalada con mango y aguacate y un exquisito pescado a la sal. De postre: helado de plátano con canela y chocolate caliente. No podía pedir más.
Cuando nos sentamos, fui directa. Le pregunté sin dilación de dónde venía y cuándo había llegado a Tenerife. El viernes anterior, en nuestra terraza, habíamos hablado de muchas cosas pero sin dar detalles personales. Ya era hora de empezar a desvelar secretos. Es una historia larga pero no tengo problema en contártela poco a poco. Hoy me tomo la noche libre, me dijo.Yo también quiero saber de ti.
La velada me regaló un tinto joven, un malvasía espumoso y algunas confidencias que empezaron a trazar la figura de mi anfitrión. La primera de ellas tenía que ver con el origen de su nombre que sorpresivamente significaba “vida” en hebreo. Jai había nacido en Argentina pero sus abuelos procedían del Berlín nazi del que habían escapado en los años treinta. Más tarde, su madre había emigrado de Buenos Aires a Estados Unidos llevando a Jai consigo, justo antes de que estallara la dictadura del setenta y seis. Ahora, le tocaba a él huir. Por eso, llevaba dos años deshaciendo maletas y ya cansado de recorrer el mundo a solas, había decidido parar y refugiarse en la Isla durante un tiempo.
Mientras tomábamos un espresso frente al Atlántico, me confesó que se había percatado de mi presencia desde el primer día que coincidimos y que unas semanas más tarde, uno de los camareros al que había dejado la tarjeta de crédito para pagar, le había revelado mi nombre, después de insistir mucho. Nos reímos a carcajadas cuando me dijo que era idéntica a una de sus actrices favoritas ‑Jennifer Jones- y yo le conté que cada vez que le miraba, me acordaba de Gregory Peck. Así que prometimos ver juntos “Duelo al sol” y seguir compartiendo vinos y enigmas.
La noche avanzaba. Empezaba a correr un poco de brisa y le pedí a Jai que me trajera el chal. Me sentía afortunada pero tenía miedo de ser la protagonista de una película con final cruel, como me pasaba siempre. Tantos libros de psicología y tantos consejos a los demás para que mis temores comenzaran a perseguirme otra vez. Quería salir corriendo. Miré hacia la puerta y ahí estaba él con mi pañuelo y su sonrisa nítida. Vino hacia mí. En su precioso tocadiscos antiguo había puesto “Lover Man” y Billie Holiday la cantaba para nosotros.
Bso de este post Lover Man tema de Billie Holiday
Cuando el enólogo y todo su equipo técnico se marchan a descansar después de una jornada laboral, es el momento que el duende que se esconde entre las barricas de los grandes reservas, su lugar preferido para pasar desapercibido, se ponga a trabajar mimando las uvas recién entradas en la bodega, si es el caso, y/o vigilando las levaduras para que fermenten correctamente en los depósitos de acero inoxidable. En algún momento de la noche también se dará un paseo por las galerías subterráneas que recorren el interior de la montaña en cuya cumbre se alza, inexpugnable y majestuoso a los 4 vientos, el castillofortaleza de Peñafiel, con su silueta alargada simulando una nave dispuesta a zarpar y surcar los Campos de Castilla*. Ese duende que a veces, y sólo a veces, irá a la nueva bodega, diseñada por el arquitecto RichardRogers, a visitar al otro duende que vive allí, que habla una mezcla de italiano e inglés, y que lo dejó el barón Rogers de Riverside cuando acabó la obra.
Verdejo 2014 de Bodegas Protos en la D.O. Rueda
Ese duende, el primero (como el nombre de la bodega en griego), es el que está acompañando a la delegación comercial de Bodegas Protos en su visita por diferentes restaurantes de la geografía española para acercar “sus vinos” al consumidor final. Y como un polizón se coló en la maleta del director comercial para no perderse ni un detalle de las diferentes experiencias, y fue en el barcelonés restaurante Bardot donde lo conocí y me ayudó a profundizar aún más en su historia.
El restaurante Bardot está situado en esa privilegiada zona peatonal del final de la calle Enrique Granados a un tiro de piedra de la Avda. Diagonal. Sus mesas la ocupan financieros, abogados, hipsters y bobo,s (bourgeois-bohème) gourmets. De caprichosa planta en forma de “u”, tiene la calidez de los bistrots parisinos, una buena selección de platos, un envidiable catálogo de vinos y para los amantes de la cerveza un buen tirador conectado a dos tanques de Estrella Galicia suspendidos del techo.
Protos Crianza 2014 “Muestra” D.O. Ribera del Duero
La cata comentada y armonizada con los platos de la cocina de Bardot comenzó con una primera copa, a modo de aperitivo, con el verdejo de la D.O. Rueda, que se tomó de forma distendida en la puerta del restaurante, rico en aromas de manzana, fruta tropical y con un fondo herbáceo. De la misma denominación de origen también probamos el verdejo con un año de barrica, sobresaliendo las notas de las levaduras dándole ese característico aroma a pan. Ya en la mesa comenzaron a salir los diferentes tipos que se elaboran en la D.O. Ribera del Duero, empezando con una primicia y que todavía está en barrica: el Crianza 2014 que saldrá a la venta el próximo enero del 2016. Un vino que a pesar de su juventud ya apunta maneras con sus aromas a frutas del bosque rojas y negras, también de caramelo y balsámicas a medida que se fue abriendo, acompañando a un plato de calamar a la plancha sobre lecho de habitas confitadas y cebolla caramelizada. El segundo en probar fue el Crianza 2012 elaborado con cepas de 20 a 50 años, y que después de 14 meses de barrica se le han quedado aromas de especias y vainilla, manteniéndose la fruta roja del bosque y regaliz. Hermanado con raviolis de foie y salsa agridulce. El siguiente fue un Reserva 2011 con aromas de chocolate, y casado con un risotto de ceps y panceta ibérica. El cuarto fue un Gran Reserva 2006, previamente decantado dos horas antes para oxigenarlo y encontrarnos con esas notas de cuero, tabaco, café, resina y confitura de higos provenzales ennoviado con un rabo de toro deshuesado al vino. El quinto de la noche fue un Gran Reserva 2001 clasificado como excelente, de cepas muy seleccionadas, y con fermentación en barricas de 500 litros, predominando las notas de chocolate y minerales. Para finalizar una botella de la Finca el Grajo Viejo 2012 de fermentación en barrica francesa con predominio de los tostados y chocolate negro.
Protos Gran Reserva 2006 D.O. Ribera del Duero
Ese duende, de curiosidad infinita y de adaptación camaleónica a los nuevos tiempos, viene pisando fuerte para contagiar a todo el mundo mundial por la pasión que siente por sus vinos, se llama #AlmadeProtos
*Campos de Castilla es un libro de poesía de nuestro inmortal escritor Antonio Machado.
BSO de este post es el íntimo tema Photograph de Ed Sheeran.
No pude aguantar a llegar a casa para comprobar el resultado del “test de compatibilidad”. Era incapaz de levantarme de la mesa. Aunque había dicho que no quería postre, llamé ansiosa al camarero y le pedí un helado de trufa y amaretto. ¡Qué sea enorme, por favor! Sólo cuando me lo trajo y me tomé dos cucharadas bien grandes, pude abrir el papel.
Fui repasando una a una las preguntas y descubrí la solución al enigma con una carcajada nerviosa: ocho de diez. Nuestra única desavenencia era literaria. Yo era de El Principito y él de Peter Pan. A mi me encantaba Murakami y el prefería a Paul Auster. Debajo de las cuestiones una nota: “Estoy seguro de que coincidiremos, Ana. No puede ser de otra forma. Te espero el próximo viernes a las nueve pero esta vez cocino yo. No traigas nada, sólo tus ojos”. Además, un nombre: Jai Ackerman y una dirección en un bloque de apartamentos frente al Atlántico, junto a la terraza en la que nos encontrábamos cada semana.
Por fin empezaba a conocer detalles del misterioso hombre de los viernes que resulta que sabía como me llamaba y confiaba plenamente en que éramos afines. Me sentía pletórica y agitada como una coctelera. Esto se merecía un brindis. Telefoneé a Nora, mi compañera en el Gabinete Psicológico y le conté las últimas noticias. Le pedí que viniera urgentemente pero era imposible. Me solía pasar desde que me había separado seis meses atrás, después de siete años de relación. Todas mis amigas tenían hijos pequeños o estaban casadas. Un viernes a las diez de la noche y sin previo aviso, era quimérico encontrar a alguna sin planes domésticos. Así que me quedé conmigo misma, mis treinta y ocho años recién cumplidos, un gin tonic con frambuesas y el corazón latiendo a todo gas.
Cuando me relajé un poco, pensé en el próximo encuentro. Quizá la idea era demasiado atrevida. Meterme en casa de un desconocido con nombre extranjero al que, como a mí, le gustaban los croissants, el vino tinto y un atardecer en África o en Roma comiendo langosta, a ser posible. Necesitaba saber más cosas de Jai Ackerman. La historia empezaba a tomar forma.
Pedí la cuenta y cogí el coche. Llegué al aparcamiento y caminé por la avenida junto al mar un buen rato. La brisa me daba en la cara pero no me importaba. Me dormí escuchando jazz, como casi siempre, pero esta vez después de tomarme una buena infusión de tila. Ojalá la semana pasara rápida. No podía esperar tanto tiempo para verle.
Al final, tuve suerte. Los días se fueron volando. El trabajo me impidió pensar demasiado. Las noches las pasé leyendo Peter Pan y soñando en recorrer “el País de Nunca Jamás”, enamorada de nuevo.
De repente estaba debajo de la puerta de Jai. Era viernes, mi reloj indicaba las nueve en punto. Sólo llevaba mis ojos y unas increíbles ganas de pasar una noche inolvidable. Inspiré fuerte, solté el aire y como Marlon Brando en el Padrino, me dije en voz alta: “Le haré una oferta que no podrá rechazar”.
Acto seguido, toqué el timbre del portero automático, se abrió la puerta, entré y cogí el ascensor.
Una primera incursión en la experiencia Verema Barcelona ante más de 100 bodegas disponibles para catar, puede provocar en el neófito a este tipo de eventos un colapso de tal magnitud que deshonraría al mismísimo Baco…Así, y para no perder el norte, en el incomparable marco de una de las salas de este monumento civil de estilo gótico que es el Museu Marítim de la Ciudad Condal, me dejé llevar por la intuición, esa virtud no siempre desarrollada y trabajada, de escuchar el interior de cada uno, y en este caso, percibir dónde debían dirigirse mis pasos ante tanta oferta. Una vez más me rindo ante su innegable acierto.
De las 10 bodegas degustadas con moderación, destaco 2 de ellas porque tenían duende en sus productos, y en definitiva porque ofrecían vinazos para descubrir.
La primera fue la mallorquina Es Fangar cuyo representante destilaba auténtica pasión por sus vinos y su tierra. Orgulloso como un padre de sus uvas autóctonas de la zona que trabajaba: manto negro, callet, girò blanc y prensal. Degusté un magnífico blanco “Sa Fita” con 4 meses en sus lías a base de prensal, chardonnay y muscat. Sensaciones de frutas como el membrillo, seco en boca y un ligero final dulzón. De la misma bodega “Lo Cortinel.lo”, el rosado “Twenty Twelve” y “El.lements” para acabar con su vino estrella, el corpulento “N’Amarat”. Un vino elaborado con mantonegro, callet y cabernet sauvignon, con notas ahumadas, en boca era elegante, exótico, para tomar en un atardecer de otoño en el mallorquín acantilado de la playa Caló des Moro, cuando el horizonte se tiñe de colores rojizos… Cierro los ojos y puedo viajar mentalmente a esa preciosa isla… ¡Umm!… ¡sólo pensarlo!…Lo resumo con las palabras de la bodega que usa para su etiqueta:
“Faith will show you the way to reach the sacred N’Amarat , you will find a Kingdom, rich land and glowing heath”.
“La fe te mostrará el camino para encontar al Santo N’Amarat, descubrirás un reino, una tierra rica y resplandeciente de salud “.
Vinos de las Bodegas San Alejandro
La siguiente que me llamó poderosamente la atención fue la Bodegas San Alejandro de la D.O.Calatayud. Una bodega que rinde tributo a Baltasar Gracián, el gran escritor barroco autor de El Arte de la prudencia -esa virtud tan poco tenida en cuenta hoy en día y que bien valdría su lectura en los colegios para los jóvenes y como libro de cabecera para más de un adulto- y asimismo padre de la célebre y recurrida sentencia “Lo bueno, si breve, dos veces bueno”. Y en honor de este destacado paisano, nacido a escasos 8 kms. de la bodega, toman prestado su nombre y se lo han asignado a una línea de vinos elaborados con uva garnacha. Vinos que expresan su clima continental, con grandes diferencias térmicas entre estaciones y tambiénde la noche al día, que le da carácter, lo que viene siendo un vino de terroir. Sus vinos reflejan el paisaje que rodea la bodega. La representante del estand, Virginia, derrochaba entusiasmo al hablar cariñosamente de su producto. Cuando pensaba que los había catado todos, Virginia me sugirió que probase el último: la “Garnacha Nátiva2011 “, un regalo para los sentidos … que la naturaleza, si la tratas bien, te lo da generosamente, y esos viñedos de más de 80 años a 900 metros de altitud te hacen levitar, casi tocar con la punta de los dedos el cielo azul… Imaginaros allí, un mediodía soleado de este veranillo de San Martín que pronto se acabará, copa en mano …Y para expresarme mejor recurro una vez más al jesuita literato Baltasar Gracián: “Son los ímpetus de las pasiones deslizadores de la cordura, y allí es el riesgo de perderse”.
Escribo estas cuatro líneas, ¿o quizás son algunas más?, de lo que fue mi experiencia en Verema BCN. Una tarde memorable de un lunes cualquiera de noviembre, de esos difíciles de digerir, que hizo más agradable el comienzo de semana gracias a mi intuición e imaginación…
BSO :I don’t like Mondays de Boomtown Rats. Tema que ni anillo al dedo para esos lunes que pasan de puntillas por nuestras vidas y sobre todo por lo que milagrosamente nos salvan toda la semana.
Hemos asistido en el restaurant Semproniana de Barcelona a una mezcla de géneros entre cabaret, burlesque, street art y rap, en un espectáculo relacionado con la gastronomía basado en sonidos que todos tenemos en nuestra memoria y poemas que hemos escuchado muchas veces y que sin darnos cuenta forman parte de nuestro cotidiano día a día. Las gastro-rimesno son más que la consecuencia de alguien que concibe la cocina como un elemento creador, un ingrediente enriquecedor del alma. Como dice la protagonista femenina de este espectáculo, Lali Feliu, “Yo no cocino platos, yo los escribo”.
Gastro-rimeses una propuesta con música en directo, donde la corta distancia llega a ser como en la vida misma, lo que derrumba muros y nos hace saltar barreras. Cada poema nos transporta a un lugar nuevo, donde nos podemos ver reflejados, si queremos claro.
Son textos frescos, sin artificios, con ese punto filipino que nos gusta, para saborearlos lenta y pausadamente. La música se convierte una vez más en la salsa del plato, en el complemento de la puesta en escena, en aquél ingrediente que sin destacar, armoniza los sabores. El clarinete, el saxo, la flauta melódica y su intérprete, el músico, ocupa un rol a veces secundario y al mismo tiempo protagonista mitad por mitad. No se puede entender este espectáculo sin dos grandes artistas detrás, el gran trabajo de Lali Feliu se complementa con el trabajo de Miquel Ferret, lo cual no deja de confirmar aquello de que lo pequeño es hermoso e importante.
Este teatro cabaret gastronómico es para disfrutarlo en petit comité, en esa versión de pequeño formato e íntimo, en buena compañía, y con el espíritu abierto a todos los sentidos. Sencillamente deliciosas historias y músicas que van directas de la oreja al paladar para disfrutar y salivar.
Domingos de Noviembre 2015 a las 20h. El precio de 12 euros incluye tapa de la chef Ada Parellada y degustación. En el Restaurant Semproniana del Carrer del Rosselló, 148 de Barcelona. Representación en lengua catalana.
Las Gastro-rimes en el restaurant Semproniana de Barcelona. Fotografía de Ricard Barceló
Hem assistit a una petita barreja de teatre entre cabaret, burlesque, street art i rap, on els sons que tots tenim a la memòria, poemes que hem sentit més d’un cop i que sense conèixer-les, es fan quotidians. Les gastro-rimes no són més que la conseqüència d’algú que ha paït la cuina com un element creador, com un ingredient guaridor de l’ànima. Com diu la protagonista, la Lali Feliu, “Jo no cuino plats, jo els escric”.
Gastro-rimes és una proposta amb so original i en directe, on la curta distancia, esdevé com en la vida mateixa, allò que salta marges i trenca murs. Cada poema ens transporta a un indret nou, on ens podem veure reflectits, si volem. Són textos frescos, sense artificis, amb el seu punt d’allò que ens agrada, per assaborir-los lentament i pausadament.
La música es converteix un cop més en la salsa del plat, en el complement de la posada en escena, en aquell ingredient que sense destacar, arrodoneix els sabors. El clarinet, el saxo, la flauta melòdica i el personatge del músic, alhora secundari i al mateix temps protagonista al 50%. No es pot entendre aquest espectacle sense uns grans artistes al darrere, el gran treball de l’actriu Lali Feliu es complementa amb la feina ben feta del músic Miquel Ferret, que no deixa de confirmar allò de què el petit és formós i important.
Aquest teatre cabaret gastronòmic és per gaudir-ho a curta distància, en bona companyia i amb l’esperit obert als sentits. Senzillament delicioses històries i músiques que van directes de l’orella al paladar per gaudir i salivar.
Diumenges de Novembre 2015 a les 20 h. El preu de 12 euros inclou tapa de la xef Ada Parellada i consumició. En el Restaurant Semproniana del carrer del Rosselló, 148 de Barcelona. Representació en llengua catalana.
Se levantó, sonrió y me dio la mano unos segundos.
-Me he tomado la libertad de pedir la cena. Después de catorce semanas mirándote a escondidas mientras comes y sueñas, creo que sé lo que te gusta
Su castellano sonaba lejano y suave. Estaba claro que no era español pero me sentía incapaz de identificar la procedencia del acento. Su mirada firme y esas pestañas inmensas enmarcándola me impedían agudizar el oído.
-Mientras traen los platos, si te parece bien, te propongo un juego. Contestemos estas preguntas e intercambiemos los papeles al final del encuentro. Los abriremos, por separado, cada uno en su casa. Si coincidimos en al menos la mitad de las respuestas, volveremos a encontrarnos el próximo viernes a la misma hora. Si no, mejor seguir comiendo a solas. ¿Te atreves? Sólo tenemos cinco minutos para responder.
Aunque nunca he sido demasiado osada, acepté el reto sin oponer resistencia. Reconozco que me molestaba que este tipo, que ni siquiera me había dicho su nombre, quisiera tenerlo todo tan controlado pero también me preocupaba mucho no encajar en su cuestionario extravagante.
Abrí el sobre rápidamente y contesté a las diez preguntas en el tiempo estipulado. Para ello acercó a mis dedos, mientras los rozaba con suavidad, una increíble pluma de estilo modernista. Hacía muchísimos años que no escribía con pluma, creo que desde las cartas de amor de mi adolescencia. Todo era sorprendente. Me sentía dentro de una película estrambótica pero me gustaba correr el riesgo y, sobre todo, aunque pareciera una locura, era feliz.
Fotografía de Noemi Martin
Los interrogantes que determinarían la posibilidad de nuestra siguiente cita estaban escritos a mano, con la misma letra encantadora de la primera nota.
¿Blanco o tinto?
¿Roma o Paris?
¿Auster o Murakami?
¿Peter Pan o El Principito?
¿Croissant o tostadas?
¿Foie o langosta?
¿Nina Simone o Ella Fitzgerald?
¿Blade Runner o El Padrino?
¿África o Asia?
¿Atardecer o amanecer?
Después de contestar a todas las cuestiones sin pensar demasiado, el camarero empezó a servir la cena. Acierto pleno: tres platos ligeros para compartir y un vino canario delicioso del que no sobró una gota. Una hora justa. En el minuto sesenta llegó la cuenta. En el sesenta y uno cogió su cartera y pagó. Me dijo que tenía irse pronto, como siempre. Sin más detalles. No me preguntó mi nombre. Yo tampoco el suyo.
Hablamos del placer de vivir, de la música que sonaba, de la luna llena. Rememoramos viajes y escapadas sublimes. Sólo una hora pero los sesenta minutos más radiantes de mi existencia. Me sentía tan bien. Al despedirse puso el papel con sus respuestas en mi mano. Cogió el mío y me miró a los ojos. Esbozó una sonrisa juguetona.
-Hasta el viernes que viene… o no
La BSO es Feeling Good por Nina Simone y suena mientras ambos rellenan el “cuestionario”
“Il bere trionfarà sempre sul male” Alcolista anónimo. Cartel de la entrada a modo de máxima que define la filosofía de la casa.
Disfrutar de una embajada de las míticas osterias italianas es todo un regalo para Barcelona, en general, y para el Poble Nou, en particular. El restaurante Acqua e Sale está situado en este vibrante barrio barcelonés. Un distrito en continua transformación, donde conviven antiguos almacenes de mercancías de un pasado más industrial con otros reconvertidos en el mundo virtual y digital, casas decimonónicas con otras de rabiosa modernidad, así como su consecuente renovación demográfica con un gran peso de población foránea.
Entrada con la mesa de los antipasti
La entrada al local es ya un buen recibimiento, un presagio de lo que vendrá después, compuesto de una mesa alta repleta de un colorido y generoso surtido de antipasti: mortadella Bologna de la prestigiosa y reconocida marca Negrini, formaggio dealtura-de familia lejana de los parmegiano reggianopero con un sabor más delicado y cremoso‑, y corazones de alcachofas entre otras delicadezas del país de la bota. Detrás una pequeña biblioteca con una buena colección de libros de jurisprudencia alternando con otros de aventura, de intriga, de historia y por supuesto de romances, l’amore è sempre presentenella nostra vita.
Decoración con libros, vinilos y carteras vintage
El rasgueo de una guitarra clásica acompañando a una deliciosa voz de una bella cantante de ojos magnéticos invita a sentarse y disfrutar con esta experiencia gastronómica dominical mientras la melodía de O Sole mioendulza mi oídos y me transporta imaginariamente en un fugaz recorrido ‑lo que duró la canción- por el país de los Appennini. Desde sus famosas escalinatas de la Piazza di Spagna, donde he practicado más de una vez ese dolce far niente contemplando a la gente caminando de un lado a otro, pasando por algún impresionante palazzo obra del genial arquitecto Palladio, hasta pararme en alguno de los seductores escaparates de los grandes modistos de la Via della Spigamilanés.
Vinos italianos degustados
Desde mi estratégica mesa, justo en el epicentro del comedor, pude observar con gran detenimiento el resto de comensales y los platos que habían pedido. En un rincón una pareja de acaramelados enamorados comiéndose a besos y también una strascinati alnero con ragu di polipo, mientras se juraban palabras de amor eterno ‑seguro que habían cumplido con el ritual de tirar la llave del candado en el puente Milvio sobre el río Tiber antes de que se prohibiera (de aquí a unos cientos de años descubrirán un yacimiento de metal en el lecho del mencionado río)- En otra mesa una elegantísima familia preparándose para disfrutar de la comida, la giovane mamma parecía salida del backstagede un desfile de los diseñadores Dolce & Gabbana, con su bonito vestido estampado con las llamativas flores de esta temporada y esbelta sobres sus taconazos de aguja infinita no dejaba de repartir sonrisas a todos los que la admiraban, pero sus ojos almendrados no perdían de vista a sus bambini y aún menos a su marito mientras disfrutaban de unos orecchiette con pesto di friarelli.
Burrata con tomates asados
Otra mesa más concurrida de jóvenes entusiastas de la comida italiana esperaban sus platos recién salidos del horno de leña de encina mientras saboreaban una botella de Nº Zero de la IGP Salento con sus antipasti. Un curioso vino elaborado a nivel de mar con la uva negramaro, autóctona de esta región felizmente recuperada. Recordé sus aromas a ciruelas e higos secos de la calurosa Campania italiana.
Surtido de antipasti
El local pintado en blanco nuclear, de paredes con estratégicos desconchados que dejan entrever los ladrillos originales y que le dan personalidad. Lámparas modelo araña colgadas del alto techo de bóveda catalana. Decoración con guiños vintage a partir de viejas maletas haciendo de improvisados contenedores de libros clásicos, también algún viejo vinilo, toda una declaración de intenciones de Il Capo Giuseppe de su amor por la lectura y la música junto con la buena cocina. En el altillo una recoleta bodega y una mesa para catas y degustaciones en petit comité formando un pequeño reservado muy especial y con carácter.
Bistecca alla Fiorentina
Mis glándulas salivares comenzaron a reaccionar con el profundo aroma que me llegaba de la zona de brasa, donde se estaba preparando mi plato principal: bistecca alla Fiorentina, un trozo cuidadosamente seleccionado por el chef. De esa misma brasa salieron una deliciosas chuletas de cordero aderezadas con el imprescindible romero y que como un suspiro pasaron por delante de mi mesa.
Chuletas de cordero
El postre no podía ser más tentador: chocolate fundido con sal y aceite de oliva. ¡Para tirar cohetes!
Grappa Sarpa de Poli Distillerie
Un recoleto rincón junto al piano de cola compuesto de dos sillones con años de historia y encarados uno frente al otro para disfrutar de la sobremesa con un excelente café expreso ‑como no podía ser de otra manera- y un grappade PoliDistillerie donde disfrutar de una buena conversación y hablar de lo humano y lo divino, reflexionar sobre la estética y la gastronomía, sobre las nuevas tendencias en vinos y lo que hiciera falta. Para rematar la tarde un refrescante gin tonicpreparado con el gin Marconi 46 de la misma factoría de destilados citada anteriormente, elaborado con botánicos que recordaban a los aromas que desprenden los pinos al borde del mar Mediterráneo en una tórrida tarde del período canicular.
gin tonic preparado con la ginebra Marconi 46 de Poli Distillerie
Ahí estaba él con una enorme copa de vino tinto en sus manos. Brillante y rojo, casi del color de sus labios gruesos. Y en el plato, delirantes trocitos de queso de cabra. Yo me enamoraba locamente desde la mesa de enfrente cada vez que cogía uno. Y quería convertirme en queso para ser devorada con avidez y deseaba ser vino para deslizarme por su dulce boca. Y colarme en su interior y ver qué pensaba y cómo sentía. Y tantos y…
Me llamo Ana. Desde ese día mágico, todos los viernes por la noche hace ya catorce semanas, tengo una cita en una preciosa terraza junto al océano Atlántico. Bueno yo estoy dentro, tras la cristalera, y él está fuera, con el mar al fondo. Es mi imperdible ritual gastronómico. No sé su nombre pero sí que sus manos firmes sobre la copa y sus ojos golosos me hipnotizaron la primera noche en la que coincidimos. Es puntual. Cada viernes a las nueve. Entra y se sienta solo en la mesa número siete. Pide una botella de vino, dos platos y un postre. Tarda cincuenta y nueve minutos en total. En el minuto sesenta llega la cuenta. La ojea. En el minuto sesenta y uno saca dinero del bolsillo en efectivo y paga. Se levanta, se lleva lo que queda de la botella de vino en una bolsita negra y se marcha. No sé a donde. Siempre igual. Como una oración.
Fotografía de Noemi Martin
La semana pasada se tomó un risotto de salmón enorme. Lo saboreaba radiante. No sé lo que pasaría por su mente pero sonreía. Me fascina la gente que come y es feliz. Yo también sonreía cuando le miraba de reojo. Al igual que él, desde la soledad de mi mesa, me sentía pletórica. Cuando terminó, lo mismo de siempre: un postre ligero, esta vez de mango y chocolate negro y un solo descafeinado. Y mientras él revolvía el azúcar con suavidad, yo me recreaba en cada sorbo de mi espresso, soñando y escuchando a Ella Fitzgerald de fondo.
Un momento después, estaba tan distraída siguiendo sus pasos hacia la salida, que no me di cuenta de que el camarero había dejado sobre la mesa la cajita de roble con mi cuenta. Cuando la abrí, pasados unos minutos, un frenazo en el tiempo. Junto a la factura, una nota pequeña escrita a mano con una letra deliciosa: “Si te parece bien, el próximo viernes podemos compartir el vino. Siempre me llevo la botella a medias. Te espero a las nueve”.
Después del terremoto que provocó la invitación en cada una de las células de mi cuerpo, es imposible narrar todo lo que ha pasado por mi mente durante estos días lluviosos. Ahora me dirijo lentamente a nuestra terraza junto al Atlántico. Oigo el sonido del mar y tiemblo. El otoño ya está aquí pero hoy la noche es clara porque una imponente luna llena nos acompaña. Llevo un vestido negro y él está sentado en la mesa número siete con su camisa blanca y sus centelleantes ojos castaños. El aire huele a sal y a canela. Suena Ella Fitzgerald.
Este viernes el vino es para dos.
BSO de este post The Man I love de Ella Fitzgerald, el tema preferido de la protagonista de este relato gastronómico.
Fort Rosecrans National Cemetery (San Diego-USA)
Siempre he sentido un pavor desmesurado por los cementerios. No puedo evitar sufrir escalofríos por todo el cuerpo cuando paso cerca de una tumba. Según he leído, lo que me ocurre, como todo mal que se precie, tiene un nombre propio: “coimetrofobia”. Aunque literalmente arrastrada por mis compañeros de viaje, he visitado algunos camposantos memorables como el Père Lachaise de Paris, el Cementerio Monumental de Milán o el de La Recoleta en Buenos Aires, he salido de todos ellos con la piel de gallina y sudor en la frente. Sí, está muy bien conocer la última morada de Oscar Wilde, Jim Morrison o Evita Perón pero sinceramente la experiencia no compensa el mal trago que paso. Después de los últimos intentos, decidí firmemente que nichos y mausoleos no volverían a formar parte de mis recorridos turísticos. Mejor esperar con una café calentito, bien lejos de la entrada.
Sin embargo, la vida o en este caso la muerte, a veces te sorprende. Y, por supuesto, sin planearlo, me encontré cara a cara con el cementerio más bonito en el que jamás haya estado. Fort Rosecrans en San Diego (USA) es uno de esos lugares únicos e inesperados que invitan a quedarse…si no fuera un cementerio, claro.
Fotografía de Noemi Martin en Fort Rosecrans National Cemetery
Situado en Punta Loma, de camino al monumento más famoso de la ciudad, el Cabrillo, este camposanto militar sorprende por su armonía y belleza inusual. Cientos de lápidas blancas, como inmaculados Guerreros de Xian, se alinean sobre la hierba verde con el Océano Pacífico y la ciudad de San Diego de fondo. La sencillez del espacio, los árboles frondosos y la brisa colándose entre ellos ofrecen un atardecer especial y un bocado de la historia de Estados Unidos. En las más de cien mil tumbas que alberga el cementerio está enterrada parte de las dos Guerras Mundiales o de los conflictos bélicos de Vietnam y Corea. El recuerdo de los que lucharon en el frente y también de sus esposas e hijos ‑los únicos que a día de hoy aún pueden recibir sepultura en el lugar- está sembrado para siempre en este cementerio virginal.
La visita a Fort Rosecrans National Cemetery supuso un giro importante en mi concepción sobre los cementerios. Jamás imaginé que llegaría a pasear serena y valerosa entre las lápidas de un camposanto. Es más, podría haber pasado horas y horas mirando al mar y leyendo un libro en la más absoluta quietud. Así que, al menos para esto, es una pena no haber nacido “héroe de guerra americano”.
Un dato curioso de esta necrópolis es que desde su página web puedes acceder al lugar donde están las tumbas poniendo el nombre del fallecido. Así que si conoces a algún veterano estadounidense, aquí tienes la dirección electrónica del famoso camposanto. Además a través del enlace puedes identificar el lugar de yacimiento de otros militares americanos.
Dejando ya los temas técnico-luctuosos y si me permites un consejo, la próxima vez que pases por un cementerio, aunque no sea tan perfecto como el de Fort Rosecrans, haz como yo: Piensa en positivo, sécate el sudor de la frente con naturalidad y no olvides el lema de este Blog, que en términos funerarios, sería algo así como: “Aprovecha mientras dure la mecha”.
Un apunte final: el cementerio más bello que he conocido se alza en una ciudad de belleza igualmente impredecible, de playas repletas de cometas ondeantes, parques amplios y pulcros, un precioso centro histórico plagado de joyas arquitectónicas victorianas y una radiante vida cultural que harán de tu paso por San Diego una “experiencia inmortal”.
La BSO elegida para este post Born in the U.S.A de “The Boss” Bruce Springsteen