Cata con vinos sorprendentes.

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La cata orga­ni­za­da en el palo­mar (V.T. Castil­la y León) de detrás de la casa (D.0. Yecla) fue todo un der­roche de exce­len­cia (D.O. Toro) por parte del  som­me­li­er que se entregó con la mis­ma pasión que La Faraona (D.O. Bier­zo) cuan­do se sub­ía a un esce­nario, y así nos con­tó algo serio pero tam­bién con muchas risas, es lo que tiene el vino como efec­to secun­dario, anéc­do­tas sobre los cal­dos para restar impor­tan­cia al tema. Paso a paso (D.O. Castil­la La Man­cha), sin nada de impro­visació (impro­visación D.O. Penedés) y como él nos explic­a­ba, a mi man­era (D.O. La Rio­ja) nos trans­mi­tió parte de su saber sobre los aro­mas del vino, algunos espec­tac­u­lares y otros difer­entes como el per­ro verde (D.O. Rue­da). A renglón aparte tam­bién nos enseñó con tiem­po (D.O. Valle de Güí­mar)  a sen­tir los lati­dos del vino (V.T. de Valde­jalón). Mano a mano  (D.O. Castil­la La Man­cha) hici­mos la cata a cie­gas y des­cub­ri­mos las uvas felices con gran per­son­al­i­dad y tam­bién las uvas de la ira (D.O. Méntrida).

Un pro­fe­sion­al con dos dedos de frente (D.O. Calatayud) que le puso demasi­a­do corazón (D.O. Bier­zo) a la cata y ponien­do rum­bo al norte (D.O. Vinos de Madrid) nos pidió a los asis­tentes que le pusiéramos más amor (D.O. Catalun­ya) y con­vir­tiéramos en obje­to de deseo (D.O. Cava)  todo lo rela­ciona­do con este néc­tar ter­re­nal (D.O. Cava) con pro­hibi­ción expre­sa de hac­er el gan­so con el tema para que la bru­ja avería (D.O. Vinos de Madrid) no nos eche una maldición y nos con­vier­ta  en gal­li­nas y focas (V.T. de Mallorca).

Una cata solo apta para tocats de l’ala (toca­dos del ala D.O. Empordà)

Adver­ten­cia 1: este post es un guiño lit­er­ario a la locu­ra que sen­ti­mos los apa­sion­a­dos por el vino usan­do los inge­niosos y a veces extrav­a­gantes nom­bres de las etiquetas.

Adver­ten­cia 2: Cualquiera pare­ci­do con la real­i­dad  es pura casualidad.

La ban­da sono­ra orig­i­nal de este post es mi pequeño hom­e­na­je pós­tu­mo al gadi­tano Paco de Lucía que nos enseñó que un fla­men­co mod­er­no era posi­ble con su tema Entre dos aguas Siem­pre nos quedará la magia de su músi­ca. Aho­ra le toca ale­grar el cielo con sus acordes.

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