“Rialto 11: de libros en estos y otros tiempos”

Lo afir­mo con con­tun­den­cia: aho­ra más que nun­ca nece­si­ta­mos libros don­de escon­der­nos. Libros-refu­gio, libros-cobi­jo, libros-bún­ker. Apa­guen la tele y la radio, des­co­nec­ten el móvil y dirí­jan­se al pri­mer libro que encuen­tren en su estan­te­ría o mesi­lla de noche. Al pri­me­ro, o si no les con­ven­ce, al segun­do.

Toda­vía no entien­do por qué las libre­rías están cerra­das a cal y can­to. Un libro es un pro­duc­to de pri­me­ra nece­si­dad. Y más en estos tiem­pos de ham­bre emo­cio­nal. Si abren los super­mer­ca­dos, ¿por qué no las libre­rías? Solo pido un rati­to, un día o dos a la sema­na. Qui­zá es una locu­ra pero tal vez si nos dedi­cá­ra­mos a comer his­to­rias boni­tas o refle­xio­nes intere­san­tes, no se ago­ta­ría la leva­du­ra para hacer pan y biz­co­chos. Cre­ce­ría­mos de otra for­ma y deja­ría­mos de estar “con­fi­ta­dos” en lugar de con­fi­na­dos, como leí en algún lugar.

Portada de libro Rialto, 11

Por­ta­da libro Rial­to, 11

 

Duran­te estos días, pre­ci­sa­men­te, me he acer­ca­do a un tex­to fan­tás­ti­co que habla de libre­rías con agu­de­za, encan­to, inte­li­gen­cia y sen­ti­do del humor: “Rial­to 11”. Dice Belén Rubiano, libre­ra, crí­ti­ca lite­ra­ria y aho­ra escri­to­ra, que “en una libre­ría te rela­cio­nas con el lado solea­do de la huma­ni­dad. Si leer no hace más feliz, sí nos hace más sen­si­bles, res­pe­tuo­sos y gen­ti­les, que no es poco”.

Rial­to 11 es la direc­ción de la peque­ña libre­ría sevi­lla­na que fun­dó y diri­gió Belén duran­te algu­nos años y es tam­bién una her­mo­sa y sin­ce­ra cró­ni­ca sobre el ofi­cio libre­ro. Pla­ga­da de anéc­do­tas sim­pá­ti­cas y con­fe­sio­nes fan­tás­ti­cas, lo reco­noz­co como uno de esos tex­tos que pro­vo­can envi­dia sana. Al menos a mí. Quién pudie­ra escri­bir tan bien como Belén Rubiano. Me deja­ría cor­tar el dedo meñi­que del pie.

Los años al fren­te de Rial­to 11 se suce­den entre encuen­tros inol­vi­da­bles, cafés con clien­tes y ami­gos, hur­tos de libros, ins­tan­tes lumi­no­sos y muchos apu­ros eco­nó­mi­cos. Y todos con­ta­dos con tan­to deta­lle y a la vez de mane­ra tan sen­ci­lla y fres­ca, que echo de menos pro­fun­da­men­te no haber podi­do visi­tar esa pre­cio­sa libre­ría “de techos altí­si­mos con ele­gan­tes mol­du­ras, vitri­nas con luz y azu­le­jos cata­lo­ga­dos por Patri­mo­nio que no se debían hora­dar aun­que vinie­ra Dios y te lo orde­na­ra él mis­mo y por­que sí”.

Cla­ro que en estos momen­tos los super­mer­ca­dos son impres­cin­di­bles. Fal­ta­ría más. Pero tam­bién nece­si­ta­mos poe­mas y rela­tos que nos envuel­van y nos endul­cen el alma. Pre­ci­sa­mos de cer­te­zas y ver­da­des. Aun­que sean inven­ta­das.

@2020 Noe­mi Mar­tín. All rights reser­ved.

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