Uno de los objetivos de visitar Seattle desde Vancouver era la búsqueda, que obivamente resultó infructuosa, de los ojos claros y vidriosos de la frágil, melancólica y atribulada Dra. Grey (la protagonista de la serie homónima de médicos situada en esta ciudad norteamericana de la costa oeste). No quería tropezarme con ella inmersa en unos de sus dramas habituales en que se encontraba en cada capítulo de su serie, esos momentos que la vida se afea y nos enseña su peor rostro, y a veces con tintes dantescos, de sus capítulos ambientados en el hospital donde ejercía como doctora, sino cuando Meredith se ponía reflexiva y trascendental, ya despojada de su bata azul, por la noche, en torno a una copa de vino de algún productor local de esta zona del Pacífico Norte y se reunía con su pandilla de amigos para realizar una catarsis colectiva. Esos instantes que le asaltaban sus dudas acerca de la vida y la muerte, el amor y el desamor, el pasado, el presente y el futuro mientras llegaba a sus propias conclusiones con la voz en off. Como me recuerda su personaje a Andrés Hurtado, el médico de la novela El Arbol de la Ciencia de Pío Baroja, que también se cuestiona su existencia y la de los otros a partir de sus crudas vivencias diarias. El equipo de guionistas de la serie y que es finalmente quien pone los pensamientos en boca de Meredith, sin duda ha bebido de la misma filosofía de Schopenhauer con ese punto pesimista y de angustia vital. ¿Será un estigma de los galenos ese debate constante? Y con ese propósito inicié mi andadura por las vías principales del barrio de Pioneer Square, sintiendo el frío y la humedad de las nieblas matutinas del mes de julio. Calles con galerías de arte, agencias de publicidad y librerías de lo más posh alternando con tabernas históricas que le otorgan carácter a esta zona y donde la fauna urbana que la habita es principalmente de hipsters de frente despejada, repeinados para atrás y barba poblada siguiendo el mismo patrón clónico en la vestimenta que el icono londinense de este movimiento Justin O’Shea. Por contraste, en la plaza principal de esta zona, cada noche para dormir se monta un sórdido campamento urbano, reuniendo a todo un ejército de desheredados homeless de la ciudad. Es su cara más amarga y terrible.
Dirigiendo mis pasos hacia uno de los focos turísticos de la ciudad esmeralda, como se la conoce por los frondosos bosques que la rodean, me encontré con tiendas variopintas y pintorescas como la de Old School Pin Ups Un establecimiento con la habilidad de transformar esas curvas fellinianas femeninas, vamos lo que viene siendo unos kilos de más, en potentes y sexys chicas pin up, de calendario (que tiemblen los del almanaque de Pirelli) sacando a relucir toda la sensualidad femenina en pro del aumento de la autoestima de esas mujeres que tienen la permanente sensación de parecer invisibles a los ojos de muchos hombres. Hacer cola, como un peregrino poseído más, para entrar en el primer Starbucks del mundo, creado allá por la década de los “70” justo delante del Pike Place Market donde los famosos lanzadores de pescado hacen alarde de su buena forma física, y siguiendo un curioso ritual digno de estudio de alguna Universidad de Antropología, un robusto aborigen, lanza una escurridiza pieza de salmón de un par de kilos, (voto porque finalmente sea disciplina olímpica por alto grado de concentración que requiere) hasta el mostrador central mientras los ojos curiosos de los allí asistentes se quedan atónitos ante este espectáculo y una vez recogido el salmón en el otro mostrador rompen a aplaudir con rabia mientras los trabajadores de la pescadería se dejan fotografiar sonrientes de oreja a oreja por todos los turistas que se les quieren acercar. Atunes, rapes, bacalaos, cangrejos, ostrones, langostas, y otros pescados y marisco comparten secundariamente el gélido mostrador de esta sorprendente pescadería Pike Place Fish Entre las diversas paradas de este atípico mercado fragmentado en diferentes niveles de altura hay mostradores de frutas ecológicas tamaño XXL como frambuesas, moras y otros frutos del bosque. Las vistas a la bahía de Elliot desde aquí son impagables. En el piso inferior la mítica Pike Brewing Company sirve buenas cervezas locales además de poder disfrutar de una visita comentada a sus instalaciones. También es de visita obligada la afamada quesería Beecher,s con un amplio surtido de quesos y donde elabora el suyo propio in situ tras unos gruesos cristales creando una atmósfera higiénicamente aséptica.

Lanzador de pescado justo a punto de enviar una pieza de salmón por los aires. Pike Place Fish. Seattle
Y cuando el día levanta dejando un cielo despejado, regalándole a sus ciudadanos una luz especial y nítida es el momento de coger el monorrail elevado que conduce desde Westlake Center, la zona comercial donde están todas las marcas que se repiten clónicamente en todas las ciudades del mundo mundial, hasta el Seattle Center para subir a la siempre visible, desde todos los rincones de la ciudad, Space Needle y disfrutar de una panorámica excepcional desde sus 148 metros de altura. Todavía queda tiempo para sentise como un local cenando en Purple Cafe & Wine Bar alrededor del eje central que es la circular bodega de vinos, y después de 12 horas callejeando emprender viaje de regreso a Vancouver para atravesar de vuelta la tediosa e insufrible frontera, con un buen sabor de boca y ganas de volver aunque quizás ya para entonces me haya olvidado de la Dra. Grey y me dedique a buscar los ojos sumisos y apasionados de Anastasia Steele, para que me haga vibrar con alguna tórrida sesión de BDSM que haya aprendido con su mentor Christian Grey. Mientras tanto llega ese momento me tomo con una cierta nostalgia y melancolía una taza de té que me traje de recuerdo para tener un poco más cerca esa ciudad patria de Bill Gates.

Té negro a la naranja con especias de la marca Stash. Foto gentileza de Sibarités, la empresa comercializadora en España.
Banda sonora de este post Falling Slowly de Glen Hasard y Marketa Irglova.
© 2015 José María Toro. Todos los derechos reservados.
Vaya escapada!!
Fue una escapada muy intensa y llena de emocionantes aventuras gastronómicas. Tengo tan buen recuerdo de esa ciudad que volvería con los ojos cerrados y cada vez que sale una escena de Seattle soy capaz de transportarme mentalmente hasta allá.
Ya me imagino ya… sobre todo por la protagonista de Grey 😉
Aunque no siga la serie, llevo años enamorada de Seattle, su Public Market y toda su atmósfera. Gracias por traerme un poquito de aquella tierra <3
Me alegro que te haya gustado. Este post ha estado a punto de quedarse en el tintero porque siempre había alguna urgencia… pero ha sido volver a empenzar una nueva serie de Anatomía de Grey y animarme… y para rematar las imágenes de “50 sombras” me han hecho revivir esas intensas 12 por la ciudad esmeralda.