IV Premios GastroACTITUD, Compromiso con la Tierra. El reconocimiento a 10 artesanos por la calidad de su trabajo y de sus productos

En su cuar­ta edi­ción el por­tal de gas­tronomía GAS­TROAc­ti­tud recono­ció con estos pre­mios el tra­ba­jo con­stante de pequeños arte­sanos españoles, muchas veces anón­i­mos o poco cono­ci­dos por el gran públi­co, y que hacen posi­ble que lleguen a nue­stros mesas pro­duc­tos gas­tronómi­cos de excep­cional cal­i­dad, que además suman el com­pro­miso con la sosteni­bil­i­dad, de respeto a la madre Tier­ra, en una época que todos ten­emos que hac­er algo y ellos lo lle­van hacien­do en silen­cio des­de hace mucho tiempo.

Premiados IV Edición Premios Gastroactitud 2019

Galar­don­a­dos en la IV Edi­ción Pre­mios Gas­troAC­TI­TUD 2019. Fotografía gen­tileza del por­tal gas­tronómi­co Gastroactitud

 

Ricard Camare­na, con una larga trayec­to­ria de tra­ba­jo codo con codo jun­to a agricul­tores, pescadores, ganaderos, y otros elab­o­radores de prox­im­i­dad a su restau­rante, de tal for­ma que los pro­duc­tos del ter­ri­to­rio valen­ciano y en su momen­to ópti­mo de con­sumo se refle­jan en los platos que salen de los fogones de su coci­na, ha sido el padri­no en la entre­ga de estos pre­mios 2019 y que han sido para los sigu­ientes arte­sanos gastronómicos:

Alas de Cam­pos (Pichón de la Tier­ra de Cam­pos en Zamo­ra) un ave que había sido con­sum­i­do por reyes y el resto de la corte de Castil­la y León, y aho­ra en peli­gro de extin­ción, se está recu­peran­do gra­cias al proyec­to impul­sa­do por Luis Alber­to Lera del restau­rante Lera y ges­tion­a­do por la Fun­dación Rehabitar Tier­ra de Cam­pos. Con su uso en la gas­tronomía se está con­tribuyen­do a la fijación de la población rural.

Bode­ga Vic­to­ria Tor­res Pecis (de la Isla de La Pal­ma) con­ce­di­do a una mujer valiente que por enci­ma de ten­den­cias y modas quiere refle­jar en sus vinos el carác­ter de su paisaje. Y así lo escribió en su post Noe­mi Mar­tin pub­li­ca­do el pasa­do 31 de mar­zo de 2017.

Panadería Panem de Madrid. Los Her­manos Gar­cía reivin­di­can los sabores de toda la vida, esos que guardamos en nues­tra memo­ria y que como el severo críti­co gas­trónomo de la pelícu­la Rata­touille, Anton Ego, o la mag­dale­na de Proust,  nos trasla­da a un momen­to, entre inocente y feliz a partes iguales, de nues­tra vida.

Con­ser­vas Rosa Lafuente de Pon­teve­dra. Rosa, hija de con­serveros, jun­to a sus 4 her­manos le ha dado una vuelta a la tradi­ción famil­iar y con su ima­gen vin­tage de eti­que­tas rosa reivin­di­ca la labor y la impor­tan­cia de la mujer en su elaboración.

Cul­ti­vo Dester­ra­do (agri­cul­tura, Cádiz) Con una car­rera bril­lante en la indus­tria tec­nológ­i­ca, Rafael Mon­ge volvió a su San­lu­car de Bar­rame­da natal para recu­per­ar los cul­tivos tradi­cionales que se habían olvi­da­do en los nava­zos (fin­ca próx­i­ma a la playa). Comen­zó con el de sus padres regán­do­lo con tol­lo (agua salo­bre) para dar­le el carác­ter sali­no a sus guisantes de cos­ta, coles, lechugas y plan­tas aromáticas.

Ganadería Bio­coop de Ourense. Situ­a­do en Verín, tratan a los ani­males como seres vivos con todos sus dere­chos, dán­dole un val­or éti­co y sostenible a la cría en exten­si­vo y recu­peran­do razas autóc­tonas en peli­gro de extin­ción. Han lan­za­do una línea de ham­bur­gue­sas 100% ecológ­i­cas proce­dentes de las razas cono­ci­das como las More­nas del Noroeste.

Juan Car­los Mack­in­tosh (atún rojo en Tar­i­fa) Empre­sa famil­iar que sigu­ien­do artes de pesca minori­tar­ios es abso­lu­ta­mente respetu­oso con el mar y el medio ambi­ente. Atunes rojos del estre­cho pesca­do con caña y sac­ri­fi­ca­dos con el méto­do japonés lla­ma­do Ike­jime que evi­ta el sufrim­ien­to innece­sario del ani­mal y mejo­ra la cal­i­dad de la carne. Sola­mente pes­can por pedi­do y respe­ta con rig­or las tem­po­radas y las vedas.

Que­sería Airas Moniz (Lugo) El tesón de 3 per­sonas que aman su tier­ra, los ani­males, el que­so y el mun­do rur­al para evi­tar la deser­ti­zación humana de los pueb­los. Que­sos de pas­ta blan­da o azules proce­dentes de leche de vacas Jer­sey cri­adas en libertad.

Tru­fas Alon­so (Guadala­jara) La mejor empre­sa trufera españo­la que ha tra­ba­ja­do la ped­a­gogía y la cul­tura de la tru­fa aprox­imán­dola al con­sum­i­dor final de una for­ma fácil y clara. Detrás de esta empre­sa están Rocío Alon­so y Javier Ace­do en quienes con­fían los mejores chefs de España por la cal­i­dad de sus tru­fas tan­to las propias como las de importación.

Nue­ces de Ner­pio (Albacete) De nogales cen­te­nar­ios se obtienen estas nue­ces que preser­van el entorno. A la cal­i­dad de estas nue­ces se suman las cual­i­dades nutri­cionales com­pro­badas por la ciencia.

Los pre­mios Com­pro­miso con la Tier­ra tienen el apoyo incondi­cional de empre­sas ref­er­entes en el sec­tor gas­tronómi­co como Makro  aco­gien­do la cer­e­mo­nia de entre­ga en su sede de Madrid y NH Hotel Group, com­pañía integra­da en Minor Hote­les, y que se posi­ciona como la cade­na hotel­era gas­tronómi­ca en España con may­or número de restau­rantes de ref­er­en­cia en alta coci­na: DiverXO, La Ter­raza del Casi­no y ReL­e­vante.

El pre­mio con­sis­tió en un pla­to de cerámi­ca elab­o­ra­do por el artista Pedro León, del taller de cerámi­ca madrileño Arte­Hoy que puede pre­sumir de que sus vajil­las están en las mesas de los mejores restau­rantes de España.

© 2019 José María Toro. All rights reserved

 

 

 

Toscana Blues

-Estoy estu­pen­da­mente. Te lo prome­to. ¿Cómo no voy a estar bien en la mar­avil­losa Toscana? Ya no soy la mujer-dra­ma que cono­ciste, broth­er. Relax. Om.

Cuel­go el telé­fono. Me ase­guro de que mi her­mano ya no está al otro lado. Toco tres veces la tecla roja y lloro has­ta que el móvil se empa­pa de arri­ba a aba­jo. Y luego limpio las lágri­mas de la pan­talla con el rever­so de la camise­ta de Ale­jan­dro Sanz que me pon­go para dormir.

Lle­vo cua­tro días entre viñe­dos y tor­res medievales y me sien­to en el infier­no, quemán­dome cual piz­za mar­gari­ta. Otro desen­gaño pueril. Y enci­ma me duele la tri­pa de hin­charme a pecori­no y nue­ces. Creo que he subido como cin­co kilos des­de que llegué a Cortona.

Hace un par de sem­anas reservé una habitación “deluxe” en un vil­la pre­ciosa y alquilé un “Bee­tle cabrio” en el aerop­uer­to de Pisa dis­pues­ta a com­erme el mun­do y al gas­trochef ital­iano con el que llev­a­ba “insta­grame­an­do” des­de hace seis meses. Sor­pre­sa, con­mo­ción: Piero Del­la Francesca, el chico con nom­bre de pin­tor que sólo sube impre­sio­n­antes imá­genes de vinos caros, platos divi­nos y rutas en bici­cle­ta, tiene mujer y unos fenom­e­nales tril­li­zos de siete años. Pequeños detalles que no vale la pena men­cionar y mucho menos fotografiar.

-Vente a la Toscana, te lle­varé a los mejores restau­rantes y beberás  vinos increíbles, “bel­lisi­ma mia”. Que ganas de cono­certe, Martita.

Y claro. Aho­ra o nun­ca. Soy una mujer auto­su­fi­ciente, soltera y en la flor de la vida. Y cuan­do proyec­to una idea, la hago real­i­dad. Tal cual. El prob­le­ma vino después de tomar mi azarosa decisión: cuan­do cuel­go la foto de mis bil­letes de avión hace dos días en plan cam­pana­da, mi queridísi­mo chef me blo­quea en todas las redes sociales posi­bles, además del whatsapp.

-¿Ha pasa­do algo, Pier­i­to? ¿Estás bien, cielo? Lan­zo mi tur­ba­do mail y espero respues­ta mien­tras sobre­salta­da me arran­co las cejas una a una.

-Sí, sí queri­da,  “tut­to bene. Pero es que jus­to me voy con mi mujer y los tril­li­zos a pasar una sem­ana a Suiza y nece­si­to desconec­tar del mun­do. Dis­fru­ta de mis paisajes. Una pena no poder acom­pañarte en tu escapa­da italiana”

Pues nada. Con los ojos como un pulpo y la male­ta llena de camisones sexys, vesti­dos ajus­ta­dos y cul­lotes de lo más fash­ion para recor­rer en bici las praderas ital­ianas, me subo en el avión sin deshac­er­la. No ten­go fuerzas después de tan­to “tran­quiman­iz” con té verde. Mi psicól­o­go me ha recomen­da­do que vaya de via­je y coja aire. Que no me quede con el ansia de hac­er las cosas. Pero… si es que no ten­go puñeteras ganas. Aún así hago aco­pio de energía y par­to en vue­lo direc­to hacia la ciu­dad de la torre incli­na­da. Sí, tor­ci­da: más o menos como yo y mi cabeza de chorlito.

En el Aerop­uer­to Galileo Galilei (nom­bre ide­al para recibir a una lunáti­ca estrel­la­da) me espera mi dis­cre­to “escaraba­jo” rojo y unos cuan­tos kilómet­ros has­ta lle­gar al román­ti­co puebli­to donde se rodó “Bajo el sol de la Toscana”: lugar donde me encuen­tro des­de hace cua­tro días en modo “com­er-dormir-llo­rar”. Y todavía me quedan tres más has­ta tomar mi “ryanair” de vuelta a la vida.

Aunque son las seis de la tarde, me voy quedan­do traspues­ta con el móvil en la mano cuan­do sue­na un avi­so de insta­gram. Un “me gus­ta” en la foto de mi bil­lete a Pisa y un comen­tario de…”Camarón92”:

-Ando abur­ri­do por estos valles toscanos. Mi novia me dejó antes de venir. ¿Cómo va tu via­je? Abro los ojos de golpe. ¿Quién es este ser espon­tá­neo que aca­ba de entrar en esce­na? Acto segui­do cotilleo su colec­ción de fotos. El tal Camarón ‑que es de Conil de la Fron­tera– debe ten­er unos quince años menos que yo y es un surfero con un cuer­po de escán­da­lo. Y enci­ma está quedán­dose en el pueblo de al lado, a cin­co min­u­tos en coche.

-Pues, Camarón92, mi via­je va de lujo… Si quieres quedamos aho­ra mis­mo y nos echamos una copa de Chi­anti en la Plaza del cen­tro de Cor­tona,  antes de que el sol de la Toscana nos abandone.

Respon­do atre­v­i­da sin pen­sar­lo demasi­a­do, eso sí, en abier­to no vaya a ser que el surfero aban­don­a­do sea un psicó­pa­ta. Que nun­ca se sabe. Y de paso para que lo vea Piero Del­la Francesca,  si es que algún día vuelve a seguirme en el instagram.

Trein­ta segun­dos de inqui­etud y Camarón92 me con­tes­ta: ‑estoy ahí en media hora, encanto.

En menos que can­ta un gal­lo me quito la camise­ta de Ale­jan­dro Sanz y me cal­zo mis tacones y un vesti­da­zo rosa chi­cle bien ajus­ta­do. No sé si es un poco exager­a­do para la ocasión pero es que en mi male­ta ital­iana sólo he meti­do piezas extremas. Como yo. De repente me imag­i­no feliz bebi­en­do cerveza fresqui­ta y comien­do tor­tilli­tas de camarones en un kiosko playero de Tar­i­fa. En la var­iedad está el gus­to pien­so mien­tras sil­bo “Quién me va a curar el corazón partío” y empiezo a olvi­dar al gas­trochef toscano.

BSO Corazón partío de Ale­jan­dro Sanz.

© 2016 Noe­mi Mar­tin. All rights reserved.

 

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