Dieciséis despropósitos para 2016

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Fitz­roy Island (Océano Pací­fi­co) Foto­gra­fía de Noe­mi Mar­tin

Cuan­do lle­ga el uno de enero, lo nor­mal es hacer acto de con­tri­ción. Duran­te toda nues­tra exis­ten­cia hemos sido malos-malí­si­mos y aho­ra toca con­ver­tir­se en ánge­les esbel­tos, depor­tis­tas de com­pe­ti­ción y aho­rra­do­res per­fec­tos. Pues bien, como decía un famo­so anun­cio: “el fro­tar se va aca­bar”. Des­pués de pen­sar­lo un rati­to, he deci­di­do que este año pre­fie­ro tener ros­qui­tas en la tri­pa, la cuen­ta en núme­ros rojos y dor­mir a pier­na suel­ta los domin­gos sin nece­si­dad de salir a res­pi­rar aire puro. Debe ser que la cri­sis de los cua­ren­ta me ha dado por ser con­tes­ta­ta­ria. No deseo ser run­ner, ni fashion, ni beauty, ni hacer­me sel­fies con fil­tro en blan­co y negro. Sólo quie­ro vivir como una mar­que­sa y ser polí­ti­ca­men­te inco­rrec­ta. Eso sí, siem­pre den­tro del abso­lu­to res­pe­to a los demás cuan­do se lo merez­can. Así que, para el que quie­ra leer­los, ahí van mis 16 des­pro­pó­si­tos para el año que comien­za:

  1. Come­ré y bebe­ré lo que me ape­tez­ca sin remor­di­mien­tos. A lo hecho, pecho. Sucum­bi­ré a los bajo­nes aní­mi­cos con una bue­na dosis de cho­co­la­te o una copa de vino. Ya no quie­ro ser vega­na, ni macro­bió­ti­ca, ni cru­dí­vo­ra. Ade­más los zumos ver­des y las len­te­jas con curry me dan dolor de barri­ga.
  2. Me sal­ta­ré las cla­ses de yoga o las de inglés para que­dar a almor­zar con una ami­ga, tomar un café con mi her­ma­na o sim­ple­men­te por­que me dé la gana.
  3. Deja­ré los pla­tos sin fre­gar o la lava­do­ra sin poner si alguien me lla­ma para ir al cine, un con­cier­to o para picar algo. La casa se que­da­rá tira­da si quie­ro estar deba­jo de la man­ta pen­san­do en las mara­vi­llo­sas musa­ra­ñas aus­tra­lia­nas.
  4. Toma­ré sol aun­que me sal­gan man­chas, arru­gas y patas de gallo a pesar de la pro­tec­ción solar. Me gus­ta el calor­ci­to y quién sabe si lle­ga­ré a ancia­na.
  5. Lle­va­ré el pelo des­pei­na­do y rese­co si pue­do evi­tar media hora de abu­rri­do seca­dor y diez minu­tos de mas­ca­ri­lla gra­sien­ta.
  6. Me que­da­ré en la cama los domin­gos has­ta que me ape­tez­ca levan­tar­me aun­que “pier­da la maña­na”. Lar­ga vida a los pija­mas de fra­ne­la y las zapa­ti­llas pelu­das.
  7. No con­tes­ta­ré men­sa­jes ni lla­ma­das cuan­do no me cua­dre. Seré anti­pá­ti­ca. Mi madre y mis ami­gos lo enten­de­rán.
  8. Prohi­bi­do aho­rrar. No cabe ten­ta­ción algu­na en este sen­ti­do. Los tipos de inte­rés son una por­que­ría.  Gas­tar en via­jar es la mejor inver­sión.
  9. Lee­ré más revis­tas del cora­zón y menos libros de cien­cia y salud. Ya sé per­fec­ta­men­te que la cúr­cu­ma y el té ver­de son estu­pen­dos para el híga­do. Aho­ra quie­ro ente­rar­me de los fan­tás­ti­cos tru­cos de belle­za de Tere­lu y las joyas que lle­va Leti­zia. Al menos de vez en cuan­do.
  10. Me maqui­lla­ré menos, lle­va­ré las uñas sin pin­tar y zapa­to total­men­te plano cuan­do me lo pida el cuer­po.
  11.  No pon­dré bue­na cara si estoy enfa­da­da con moti­vo. Tam­po­co salu­da­ré a los que comien­zan la maña­na con ric­tus amar­ga­do: hay gen­te que no cam­bia. Y si alguien me fal­ta al res­pe­to o hace un comen­ta­rio fue­ra de lugar lo man­da­ré a hacer puñe­tas sin remil­gos.
  12. No haré cur­sos de for­ma­ción sobre temas que no me intere­sen. Pre­fie­ro pasar­me la tar­de vien­do una pelí­cu­la de Dis­ney por muchos cré­di­tos y diplo­mas que me pier­da. Tam­po­co apren­de­ré fran­cés, chino o ruso.
  13. No daré expli­ca­cio­nes sobre mi for­ma de vivir, comer, pen­sar o amar. Pacien­cia cero con los entro­me­ti­dos.
  14. Pon­dré músi­ca por las maña­nas a toda mecha en lugar de oír las noti­cias. No inten­ta­ré dar­me duchas frías al levan­tar­me en invierno. Que me coman los virus y las bac­te­rias pero con cari­ño, por favor.
  15. No com­pra­ré en las reba­jas un buen abri­go o un bol­so de piel para guar­dar­los has­ta el invierno pró­xi­mo. Ya ten­dré tiem­po de hacer­lo si real­men­te me hacen fal­ta.
  16. No me haré pro­pó­si­tos que supon­gan un sacri­fi­cio o una car­ga inú­til. Se aca­bó el ser volun­ta­rio­sa y abne­ga­da.

Estos 16 des­pro­pó­si­tos se resu­men en dos: inten­ta­ré ser  extre­ma­da­men­te imper­fec­ta  y me ale­gra­ré pro­fun­da­men­te por ello. ¡Viva el hedo­nis­mo!

BSO: La vida es un car­na­val de Celia Cruz

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