Aprovecha mientras dure la mecha

Fort Rose­crans Nation­al Ceme­tery (San Diego-USA)

Siem­pre he sen­ti­do un pavor desmesura­do por los cemente­rios. No puedo evi­tar sufrir escalofríos por todo el cuer­po cuan­do paso cer­ca de una tum­ba. Según he leí­do, lo que me ocurre, como todo mal que se pre­cie, tiene un nom­bre pro­pio: “coimetro­fo­bia”. Aunque lit­eral­mente arrastra­da por mis com­pañeros de via­je, he vis­i­ta­do algunos cam­posan­tos mem­o­rables como el Père Lachaise de Paris, el Cemente­rio Mon­u­men­tal de Milán o el de La Reco­le­ta en Buenos Aires, he sali­do de todos ellos con la piel de gal­li­na y sudor en la frente. Sí, está muy bien cono­cer la últi­ma mora­da de Oscar Wilde, Jim Mor­ri­son o Evi­ta Perón pero sin­ce­ra­mente la expe­ri­en­cia no com­pen­sa el mal tra­go que paso. Después de los últi­mos inten­tos, decidí firme­mente que nichos y mau­soleos no volverían a for­mar parte de mis recor­ri­dos turís­ti­cos. Mejor esper­ar con una café calen­ti­to, bien lejos de la entrada.

Sin embar­go, la vida o en este caso la muerte, a veces te sor­prende. Y, por supuesto, sin plan­ear­lo, me encon­tré cara a cara con el cemente­rio más boni­to en el que jamás haya esta­do. Fort Rose­crans en San Diego (USA) es uno de esos lugares úni­cos e ines­per­a­dos que invi­tan a quedarse…si no fuera un cemente­rio, claro.

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Fotografía de Noe­mi Mar­tin en Fort Rose­crans Nation­al Cemetery

Situ­a­do en Pun­ta Loma, de camino al mon­u­men­to más famoso de la ciu­dad, el Cabril­lo, este cam­posan­to mil­i­tar sor­prende por su armonía y belleza inusu­al.  Cien­tos de láp­i­das blan­cas, como inmac­u­la­dos Guer­reros de Xian,  se alin­ean sobre la hier­ba verde con el Océano Pací­fi­co y la ciu­dad de San Diego de fon­do. La sen­cillez del espa­cio, los árboles fron­dosos y la brisa colán­dose entre ellos ofre­cen un atarde­cer espe­cial y un boca­do de la his­to­ria de Esta­dos Unidos. En las más de cien mil tum­bas que alber­ga el cemente­rio está enter­ra­da parte de las dos Guer­ras Mundi­ales o de los con­flic­tos béli­cos de Viet­nam y Corea. El recuer­do de los que lucharon en el frente y tam­bién de sus esposas e hijos ‑los  úni­cos que a día de hoy aún pueden recibir sepul­tura en el lugar- está sem­bra­do para siem­pre en este cemente­rio  virginal.

La visi­ta a Fort Rose­crans Nation­al Ceme­tery supu­so un giro impor­tante en mi con­cep­ción sobre los cemente­rios. Jamás imag­iné que lle­garía a pasear ser­e­na y valerosa entre las láp­i­das de un cam­posan­to. Es más, podría haber pasa­do horas y horas miran­do al mar y leyen­do un libro en la más abso­lu­ta qui­etud. Así que, al menos para esto, es una pena no haber naci­do “héroe de guer­ra amer­i­cano”.

Un dato curioso de esta necrópo­lis es que des­de su pági­na web puedes acced­er al lugar donde están las tum­bas ponien­do el nom­bre del fal­l­e­ci­do. Así que si cono­ces a algún vet­er­a­no esta­dounidense, aquí tienes la direc­ción elec­tróni­ca del famoso cam­posan­to. Además a través del enlace puedes iden­ti­ficar el lugar de yacimien­to de otros mil­itares americanos.

Dejan­do ya los temas téc­ni­co-luc­tu­osos y si me per­mites un con­se­jo, la próx­i­ma vez que pas­es por un cemente­rio, aunque no sea tan per­fec­to como el de Fort Rose­crans, haz como yo: Pien­sa en pos­i­ti­vo, sécate el sudor de la frente con nat­u­ral­i­dad  y no olvides el lema de este Blog, que en tér­mi­nos funer­ar­ios, sería algo así como: “Aprovecha mien­tras dure la mecha”.

Un apunte final: el cemente­rio más bel­lo que he cono­ci­do se alza en una ciu­dad de belleza igual­mente impre­deci­ble, de playas reple­tas de cometas ondeantes, par­ques amplios y pul­cros, un pre­cioso cen­tro históri­co pla­ga­do de joyas arqui­tec­tóni­cas vic­to­ri­anas y una radi­ante vida cul­tur­al que harán de tu paso por San Diego una “expe­ri­en­cia inmortal”.

La BSO elegi­da para este post Born in the U.S.A de “The BossBruce Spring­steen

© 2015 Noe­mi Mar­tin. Todos los dere­chos reservados.

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