Eurovisión, atrévete a soñar

Si el pró­xi­mo año Euro­vi­sión se cele­bra­se en el Polo Nor­te, pro­ba­ble­men­te empe­za­ría a bus­car hotel en Long­yearb­yen este domin­go. Una vez que prue­bas, no hay mar­cha atrás. Te lo ase­gu­ro. Por suer­te, Israel que­da más cer­ca y tie­ne mejor cli­ma. En 2019, Net­ta, la cuar­ta vic­to­ria del país en cua­ren­ta años, nos ha traí­do a Tel Aviv con un lema poten­te: atré­ve­te a soñar. Dejan­do a un lado las cues­tio­nes polí­ti­cas, que no pier­den su tras­cen­den­cia por ello, los euro­fans han lle­ga­do a Israel des­de todo el mun­do (hoy cono­cí a un peruano que venía a apo­yar a Rusia) en son de paz. Esta sema­na en Tel Aviv se habla de músi­ca, de amis­tad, de tole­ran­cia. Ese es el espí­ri­tu del Fes­ti­val des­de sus ini­cios y en ésta: su sesen­ta y cua­tro edi­ción. El que no se lo crea, que ven­ga y lo viva in situ.

Bien­ve­ni­da en un edi­fi­cio de Tel Aviv

 

En esta oca­sión, como casi siem­pre, par­ti­ci­pa­mos de la fies­ta euro­vi­si­va sin opcio­nes a podio. Nos fal­tan entre­na­do­res y depor­tis­tas de  tra­yec­to­ria con­tun­den­te.  Es muy difí­cil aspi­rar a meda­lla y más con ama­teurs. De todos modos, hay que valo­rar la fuer­za,  el color y la ale­gría que Miki quie­re lle­var al esce­na­rio con “La Ven­da”, una can­ción que habla de qui­tar­se las más­ca­ras para vivir con auten­ti­ci­dad. Lo que todos nece­si­ta­mos en esta socie­dad con­fu­sa. El chi­co de Terras­sa se lo ha curra­do con las herra­mien­tas que tie­ne para inten­tar hacer una bue­na  actua­ción. Ya vere­mos si entra en el top diez. Sea como fue­re, nos ire­mos de Israel con la male­ta de mano rebo­san­te de nue­vas expe­rien­cias: visi­tar la Ciu­dad Vie­ja de Jeru­sa­lén, Naza­ret y el Mar de Gali­lea es ya una inol­vi­da­ble con­se­cuen­cia de esta edi­ción. Tam­bién cono­cer la incom­bus­ti­ble Tel Aviv, sus cafés, gas­tro­no­mía, sus pla­yas y su gen­te ama­ble por­que así es, al menos en las dis­tan­cias que hemos man­te­ni­do como hués­pe­des. Sin con­flic­tos de por medio.             

Pla­yas de Tel Aviv

 

Pro­ba­ble­men­te, Euro­vi­sión 2020 se cele­bre en un país más apa­ci­ble que éste, como Holan­da, Sui­za o Sue­cia, algu­nos de los favo­ri­tos. En cual­quier caso, el alma bri­llan­te de Euro­vi­sión siem­pre será la mis­ma, vaya don­de vaya. Esto, lo pro­me­to, es mucho más de lo que se ve en la pan­ta­lla. 

BSO La Ven­da de Miki Núñez.

© 2019 Noe­mi Mar­tin. All rights reser­ved

Eurovisión desembarca en Lisboa

Todos a bor­do es el gri­to de gue­rra que se escu­cha estos días en Lis­boa. El lema de este año:  “All aboard”  es un acier­to. No hay duda. Por­que aquí, a pesar de las ban­de­ras, las can­cio­nes y la com­pe­ti­ción, todos esta­mos en el mis­mo bar­co. En la capi­tal por­tu­gue­sa ha des­em­bar­ca­do el buque Euro­vi­sión, una nave lle­na de fies­ta, ale­gría, tole­ran­cia y mucha músi­ca, la que se escu­cha en sus calles y sus pla­zas. La que se cue­la por los bal­co­nes y los azu­le­jos de colo­res.

Eurovisión en Lisboa

Euro­vi­sión en Lis­boa

 

En el Alti­ce Are­na, en el Euro­vi­lla­ge o en Euro­ca­fé las cosas están cla­ras. Aun­que todos que­re­mos que nues­tro país par­ti­ci­pe con una bue­na can­ción y los espa­ño­les recuer­dan con “sau­da­de”  el “La, la, la”  de hace cin­cuen­ta años, lo impor­tan­te es estar y com­par­tir, reen­con­tra­se con vie­jos ami­gos y vivir el momen­to. Con dis­fraz, ban­de­ra o lo que te ape­tez­ca. Aquí y aho­ra eres abso­lu­ta­men­te libre, nadie te juz­ga. Ade­más este año, en Lis­boa, el ali­cien­te es de pri­me­ra. Por­que esta es una ciu­dad ama­ble y lle­na de encan­to. Bas­ta con pasear por Alfa­ma o el Barrio Alto para des­cu­brir por qué. El fado, el tran­vía 28, el baca­lao a la bra­sa, el vino del Due­ro.…

Lisboa

Ele­va­dor de San­ta Jus­ta. Lis­boa

 

Lis­boa se ha pre­pa­ra­do a con­cien­cia para dar lo mejor de sí mis­ma este doce de mayo. Y si no, que se lo pre­gun­ten a los miles de euro­fans que se reúnen en sus rin­co­nes, que aba­rro­tan sus pla­zas y mira­do­res. En esta fies­ta a ori­llas del Atlán­ti­co no hay edad, ni ver­güen­za. Hay ganas de ser feliz y muchas, muchas can­cio­nes.

Tanvía en Lisboa

Tran­vía 28 en Lis­boa

 

Las apues­tas pasan por Chi­pre, Fran­cia, Israel y Norue­ga. Espa­ña y su bala­da pare­ce que no aca­ban de cua­jar. Este es un año poten­te. En cual­quier caso y cuan­do Euro­vi­sion 2018 aún no ha aca­ba­do, los euro­fans ya pien­san en la edi­ción de 2019. Mien­tras tan­to, toca dis­fru­tar a tope de la final. Todos a bor­do, Euro­vi­sión ha des­em­bar­ca­do en Lis­boa con todo su arse­nal.

© 2018 Noe­mi Mar­tin. All rights reser­ved.

Llorando por esos mundos

Soy llo­ro­na. Lo con­fie­so sin pudor. Me con­mue­ve has­ta una hor­mi­ga coja. Cosas de la vida. Supon­go que por eso he derra­ma­do muchas lágri­mas por esos mun­dos de dios. A veces me han emo­cio­na­do pai­sa­jes memo­ra­bles,  de esos que cor­tan la res­pi­ra­ción y te hacen pen­sar que aún estás en la cama. En otras oca­sio­nes, las per­so­nas  que habi­ta­ban esos luga­res han sido la ins­pi­ra­ción  de esos “hips, hips” épi­cos. Como quie­ra que sea, ahí van algu­nas de mis llan­ti­nas geo­grá­fi­cas más impo­nen­tes. Que cons­te que hay unas cuan­tas más pero no quie­ro abu­rrir­les dema­sia­do con mis sollo­zos via­je­ros.

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San­ta María Nove­lla (Flo­ren­cia) Foto­gra­fía de Noe­mi Mar­tin

  1. Flo­ren­cia: des­cu­brí el famo­so “sín­dro­me de Stendhal” en el via­je del Ins­ti­tu­to. Iba pasean­do albo­ro­ta­da por las calles de la ciu­dad tos­ca­na ‑cir­cuns­tan­cia nor­mal cuan­do tie­nes  die­ci­sie­te años y estás con tus ami­gos–  cuan­do me tro­pe­cé con la Igle­sia de San­ta María Nove­lla en una esqui­na.  No pude evi­tar­lo y me entró un tele­le de los gran­des. El cora­zón a mil y alu­ci­nan­do con tan­ta belle­za. Lagri­mo­nes por doquier y la cara de póquer de  mis com­pa­ñe­ros. He repe­ti­do la visi­ta a Flo­ren­cia en dos oca­sio­nes más y en las dos, el mis­mo “parra­que”. Quién sabe si en otra vida me hin­ché a pas­ta y piz­za.
  1. San Gimig­nano: segui­mos en Ita­lia. Fue en algu­na revis­ta de via­jes que des­cu­brí este pue­ble­ci­to medie­val rodea­do de mura­llas y viñe­dos. Esta­ba entre mis visi­tas pen­dien­tes des­de hacía mucho tiem­po. Hace unos meses pude cono­cer­lo y no me decep­cio­nó en abso­lu­to. No sé si fue el vino que me había toma­do momen­tos antes o la emo­ción atra­pa­da en la gar­gan­ta. Lo cier­to es que al cru­zar la  Puer­ta de San Gio­van­ni con la male­ta en la mano, llo­vía a mares entre mis pes­ta­ñas.
  1. Puen­te de Brooklyn: atra­ve­sar el puen­te que une Nue­va York con Brooklyn al ano­che­cer es una expe­rien­cia memo­ra­ble. Si lo haces un once de sep­tiem­bre des­pués de visi­tar la” Zona Cero”, tu cora­zon­ci­to segu­ro que toca en la puer­ta.
  1. Ausch­witz: Sobran las pala­bras. Reco­rrer el mayor cam­po de exter­mi­nio nazi de la his­to­ria, deja sin alien­to has­ta al alma más áspe­ra. Bello y terri­ble.
  1. San­tia­go de Chi­le: en esta oca­sión las lágri­mas fue­ron de ale­gría. Y de la bue­na. Cono­cer a mi ami­ga Pau­la tras más de una déca­da de amis­tad ciber­né­ti­ca hizo que me ena­mo­ra­ra de esta ciu­dad encan­ta­do­ra y  de sus mara­vi­llo­sos habi­tan­tes.
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Peri­to Moreno. Foto­gra­fía de Noe­mi Mar­tin

  1. Peri­to Moreno: en ple­na Pata­go­nia, una masa de hie­lo blan­ca y bri­llan­te se cue­la en tus neu­ro­nas. El guía había avi­sa­do: esta es la “cur­va de los sus­pi­ros”. Al doblar­la y des­cu­brir uno de los gla­cia­res más her­mo­so del pla­ne­ta, es inevi­ta­ble poner­se las gafas de sol y rom­per a llo­rar en silen­cio.
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El Faro del Fin del Mun­do. Foto­gra­fía de Noe­mi Mar­tin

  1. El Faro del Fin del Mun­do: tam­bién en Argen­ti­na, per­di­do en un islo­te fren­te a las cos­tas de Ushuaia, este peque­ño y tími­do faro des­lum­bra por su sen­ci­llez rotun­da. Rodea­do de focas y aves emer­ge del mar y hace tem­blar tus cimien­tos.
  1. Tokio: en la capi­tal nipo­na llo­ré de can­san­cio des­pués de vein­te jor­na­das mara­to­nia­nas sin ape­nas poder dor­mir. Pero sobre todo llo­ré con dis­cre­ción el últi­mo día cuan­do nos des­pe­di­mos de Iku­ko Yama­sa­ki. Mi pri­mo y yo hici­mos “couch­sur­fing” en su casa (en tér­mi­nos colo­quia­les que­dar­se de gorra don­de te dejen) y cuan­do nos acom­pa­ñó al metro rum­bo al aero­puer­to nos dijo adiós con un abra­zo muy fuer­te: una acción ines­pe­ra­da para el carác­ter japo­nés, poco dis­pues­to a mos­trar afec­tos de mane­ra tan evi­den­te.
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Pri­sión de Alca­traz. San Fran­cis­co. Foto­gra­fía de Noe­mi Mar­tin

  1. San Fran­cis­co: Sales can­sa­dí­si­ma del avión y unos poli­cías con cara de “pit bull” te retie­nen duran­te más de dos horas sin dar expli­ca­cio­nes. Al final te dejan ir con la cabe­za gacha y des­pués un agen­te his­pano te cuen­ta que hay una fugi­ti­va con tu nom­bre. Sí, tam­bién se llo­ra un poqui­to de ner­vios y ali­vio cuan­do lle­gas sana y sal­va al hotel.
  1. Holly­wood: Paseo de la fama. Entre las dos mil estre­llas que lo pue­blan, encuen­tro la de Michael Jack­son. Me paro en seco, hago el “moon­walk”, can­to “Thri­ller” y, por supues­to, me emo­ciono has­ta las tran­cas.
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Gran Barre­ra de Coral (Aus­tra­lia) Foto­gra­fía de Noe­mi Mar­tin

  1. Gran Barre­ra de Coral (Aus­tra­lia): sobre­vo­lar en avio­ne­ta el mayor arre­ci­fe tur­que­sa del pla­ne­ta tie­ne miga. Sin glu­ten, por favor.  La mez­cla de colo­res nubla los sen­ti­dos. Una expe­rien­cia des­lum­bra­do­ra que hay que tener antes de que el calen­ta­mien­to glo­bal la haga impo­si­ble.
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Desa­yuno con vis­tas impa­ga­bles en Cien­fue­gos (Cuba) Foto­gra­fía de Noe­mi Mar­tin

  1. Cien­fue­gos (Cuba): Una ciu­dad pre­cio­sa y una habi­ta­ción en una casi­ta fami­liar jun­to al Cari­be autén­ti­co por trein­ta euros el día. Doña Dora, una cuba­na con muchos años que con­ta­ba his­to­rias reales mien­tras dis­fru­ta­bas de los mejo­res desa­yu­nos del mun­do en el embar­ca­de­ro.  ¿Cómo no des­pe­dir­se de ella y de su hogar con un abra­zo cáli­do y lagri­mi­tas en los ojos?
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Fes­ti­val de Euro­vi­sión 2016 en Esto­col­mo. Foto­gra­fía de la euro­fan Noe­mi Mar­tin

  1. Esto­col­mo: En esta ciu­dad he llo­ra­do dos veces. La pri­me­ra de frío. Ocho gra­dos bajo cero no se lle­van dema­sia­do bien,  más cuan­do vie­nes de Cana­rias y se te ha ocu­rri­do pasar la maña­na en Skan­sen, un museo con ani­ma­les al aire libre. Menos mal que el vino calien­te espe­cia­do tie­ne efec­tos inme­dia­tos cuan­do se toman un par de vasos segui­dos. La segun­da, en el  fes­ti­val de Euro­vi­sión hace unos meses. Ese himno tele­vi­si­vo de todos cono­ci­do, esas ban­de­ras albo­ro­ta­das y esa “euro­fan” dan­do rien­da suel­ta a sus emo­cio­nes sin cor­tar­se un pelo. El resul­ta­do: rímel embo­rro­na­do y unos cuan­tos klee­nex  arru­ga­dos  en el bol­si­llo.

Has­ta aquí un resu­men de mis llan­tos más sona­dos. Mien­tras ideo una segun­da entre­ga, te reto a que, como yo,  hagas memo­ria via­je­ra. Segu­ro que tú tam­bién has llo­ra­do algu­na vez por esos mun­dos. ¿Lo recuer­das?

BSO Llo­rar y llo­rar de Vicen­te Fer­nán­dez

© 2016 Noe­mi Mar­tin. Todos los dere­chos reser­va­dos.

 

¡Qué viva Eurovisión!

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Ban­de­ras del fes­ti­val de Euro­vi­sión en Esto­col­mo. Foto­gra­fía de Noe­mi Mar­tin

Esto­col­mo se pre­pa­ra para  la final de Euro­vi­sión con un sol radian­te y ban­da­das de fans del Fes­ti­val reco­rrien­do sus calles ado­qui­na­das. La capi­tal sue­ca cele­bra este sába­do 14 de mayo la fies­ta euro­pea de la músi­ca y aquí estoy yo, en medio de una ciu­dad lle­na de vida y rin­co­nes encan­ta­do­res, cum­plien­do un sue­ño infan­til.

Recuer­do a la fami­lia reu­ni­da fren­te al tele­vi­sor cada pri­ma­ve­ra por esta fecha des­de que ten­go uso de razón. Todos can­tan­do, todos espe­ran­do a que nos vota­ran Gre­cia o Por­tu­gal, todos ansian­do esos doce pun­tos que no lle­ga­ban nun­ca. El fin era com­par­tir un rato de ale­gría y bue­nas risas aun­que Espa­ña que­da­ra al final de la cola. Eso era lo de menos.

Con el tiem­po me han acom­pa­ña­do en esta noche espe­cial ami­gos y ban­de­ras y en las últi­mas edi­cio­nes mi peque­ño sobrino y su cari­ta curio­sa pin­ta­da de ama­ri­llo y rojo.

Lo cier­to es que aun­que no soy nada patrió­ti­ca sien­to devo­ción por Euro­vi­sión y lo admi­to sin pro­ble­mas a pesar de que para muchos esté pasa­do de moda o sue­ne un poco “fri­qui”.

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Esto­col­mo (Sue­cia) Foto­gra­fía de Noe­mi Mar­tin

Estos días por Esto­col­mo ade­más de ser­vir para vol­ver a reco­rrer luga­res que me encan­tan y comer sal­món a man­sal­va,  con­fir­man que me apa­sio­na la gen­te que hace lo que le da la gana. Que es capaz de ir por la calle can­tan­do con un som­bre­ro de colo­res o una ban­de­ra como capa ata­da al cue­llo. Qué viva Euro­vi­sión y la liber­tad de bus­car la feli­ci­dad allá don­de se encuen­tre.

BSO Say Yay! de Barei

© 2016 Noe­mi Mar­tin. Todos los dere­chos reser­va­dos.

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