«Perfecto Sr. Doménech, si usted me confirma que ya tiene todos permisos necesarios para la edificación, proceda a ello. Avisaré a la Sra. Fabra para que se persone en su despacho y puedan concretar los detalles de la obra.»
Así, tras colgar su peculiar y rústico Gower-Bell, Mariano Fuster i Fuster, caballero de la alta sociedad mallorquina, pintor e industrial, seguramente habría dado el visto bueno al planteamiento ofrecido por el respetado arquitecto barcelonés Lluís Doménech i Montaner para la construcción en 1905 de uno de los edificios modernistas más exclusivos y elegantes de la capital catalana: La Casa Fuster.
Situado en el número 132 del concurrido Paseo de Gracia, el Hotel Casa Fuster esconde bajo su sinuosa y marmórea arquitectura el restaurante Galaxó. En claro homenaje a quién fuera el señor de la casa, Mariano Fuster, el local adquiere el nombre de la cumbre mallorquina Puig de Galatzó dando a entender un carácter mediterráneo que se aúna en perfecta consonancia con la vanguardia encarnada en el espíritu modernista que rezuma cada rincón del hotel. En palabras de Oriol Canillas (chef) y Mireia Pellicer (maître sommelier) «Nuestra gastronomía apuesta por el producto mediterráneo, matizado con gustos exóticos. Priorizamos el sabor tradicional y la minuciosa combinación de gustos; además de una estudiada selección cromática acorde con el periodo modernista al que pertenece este emblemático edificio».
Nada más atravesar la arcada del Hotel Casa Fuster, la sensación de viajar a otra época e incluso a otra dimensión, se apodera del espíritu de uno. Mobiliario dotado de vida gracias a sus formas orgánicas, pomos forjados que inspiran naturaleza, jarrones que bailan al son de tenues luces regalando místicos reflejos…Todo ello da la bienvenida, invitando a adentrarse en lo profundo de este bosque de mármol, forja y madera. Ya en la planta noble, Galaxó se deja ver tímidamente al final de un distribuidor que lóbrego, como si fuera el momento en el que se besan los párpados para iniciar un bonito y onírico viaje, es el encargado de conducir al comensal a su destino. El Hada de Azúcar danza y danza.
Una vez en su interior, un techo que evoca un ondulante mar de plata acoge en su fondo las mesas dispuestas con bastante espacio entre sí para que cada experiencia sea única, íntima e inolvidable.
Gargantuescos arcos de mármol hacen la función de guardianes y de separar las diferentes secciones del Galaxó. Misteriosos espejos añejos y quebrados parecen portales a universos de Carroll. Amplios ventanales son cubiertos por imponentes cortinas moradas que como cataratas de vino, caen y se funden en un vacío que escapa a la vista de la persona ya sentada alrededor de unas mesas siempre acompañadas por esculturas y motivos modernistas.
Tras un aperitivo de bienvenida del chef consistente en un suave guacamole con gambas y una selección de sales: la sutil sal rosa del Himalaya, la Flor de Sal con hibisco y la poderosa y oscura sal volcánica de Hawaï, acompañadas con pan blanco y de nueces, y de un excelente AOVE como es el leridano y ecológico Umami, se procedió a la degustación de los siguientes platos:

Aperitivo modernista. Fotografía de Aarón González
-Pica Pica Modernista, elegante y colorida composición formada por:
-Drac del Parc Güell (Canelón de calabacín relleno de mató y vinagreta de pimientos de colores): un trencadís a base de vinagreta de pimientos multicolores cubre a un dragón de suave calabacín que guarda en su interior una nube de ligero requesón.
-Vidrieres Modernistes (Tartar de salmón con gelatinas de pimiento, pepino y tomate): un tartar de salmón finamente cortado, que evita así la malograda textura de puré, cobijado por un mézclum de hojas jóvenes al que cada bocado va sonsacando pequeños secretos de paladar. Las gelatinas, diferenciadas y llenas de sabor, aportan ese aspecto visual que le confiere el nombre al plato.
-Sagrada Familia (patata brava): unir dos conceptos tan arraigados como son las patatas bravas con uno de los símbolos emblemáticos no solo del modernismo catalán, sino de la propia identidad barcelonesa, es todo un acierto. Más aún cuando se da la primera dentellada y la lava de este pequeño volcán empieza a verterse por sus costados al mismo tiempo que hace presencia en las papilas del comensal.
Un primer plato digno de un mural de Mucha en el que colores y sabores vuelven a recordar que no se está en un restaurante cualquiera. Se acompaña con un Primer Brut Nature de Pere Ventura (xarel.lo, parellada y macabeo), que aporta reflejos dorados y brillantes.
-Merluza en suquet de chocolate con pastel de patata y boletus: una cama de esponjosas patatas es testigo de este curioso idilio. No se sabe cuándo el cacao empezó su relación con la sirena, lo que sí es más que evidente es que recostados en esos cojines de boletus, mantienen una relación de ensueño, casi prohibida, que sellaron con un blanco e intenso Príncipe de Viana D.O. Navarra (chardonnay). Shostakovich habría compuesto una suite para esta pareja sin dudarlo.
-Fricandó de ternera al vermut con naranjas frescas y olivas negras: o como el plato se transforma en un campo de batalla por ver cuál de los ingredientes permanece más tiempo en la mente y en el gusto del comensal. La poderosa pero delicada ternera avanza imparable para ganarse el puesto de paladín modernista, “lástima” que una naranja que no se deja amedrentar por una carne tan fina y dulce, deshaga todo ese sabor para suplantarlo por un frescor ligeramente ácido. Esto provoca un tira y afloja en el que el comensal está deseando probar otro bocado de la primera para obligar al cítrico a actuar. Hasta aquí todo sería más o menos sencillo si no fuera porque otro elemento entra en discordia: de forma furtiva, las olivas negras hacen acto de presencia dando pequeñas estocadas tostadas en el paladar. Han venido, y lo hacen para quedarse. Un tinto joven de Jardins Monastrell D.O. Empordà (garnacha, merlot, syrah y cabernet suavignon) es testigo de tan cruenta batalla.
-Casa Fuster (semiesfera de mousse de chocolate con leche y baño de chocolate blanco): líneas curvas modernistas para presentar un postre potente a la par que ligero y, por supuesto, dulce. Una pieza que se podría extrapolar al campo de la arquitectura y encajar perfectamente en cualquier obra de Josep Puig i Cadafalch.

Semiesfera de mousse de chocolate con leche y baño de chocolate blanco. Fotografía de Aarón González
Tras esta degustación, se concluye que Galaxó es un universo paralelo, un portal al pasado ¿o tal vez al futuro? En definitiva, se puede decir que Galaxó es un lugar para soñar.
Galaxó forma parte de la Restaurant Lover Week organizada por Atrápalo. Del tres al doce de marzo, una selección de restaurantes de Madrid y Barcelona ofrecerán menús exclusivos a un precio asequible e inferior al habitual: 24 euros más IVA y un euro muy especial que irá destinado a colaborar con la ONG Accem y ayudar así a refugiados y a las personas más desfavorecidas.
Más información y reservas en Atrápalo
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