
Fitzroy Island (Océano Pacífico) Fotografía de Noemi Martin
Cuando llega el uno de enero, lo normal es hacer acto de contrición. Durante toda nuestra existencia hemos sido malos-malísimos y ahora toca convertirse en ángeles esbeltos, deportistas de competición y ahorradores perfectos. Pues bien, como decía un famoso anuncio: “el frotar se va acabar”. Después de pensarlo un ratito, he decidido que este año prefiero tener rosquitas en la tripa, la cuenta en números rojos y dormir a pierna suelta los domingos sin necesidad de salir a respirar aire puro. Debe ser que la crisis de los cuarenta me ha dado por ser contestataria. No deseo ser runner, ni fashion, ni beauty, ni hacerme selfies con filtro en blanco y negro. Sólo quiero vivir como una marquesa y ser políticamente incorrecta. Eso sí, siempre dentro del absoluto respeto a los demás cuando se lo merezcan. Así que, para el que quiera leerlos, ahí van mis 16 despropósitos para el año que comienza:
- Comeré y beberé lo que me apetezca sin remordimientos. A lo hecho, pecho. Sucumbiré a los bajones anímicos con una buena dosis de chocolate o una copa de vino. Ya no quiero ser vegana, ni macrobiótica, ni crudívora. Además los zumos verdes y las lentejas con curry me dan dolor de barriga.
- Me saltaré las clases de yoga o las de inglés para quedar a almorzar con una amiga, tomar un café con mi hermana o simplemente porque me dé la gana.
- Dejaré los platos sin fregar o la lavadora sin poner si alguien me llama para ir al cine, un concierto o para picar algo. La casa se quedará tirada si quiero estar debajo de la manta pensando en las maravillosas musarañas australianas.
- Tomaré sol aunque me salgan manchas, arrugas y patas de gallo a pesar de la protección solar. Me gusta el calorcito y quién sabe si llegaré a anciana.
- Llevaré el pelo despeinado y reseco si puedo evitar media hora de aburrido secador y diez minutos de mascarilla grasienta.
- Me quedaré en la cama los domingos hasta que me apetezca levantarme aunque “pierda la mañana”. Larga vida a los pijamas de franela y las zapatillas peludas.
- No contestaré mensajes ni llamadas cuando no me cuadre. Seré antipática. Mi madre y mis amigos lo entenderán.
- Prohibido ahorrar. No cabe tentación alguna en este sentido. Los tipos de interés son una porquería. Gastar en viajar es la mejor inversión.
- Leeré más revistas del corazón y menos libros de ciencia y salud. Ya sé perfectamente que la cúrcuma y el té verde son estupendos para el hígado. Ahora quiero enterarme de los fantásticos trucos de belleza de Terelu y las joyas que lleva Letizia. Al menos de vez en cuando.
- Me maquillaré menos, llevaré las uñas sin pintar y zapato totalmente plano cuando me lo pida el cuerpo.
- No pondré buena cara si estoy enfadada con motivo. Tampoco saludaré a los que comienzan la mañana con rictus amargado: hay gente que no cambia. Y si alguien me falta al respeto o hace un comentario fuera de lugar lo mandaré a hacer puñetas sin remilgos.
- No haré cursos de formación sobre temas que no me interesen. Prefiero pasarme la tarde viendo una película de Disney por muchos créditos y diplomas que me pierda. Tampoco aprenderé francés, chino o ruso.
- No daré explicaciones sobre mi forma de vivir, comer, pensar o amar. Paciencia cero con los entrometidos.
- Pondré música por las mañanas a toda mecha en lugar de oír las noticias. No intentaré darme duchas frías al levantarme en invierno. Que me coman los virus y las bacterias pero con cariño, por favor.
- No compraré en las rebajas un buen abrigo o un bolso de piel para guardarlos hasta el invierno próximo. Ya tendré tiempo de hacerlo si realmente me hacen falta.
- No me haré propósitos que supongan un sacrificio o una carga inútil. Se acabó el ser voluntariosa y abnegada.
Estos 16 despropósitos se resumen en dos: intentaré ser extremadamente imperfecta y me alegraré profundamente por ello. ¡Viva el hedonismo!
BSO: La vida es un carnaval de Celia Cruz
© 2016 Noemi Martin. Todos los derechos reservados
Perfecto!!! Acabas de escribir justo lo que voy a hacer yo. Felicidades por tu felicidad!!