Maridaje de vinos de Wineissocial y los platos de Hawker 45

Para gus­tos los colo­res (Pan­to­ne, cla­ro está). Esta expre­sión tan soco­rri­da pro­ce­de de la máxi­ma lati­na “De gus­ti­bus non est dispu­tan­dum”, que se pue­de tra­du­cir direc­ta­men­te por “no hay que pelear por los gus­tos”, por­que cada uno tie­ne el suyo y todos son res­pe­ta­bles. Hacien­do el para­le­lis­mo con los mari­da­jes de pla­tos y vinos ocu­rre lo mis­mo y de esto saben un rato los sumi­lle­res de Wine­sis­so­cial, refi­rién­do­me a los mari­da­jes y los gus­tos.

Y para mues­tra un botón, es decir, el vivi­do días atrás en Haw­ker 45 don­de se jugó en la par­te sóli­da con el exo­tis­mo de los pla­tos de la chef Lai­la Bazahm al man­do de los fogo­nes de este res­tau­ran­te bar­ce­lo­nés, don­de recu­pe­ra pla­tos del street food de la gas­tro­no­mía asiá­ti­ca y que van entre sabo­res áci­dos, amar­gos, dul­ces, pican­tes y el uma­mi, y en la par­te líqui­da a car­go de César Cano­vas, el que fue cam­peón de Espa­ña en el 2006 como sumi­ller y aho­ra tra­ba­ja en wineis­so­cial y que pre­sen­tó dos vinos dis­pa­res para cada pla­to que salió de la coci­na de Haw­ker 45 para que cada comen­sal pudie­ra ele­gir su pro­pues­ta favo­ri­ta entre las dos opcio­nes o que se que­da­se con las dos. Una expe­rien­cia lúdi­ca don­de los vinos podían ensal­zar, acom­pa­ñar o com­ple­tar los pla­tos de la chef Bazahm.

Pro­pues­tas del menú y sus dos vinos a mari­dar:

  • Uma­mi: ali­tas de pollo thai con mer­me­la­da de chi­li. Tos­ta­da de gam­ba oko­no­mi­ya­ki son shi­chi­mi toga­rashi. El pican­te de esta pro­pues­ta se podía con­tras­tar con el áci­do y refres­can­te Pazo Casa­no­va o con Sen­sua­lis y sus per­fu­mes flo­ra­les de rosa y de fru­ta como el lichi o la pera.
Alitas de pollo Thai

Ali­tas de pollo Thai

 

  • Amar­go: bimi y cala­ba­zas asa­das, curry japo­nés y caviar de beren­je­na. Los vinos Willa Wolf Gewürz­tra­mi­ner con una ele­gan­te fres­cu­ra de aro­mas a rosas y A Coroa que des­pren­de aro­mas de fru­tas del bos­que como la fram­bue­sa y los arán­da­nos y a espe­cias como el cla­vo y la pimien­ta.

 

  • Pican­te: risot­to lak­sa con mer­lu­za. Los vinos Char­tier le Blanc y sus aro­mas a coco, melo­co­tón, miel y flo­res blan­cas, mien­tras que Rebel­des con sus aro­mas a bolle­ría, melo­co­tón y pera, está espe­cial­men­te indi­ca­do para empa­re­jar­se con arro­ces.
Risotto Laksa

Risot­to Lak­sa con mer­lu­za

 

 

  • Áci­do-dul­ce: ado­bo de cos­ti­lla de cer­do ahu­ma­da y cebo­lla cara­me­li­za­da con reduc­ción de vina­gre de soja. Heren­cia Altés L’Es­tel con aro­mas a café, cere­za, cirue­la y fre­sa o Mad con sus aro­mas de hier­ba, limón y lirio.
  • Dul­ce: hela­do de cho­co­la­te con turrón de plá­tano. A ele­gir entre Val­ve­rán 20 man­za­nas, una sidra astu­ria­na ins­pi­ra­da en las ice-ciders de Cana­dá, con aro­mas de mara­cu­yá y naran­ja pen­sa­da para acom­pa­ñar pas­te­le­ría clá­si­ca y obvia­men­te la Tar­ta Tati, o  Ari­ya­nas David Tin­to Dul­ce con aro­mas de fru­ta de la pasión, pera, piña o rosas, ideal para acom­pa­ñar pos­tres a base de cho­co­la­te y fru­ta.

 

Helado de chocolate con turrón de plátano

Hela­do de cho­co­la­te con turrón de plá­tano

 

La tra­yec­to­ria pro­fe­sio­nal de Lai­la Bazahm se ini­ció en el sec­tor de la ban­ca ges­tio­nan­do pro­yec­tos en pla­zas impor­tan­tes como Dubai, Sin­ga­pur y Mani­la. En el 2011 rom­pió su pro­me­te­dor futu­ro­con y se diri­gió a las puer­tas de Muga­ritz para comen­zar en la coci­na des­de cero pero con muchas ganas de apren­der. Tras su paso por Nineu en San Sebas­tián, se vol­vió a Sin­ga­pur para ser chef eje­cu­ti­va de un gran gru­po de res­tau­ra­ción. Más tar­de entró en L’A­te­lier de Joël Robu­chon jus­to cuan­do este res­tau­ran­te con­si­guió su pri­me­ra estre­lla Miche­lin. De vuel­ta a Sin­ga­pur entró en Anti:Dote, el bis­trot del Hotel Fair­mont y aquí fue don­de comen­zó a ges­tar­se ya su actual res­tau­ran­te Haw­ker 45. Bar­ce­lo­na fue su siguien­te para­da para cur­sar el Más­ter en Hos­pi­ta­lity de EADA don­de pudo apren­der todo, abso­lu­ta­men­te todo, sobre los pro­ce­sos de un res­tau­ran­te, des­de la coci­na, los recur­sos huma­nos, con­ta­bi­li­dad, has­ta la ges­tión inte­gral de la sala. Su par­ti­ci­pa­ción en varios pop ups en 2015 en Bar­ce­lo­na, la incli­na­ron por ele­gir la Ciu­dad Con­dal como sede de su res­tau­ran­te que abrió sus puer­tas en enero de 2017.

La selección de vinos

La selec­ción de vinos

 

Wineis­so­cial es más que un club de vinos, es una for­ma didác­ti­ca de enten­der la cul­tu­ra del vino. Des­de el ini­cio, hace 5 años, sus crea­do­res bus­ca­ron una for­ma fácil de lle­gar a todos los públi­cos a par­tir de sím­bo­los y colo­res, de tal for­ma que idea­ron un test de 30 pre­gun­tas para encon­trar el mejor esti­lo de vino a cada una de las per­so­nas intere­sa­das en fina­li­zar este cues­tio­na­rio. Con­jun­ta­men­te con el club rea­li­zan ase­so­ría a res­tau­ran­tes para ade­cuar la car­ta de vinos a la pro­pues­ta gas­tro­nó­mi­ca, así como for­ma­ción al equi­po de sala usan­do la mis­ma sim­bo­lo­gía y poder acer­tar con los gus­tos de los comen­sa­les. Los vinos que con­for­man el catá­lo­go de wineis­so­cial tie­nen que cum­plir los siguien­tes requi­si­tos: expre­sar su terroir, de pro­duc­to­res autén­ti­cos que apues­tan por una míni­ma inter­ven­ción, res­pe­to del entorno y ofre­cer una alta rela­ción “pre­cio-pla­cer” como ellos la cali­fi­can. El gru­po de cata está for­ma­do por los exper­tos sumi­lle­res César Cano­vas, Raúl Igual, David Sei­jas y David Forer.

Haw­ker 45 Carrer de Casp, 45. 08010 Bar­ce­lo­na. Telé­fono 937 638 315. Hora­rio de lunes a sába­do de 13 a 16h y de 20 a 23h.

Más infor­ma­ción de este club de vinos con opcio­nes per­so­na­li­za­das en Wineis­so­cial

© 2019 José María Toro. All rights reser­ved

 

Un mordisco (sin gluten) a Canadá

Cana­dá es espa­cio­sa y ver­de como un cam­po de fút­bol gigan­te o de lacros­se, el jue­go nacio­nal jun­to con el hoc­key sobre hie­lo. Una cifra de sólo trein­ta y seis millo­nes de habi­tan­tes en el segun­do país más gran­de del mun­do per­mi­te que aquí se pue­da vivir hol­ga­da­men­te. Bas­ta con ver los jar­di­nes de las casas con sus mesi­tas y mece­do­ras. Hay cés­ped por todos los lados, has­ta en medio de los carri­les de las auto­pis­tas. Y hay lagos gigan­tes y gla­cia­res, balle­nas, islas, cam­pos de golf por doquier, bode­gas y ciu­da­des afa­bles como el carác­ter de los cana­dien­ses. Al menos en el mor­dis­co dul­ce y sin glu­ten que sabo­reé. Por­que este es un país tan inmen­so que no creo ni que su sobe­ra­na, la Rei­na Isa­bel II, lo haya reco­rri­do de nor­te a sur. Nece­si­ta­ría mucho tiem­po. Cuan­do deci­des ir a Cana­dá a menos de que dis­pon­gas de un par de meses, como míni­mo, debes ele­gir. Mi opción, como pri­mer acer­ca­mien­to a este enor­me país es la cos­ta este. Un coche en el aero­puer­to de Toron­to y todo a babor entre camio­nes gigan­tes­cos, algu­nos de pelí­cu­la, y cara­va­nas de todo tipo. Aquí casi todo el mun­do tie­ne una en el patio de su casa.  

Típicas casas canadienses en una calle de Gananoche

Sto­ne­wa­ter Bed and Break­fast en Gana­no­que

 

El pri­mer pun­to impor­tan­te del reco­rri­do des­pués de hacer noche en Osha­wa, es Kings­ton. En esta peque­ña ciu­dad, la más anti­gua de Cana­dá se res­pi­ra un ambien­te entre clá­si­co y moderno ade­re­za­do con mucho jazz en vivo. Hay tien­de­ci­llas y bares para ele­gir. Como a gus­tos eco no hay quien me gane, me que­do con un vis­to­so super­mer­ca­do de pro­duc­tos natu­ra­les, muchos a gra­nel: el Tara Natu­ral Foods, don­de com­pra­mos una miel deli­cio­sa, y Le Chien Noir, un bis­tro fran­cés con vinos de un mon­tón de sitios, has­ta alba­ri­ños había, y unas ensa­la­das espec­ta­cu­la­res.

Kingston

Kings­ton

 

A unos 30 kiló­me­tros de Kings­ton, la cita abso­lu­ta­men­te inelu­di­ble es en Gana­no­que. Este curio­so pue­ble­ci­to rezu­ma tran­qui­li­dad en sus calles pla­ga­das de las típi­cas casas bajas cana­dien­ses con sus ban­de­ras ondean­tes. Dan ganas de poner­se unas mallas y unas zapa­ti­llas de depor­te y lan­zar­se a correr por sus par­ques, don­de por cier­to, vi plan­ta­das coli­flo­res. Su pun­to fuer­te, ade­más de su cal­ma inque­bran­ta­ble, es ser mue­lle de par­ti­da hacia las famo­sas Mil Islas, un fan­tás­ti­co must cuan­do via­jas a la zona. Un lugar ideal para dor­mir jun­to al puer­to es el Sto­ne­wa­ter Manor B&B. Las habi­ta­cio­nes son pre­cio­sas y sus due­ños que tam­bién regen­tan un fabu­lo­so pub irlan­dés ane­xo (con bur­gers glu­ten free, algu­nas vega­nas) son encan­ta­do­res. Ade­más, sir­ven unos desa­yu­nos esplén­di­dos que inclu­yen unas tos­ta­das sin glu­ten con man­te­qui­lla y una tor­ti­lla de cham­pi­ño­nes para llo­rar de ale­gría.

Casa en las Mil Islas

Casa en las Mil Islas

 

Otta­wa, capi­tal can­dien­ses y siguien­te para­da, se mere­ce medio día de via­je y una noche en el Blue Cac­tus para beber una copa de vino del Niá­ga­ra con una ban­de­ja gigan­te de bonia­to fri­to. Antes, visi­ta los pues­tos y cafés del ani­ma­do mer­ca­do Byward, las exclu­sas del Canal Rideau, los edi­fi­cios del Par­la­men­to que recuer­dan al West­mins­ter de Lon­dres y, si tie­nes tiem­po, la Natio­nal Gallery. Lue­go sigue tu rum­bo sin mirar atrás.

Ottawa

Un rin­cón para wine­lo­vers en Otta­wa

 

Des­pués de Otta­wa nos diri­gi­mos hacia el Par­que Nacio­nal de la Mau­ri­cie y hace­mos para­da para dor­mir y cenar en Sha­wi­ni­gan a pocos kiló­me­tros del Par­que. Este refu­gio natu­ral don­de habi­tan osos negros, alces y cas­to­res, es una autén­ti­ca mara­vi­lla, sobre todo cuan­do des­cu­bri­mos una pla­ya desier­ta en uno de los lagos que la inun­dan. Qué bien sabe un baño en aguas cris­ta­li­nas. Un pic­nic con pro­duc­tos de la zona y a soñar. Rum­bo al nor­te, tras aban­do­nar el Par­que, reco­rre­mos un para­je pla­ga­do de lagos para dor­mir en La Tuque, una loca­li­dad con su pro­pia esta­ción de esquí alpino, don­de reco­mien­do el BB La gui­te du parc. Si eres glu­ten free, éste es tu lugar por­que su due­ña es celía­ca. Como una de las carac­te­rís­ti­cas de la con­di­ción cana­dien­se jun­to con la ama­bi­li­dad es la hones­ti­dad, hacien­do caso a nues­tra anfi­trio­na, cena­mos en Le Boke: bue­nos vinos y un con­fit de pato con risot­to de setas y ver­du­ri­tas para recor­dar todo el via­je.

Parque Nacional de La Maurice

Par­que Nacio­nal de La Mau­ri­ce

 

Des­de La Tuque avan­za­mos hacia el Lago St. Jean duran­te desér­ti­cos kiló­me­tros para dar­nos un bañi­to hela­do en la villa de Rover­bal y aca­bar en la ciu­dad de Alma, con­cre­ta­men­te en La Mai­son de Mate­lot, un sen­ci­llo hote­li­to de 5 habi­ta­cio­nes, una terra­za con vis­tas de agua dul­ce y deli­cio­sos desa­yu­nos glu­ten free. La vida es her­mo­sa. A ori­llas del lago, pre­cio­sas casi­tas se suce­den. Es el lujo cana­dien­se que con­sis­te en tener a tu dis­po­si­ción un tro­ci­to de lago con un embar­ca­de­ro o unas tum­bo­nas. Así que sal­vo en las pla­yas auto­ri­za­das, los acce­sos a St. Jean son pri­va­dos. Un lugar ideal en el Lago para coger una bici y pasar el día con un buen pic­nic es el Par­que Nacio­nal de la Poin­te-Tai­llon, un refu­gio de cas­to­res y pre­cio­sos sen­de­ros acom­pa­ña­do de kiló­me­tros de pla­yas sose­ga­das. Al nor­te del lago Saint Jean, visi­ta el peque­ño pue­blo de Perin­bo­ka. Pedi­rás a tu dios o a la lote­ría nacio­nal asi­lo en uno de esos rin­co­nes.

Maison de Matelot

Mai­son de Mate­lot

 

Des­pués de aban­do­nar Alma y haber cena­do en Mario Trem­blay o en el Café du Clo­cher, en ambos sir­ven un jugo­so sal­món, dirí­ge­te a Tados­sac pasan­do por el fan­tás­ti­co Par­que Nacio­nal des Monts Valin. Los lagos siguen sien­do los mejo­res com­pa­ñe­ros pero su pla­ci­dez y sus fan­tás­ti­cas casas no dejan de asom­brar al visi­tan­te. Tados­sac es uno de los luga­res del mun­do más impor­tan­tes para avis­tar balle­nas, ade­más de situar­se jun­to a un her­mo­so fior­do. Los cetá­ceos se pue­den divi­sar des­de un bar­co o zodiac pero tam­bién a sim­ple vis­ta des­de la cos­ta. Reco­rre el paseo que par­te del puer­to y si vas entre junio y noviem­bre las verás jugue­tean­do entre las olas. El pue­blo es un encla­ve agra­da­ble y ani­ma­do en medio de la tran­qui­la Cana­dá. Ade­más, alber­ga una pre­cio­sa capi­lla que es la igle­sia de made­ra más anti­gua del país. Para tomar una ensa­la­da de pato o una bur­ger de sal­món (opción glu­ten free) pasa por el Pick Up Gri­llé. Para el mejor café (bio) de la zona, acér­ca­te al vecino pue­blo de L’An­se de Roche. En el úni­co que hay, el Cas­ta Fjord, su estram­bó­ti­ca encar­ga­da hará que el paseo merez­ca aún más la pena. Para una cena deli­cio­sa dirí­ge­te al Café Bohè­me. Un con­se­jo, como no admi­ten reser­vas, vete como a eso de las 8:30h (cie­rran a las 10h) cuan­do los “no espa­ño­les” están ter­mi­nan­do.

Tadossac

Café Bohè­me en Tados­sac

 

En Que­bec, la úni­ca ciu­dad amu­ra­lla­da del Nor­te de Amé­ri­ca, hue­le a Paris y a las palo­mi­tas con man­te­qui­lla y cara­me­lo de Marys. Me enten­de­rás cuan­do la visi­tes. Pasea por sus calles, entra en sus gale­rías de arte y sus tien­das de anti­güe­da­des. Date un paseo por el mer­ca­do, com­pra las man­za­nas y fre­sas más vivas que he vis­to y si nece­si­tas algo más dul­ce prue­ba el siro­pe de Maple. No te olvi­des de dis­fru­tar de un almuer­zo eco­ló­gi­co en el bis­tro orga­nic L’ory­gin (tie­nen una car­ta de vinos inmen­sa) y para cenar y arrui­nar la die­ta del medio día, toma una fan­tás­ti­ca piz­za de que­so de cabra sin glu­ten en La Piaz­zet­ta. Y ya que esta­mos de que­sos, encuen­tra los mejo­res, inclui­dos algu­nos de Fuer­te­ven­tu­ra, en la calle Saint Jean (Épi­ce­rie Euro­péen­ne), don­de podrás escu­char músi­ca en vivo en algu­nos de sus loca­les. Recuer­da visi­tar el barrio de Saint Roth para cono­cer la par­te más alter­na­ti­va de la city y sus múl­ti­ples cafe­te­rías. Por cier­to, en esta ciu­dad se habla espa­ñol. En cin­co esta­ble­ci­mien­tos encon­tra­mos encan­tan­do­res cana­dien­ses que lo domi­na­ban a la per­fec­ción. Nues­tra elec­ción para dor­mir fue una habi­ta­ción abuhar­di­lla­da en el sen­ci­llo y pin­to­res­co hote­li­to Mai­son Ste-Ursu­le, den­tro del colo­ri­do y musi­cal cas­co his­tó­ri­co.

Quebec. La Perle

Que­bec. La Per­le

 

La últi­ma para­da de nues­tro via­je es la ciu­dad de Toron­to, una gran urbe de más de seis millo­nes de per­so­nas pro­ve­nien­tes de todos los rin­co­nes del pla­ne­ta. Qui­zás Toron­to no tie­ne el saber estar ni la ele­gan­cia pari­si­na de Que­bec pero tie­ne chis­pa. Y de la bue­na. Bas­ta con cami­nar sus calles y acer­car­se al barrio bohe­mio de Ken­sing­ton para com­pro­bar­lo. Ropa de segun­da mano, tien­das bio y un mon­tón de gari­tos don­de tomar comi­das del mun­do ¿qué tal unos tacos y un mar­ga­ri­ta en el meji­cano Pan­cho y Emi­liano? Otro lugar imper­di­ble de la ciu­dad para los glu­ten free y tam­bién para los aman­tes de la comi­da vene­zo­la­na es el Are­pa Café, con pla­tos deli­cio­sos y con­tun­den­tes que sir­ven como cate­ring al equi­po local de béis­bol, el que­ri­do Blue Jays. En Toron­to, ade­más de pro­bar una deli­cio­sas pako­ras en Little India, visi­ta la famo­sa torre CN que lide­ra la ciu­dad des­de lo alto si no temes a las colas. Tam­bién, acér­ca­te a sus museos, al puer­to o a la cono­ci­da Casa Loma. Por últi­mo, no te olvi­des de tomar algo en el mer­ca­do de St. Law­ren­ce, el mejor del mun­do según Natio­nal Geo­graphic.

Centro de Toronto

Cen­tro de Toron­to

 

Para ter­mi­nar el mor­dis­co cana­dien­se, nos acer­ca­mos una jor­na­da a las famo­sas Cata­ra­tas del Niá­ga­ra. Por cier­to, cóm­pra­te un chu­bas­que­ro si no quie­res ter­mi­nar empa­pa­do. Lue­go, dis­fru­ta del día como quie­ras, tie­nes todo tipo de acti­vi­da­des para rea­li­zar pero no te que­des sin delei­tar­te con una copa de vino autóc­tono con vis­tas al estra­tos­fé­ri­co cau­dal de agua.

Cataratas del Niágara

Cata­ra­tas del Niá­ga­ra

 

Ya en el aero­puer­to Pear­son de Toron­to, rum­bo a casa, el ansia via­je­ra no ha que­da­do sacia­da. O a lo mejor es gula. La sen­sa­ción es la de que­rer ver más y más ver­de. Y más azul. En la son­ri­sa lle­vo el impul­so qui­mé­ri­co de tomar un coche o un avión y diri­gir­nos hacia Van­cou­ver para seguir des­cu­brien­do pai­sa­jes fan­tás­ti­cos y ciu­da­des ami­ga­bles. En el espí­ri­tu, el anhe­lo nave­gan­te de con­ti­nuar sabo­rean­do esa fru­ta enor­me y jugo­sa que es Cana­dá.

© 2018 Noe­mi Mar­tin . All rights reser­ved. 

 

 

 

 

Thierry (Vancouver, BC Canadá)

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Últi­ma para­da dul­ce de este via­je por Van­cou­ver en la pas­te­le­ría cho­co­la­te­ría y cafe­te­ría Thierry sita en 1059 Alber­ni Street (Burrard/Thurlow)

Tan­to la deco­ra­ción del local como la pre­sen­ta­ción de sus exqui­si­tas golo­si­nas así como  el ser­vi­cio esme­ra­do del café res­pon­den más al gus­to del sur de Euro­pa. Sus exper­tos baris­tas pre­pa­ran un café espres­so exce­len­te para tener un buen comien­zo del día o a para tomar a cual­quier hora de la jor­na­da acom­pa­ña­do de algún crois­sant, maca­rons o algu­na otra pie­za de repos­te­ría. Tar­tas, mer­me­la­das y hela­dos de ela­bo­ra­ción pro­pia com­ple­men­tan su ofer­ta. 
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Beta 5. Vancouver (B.C., Canadá)

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Una ofer­ta muy ten­ta­do­ra y de difí­cil elec­ción.

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Las bol­si­tas que hay delan­te de cada fras­co se mez­clan con su inte­rior crean­do un pos­tre excep­cio­nal.

413 Indus­trial Ave. Van­cou­ver, BC V6A 2P8 Beta 5

La siguien­te para­da dul­ce en  Van­cou­ver fue esta pas­te­le­ría situa­da en un desan­ge­la­do polí­gono indus­trial y ale­ja­da del cen­tro de la ciu­dad. La facha­da de la tien­da, de las que pasa­rías de lar­go sin entrar, ape­nas da pis­tas de las golo­si­nas que pre­pa­ran den­tro. El des­cu­bri­mien­to de esta pas­te­le­ría de cam­pa­ni­llas no fue por casua­li­dad ni por méri­tos pro­pios, si no por suge­ren­cia de Geòr­gia, foo­die con una gran sen­si­bi­li­dad para des­cu­brir y loca­li­zar olo­res, colo­res y sabo­res, ésos que rete­ne­mos celo­sa­men­te en algún archi­vo de nues­tra memo­ria aso­cia­do a alguno de nues­tros gran­des momen­tos inol­vi­da­bles.

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Mer­me­la­das con sabo­res ori­gi­na­les.

¡Todo un luja­zo de pas­te­le­ría!. Lás­ti­ma que esté un pelín lejos de Bar­ce­lo­na para ir a com­prar los crois­sants y la repos­te­ría de los domin­gos… por­que si estu­vie­ra más cer­ca me ten­drían abo­na­do todos los fines de sema­na. Los habi­tan­tes de Van­cou­ver y de la zona tie­nen la posi­bi­li­dad de per­te­ne­cer al “Cho­co­la­te Union” y adqui­rir la caja sor­pre­sa men­sual con las crea­cio­nes hechas expre­sa­men­te para ellos ¡qué envi­dia!

En esta épo­ca de calor ven­den unos hela­dos exqui­si­tos entre dos galle­tas tipo sand­wich con sabo­res refres­can­tes para saciar la sed y paliar los efec­tos del calor.

Impres­cin­di­ble en una visi­ta a Van­cou­ver aun­que haya que des­pla­zar­se has­ta este polí­gono indus­trial.

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Sur­ti­do de bom­bo­nes y cho­co­la­tes.

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