El local de Lomo Bajo está situado en pleno centro de Barcelona, a un tiro de piedra del céntrico y comercial Passeig de Gràcia. Custodiado por su hermano mayor, Lomo Alto, un restaurante donde la carne alcanza su máximo esplendor. Lomo Bajo ha nacido para ofrecer al comensal una propuesta de comida rápida pero con un nivel de calidad muy alto. En este espacio lleno de luz e inmaculado interiorismo (con firma de Lázaro Rosa-Violán), los bocadillos reinan en la carta y se presentan como dignos sucesores del boom de las hamburguesas gourmet.

Interior de Lomo Bajo. Fotografía de Geòrgia Casas
El chef titular de ambos proyectos, Lomo Alto y Lomo Bajo, y responsable de garantizar el atlísimo sello de calidad, es Carlos Tejedor, que durante estos últimos años ha capitaneado propuestas como El Nacional y Speakeasy entre otros proyectos.

Piezas de carne de Lomo Bajo. Fotografía de Geòrgia Casas
La propuesta gastronómica de Lomo Bajo es desenfadada e informal, un maridaje perfecto entre la carne y el pan, para convertir los bocadillos que salen de la cocina en auténticos emparedados gourmets, de culto: panes creados por el equipo del chef Tejedor a partir de receta propia y rellenos de exquisitos cortes de ternera, vaca vieja y buey (aquí sí, buey de verdad).

Fotografía de Geòrgia Casas
La carta de Lomo Bajo está pensada para compartir y por ello es imprescindible no perderse los acompañamientos, que pueden actuar también como entrantes: las croquetas de cecina, preparadas con leche de caserío, pan tostado y maíz, son manjar de dioses. No pueden faltar los aros de patata, presentados en un original formato, que permite que al freírse no queden nada aceitosos, si no todo lo contrario, lo cual les confiere una textura perfecta. Para los días calurosos es imprescindible probar la ensalada de tomate y ventresca.

Ensalada de tomate y ventresca. Fotografía de Geòrgia Casas
El plato fuerte, la estrella de la casa, digno de premio es el tartar roll de buey con cebolla crujiente y cremosa yema de huevo, que se cocina como un tocinillo de cielo, un acierto más. El pan seleccionado para este bocadillo es un panecillo inglés abriochado, suave en textura y que se funde con el tartar de forma exquisita.

Cecina roll extra de vaca artesana. Fotografía de Geòrgia Casas

Tartar roll de buey. Fotografía de Geòrgia Casas
La segunda opción a compartir fue el excelente Cecina roll extra de vaca artesana, con brotes y cítricos, para conseguir un extra de sabor. Seguido del roll de sobrasada de buey con queso y miel, al usar carne bovina resulta menos grasoso en boca que el tradicional de cerdo. Ambos se preparan también con pan inglés. Las raciones son generosas por lo que es recomendable compartir y de esta manera poder probar diferentes opciones.

Patatas fritas. Fotografía de Geòrgia Casas
En el festival carnívoro no podía falta la hamburguesa y el pepito, para acompañar, obviamente, con patatas fritas, como las que nos hacían nuestras abuelas, cortadas a mano, cocinadas en su punto justo y con mucho sabor. El Pepito de solomillo de ternera se sirve con finas láminas de pimiento verde, queso y mayonesa de carne. El pan usado para sellar esta bendición de bocadillo es el pan negro, que es un pan antiguo, como el que nuestros antepasados ya horneaban en épocas no tan boyantes, y se prepara con algarroba, que lo dota de un intenso sabor que recuerda al chocolate y que tan bien marida con la carne de ternera. Entusiasma el punto de cocción de la carne, uno de los puntos fuertes de Lomo Bajo y su acabado final en el horno.

Pepito de solomillo de ternera. Fotografía de Geòrgia Casas
Cuando uno cree que es el final, a punto de pedir un alto el fuego, de levantar la bandera blanca y pedir la rendición sin condiciones, aparece majestuosa la hamburguesa gourmet por excelencia, esa irresistible hamburguesa que se grabará con tinta indeleble en nuestra memoria más hedonista: la hamburguesa de buey, con queso, lechuga, tomate y cebolla a la brasa. Y (un “y” que hay que resaltar con una marcada pausa) el pan bretzel. Un pan que merece un capítulo aparte, no sólo por dignificar de una vez por todas el pan que envuelve la hamburguesa, sino por su punto exacto de sal y textura ni demasiado dura ni demasiado blanda: simplemente perfecta. La carne de buey con la que se rellena el interior se deja envejecer entre 65 y 75 días. Todo sabor y textura.

Hamburguesa en pan bretzel. Fotografía de Geòrgia Casas
Pocas opciones en el apartado de postres pero suficientes para contentar a todos los paladares. El vaso de piña natural es una buena opción si apetece un postre ligero que ayude a digerir la intensa degustación de proteína animal. Para los que siempre guardan sitio para el postre, sin duda la elección será el babá a la birra y nata montada. Y para los amantes del chocolate, no podía faltar el vaso “chocolate, chocolate, chocolate” que es una propuesta con un rico sabor a chocolate pero con una mousse ligera que no recargará este cierre.

Chocolate, chocolate y chocolate. Fotografía de Geòrgia Casas
De los mejores bocadillos de Barcelona. ¡Que no te lo cuenten!
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