“NO EXISTE UN MAPA ÚNICO DEL PLACER”

MIRIAM AL ADIB MENDIRI: “Oler, tocar, desear, palpitar, mezclar fluidos… nada de esto lo da un succionador”

 

Fotografía cedida por Miriam Al Adib Mendiri

Foto­gra­fía cedi­da por Miriam Al Adib Men­di­ri

Miriam Al Adib Mendiri es ginecóloga, obstetra y profesora de un Máster de Sexología. Excelente comunicadora y autora del ya famoso libro “Hablemos de vaginas”, divulga temas de salud femenina desde una perspectiva biosocial y de género. La doctora Al Adib tiene, además, una historia personal que explica su visión global de la salud  y su espíritu crítico y respetuoso a partes iguales: es hija de un médico sirio que llegó a España en los años sesenta y se quedó para siempre en nuestro país después de conocer a su esposa y estudiar la carrera en Sevilla. Sencilla, directa y cercana, Miriam nos da, en esta entrevista, las claves para entender algunas cuestiones de salud y sexualidad femenina. Hablamos de mucho más que vaginas, con la doctora Al Adib.      

 

-Aun­que todas las espe­cia­li­da­des médi­cas lo exi­gen, supon­go que la gine­co­lo­gía requie­re una mayor empa­tía y cari­ño a la hora de tra­tar a la pacien­te…

Bueno, creo que esto es nece­sa­rio en todas las áreas de la medi­ci­na asis­ten­cial. Quien acu­de a un médi­co es per­so­na antes que pacien­te,

-Por­que a veces la cura­ción comien­za en las pala­bras del médi­co, ¿no?

Nos comu­ni­ca­mos a tra­vés de las pala­bras y del len­gua­je no ver­bal. La comu­ni­ca­ción ver­bal y no ver­bal son muy impor­tan­tes ya que pue­den ayu­dar a ali­viar el sufri­mien­to o todo lo con­tra­rio, ampli­fi­car­lo. Se pue­de hacer daño tan­to si fal­ta­mos al rigor cien­tí­fi­co como si fal­ta­mos al tra­to humano. Cien­cia y huma­nis­mo han de ir de la mano.

-Por cier­to, ¿no nece­si­ta­ría­mos pasar más tiem­po en la con­sul­ta? En oca­sio­nes sen­ti­mos que la visi­ta es de cro­nó­me­tro…

La car­ga asis­ten­cial es un pro­ble­ma impor­tan­te que difi­cul­ta mucho esa comu­ni­ca­ción, evi­den­te­men­te.

-Tal vez no haría fal­ta pre­gun­tar tan­to si cono­cié­ra­mos mejor nues­tra ana­to­mía y sus ciclos ¿ver­dad?

Pues sí. La mayo­ría de las urgen­cias sobre salud sexual no son ver­da­de­ras urgen­cias, por lo que evi­den­te­men­te hay mucho des­co­no­ci­mien­to.

¿Ten­dría­mos que cui­dar más de noso­tras mis­mas y recu­pe­rar la sabi­du­ría del cuer­po aun­que haya quie­nes pre­fie­ran una pas­ti­lli­ta para todo?

Bueno, para gus­tos los colo­res. Lo que está cla­ro es que cada cual deci­de sobre su cuer­po y cómo quie­re enfo­car su salud. Este es el inalie­na­ble prin­ci­pio de auto­no­mía. Hay quie­nes no quie­ren tomar esta res­pon­sa­bi­li­dad y lo res­pe­to. Como pro­fe­sio­na­les debe­mos infor­mar, lue­go hay gen­te que quie­re tomar sus deci­sio­nes y otra gen­te que pre­fie­re tomar una acti­tud pasi­va y no deci­dir nada ni cui­dar­se. Por eso la medi­ci­na es todo un arte. Somos seres bio­psi­co­so­cia­les y lo que le vale a una per­so­na pue­de que no sea igual para otra aun­que ten­ga lo mis­mo.

-Me cons­ta que crees que hay que rom­per un axio­ma, el de que “a mayor inter­ven­ción médi­ca, mejo­res resul­ta­dos”.

Sí. Esto es refle­jo del mito del pro­gre­so que se ins­ta­ló des­de la Ilus­tra­ción. Esa fe cie­ga en el avan­ce téc­ni­co­cien­tí­fi­co da lugar a esa creen­cia de que cuan­ta más medi­ci­na mejor. Y tan malo es no tener asis­ten­cia médi­ca como tener exce­si­va. En los paí­ses desa­rro­lla­dos la medi­ca­li­za­ción de la vida es un hecho y no apor­ta una mejo­ra en la vida de las per­so­nas sino todo lo con­tra­rio.

-¿Hay muchos intere­ses eco­nó­mi­cos en la som­bra de nues­tra salud?

Por supues­to. La cien­cia debe­ría ser neu­tral. Pero no siem­pre es así. Hay muchos intere­ses detrás. Lo que no intere­sa eco­nó­mi­ca­men­te ape­nas se estu­dia. Lo que intere­sa se estu­dia mucho pero lue­go está la mani­pu­la­ción, los ses­gos y las medias ver­da­des. Lo que pasa es que este es un tema incó­mo­do y no sole­mos hablar­lo mucho… En esta era de la infor­ma­ción hay mucha más des­in­for­ma­ción que otra cosa. Hace fal­ta más filo­so­fía de la cien­cia y más hones­ti­dad inte­lec­tual.

-Y hablan­do de som­bras, ¿por qué sigue habien­do oscu­ran­tis­mo con pro­ce­sos como la regla o asco con cues­tio­nes tan natu­ra­les como nues­tros flui­dos o nues­tro vello?

Los masi­vos medios audio­vi­sua­les impo­nen este­reo­ti­pos de belle­za y no se con­for­man con el 90–60-90. Tam­bién los este­reo­ti­pos han lle­ga­do a nues­tros geni­ta­les. La cul­tu­ra del porno ha hecho mucho daño. Cada vez más ado­les­cen­tes lle­gan a las con­sul­tas dicien­do que tie­nen mal sus geni­ta­les por­que creen que sus labios meno­res son dema­sia­do gran­des. El rasu­ra­do inte­gral tam­bién se ha impues­to como moda y no me preo­cu­pa el rasu­ra­do en sí sino la moti­va­ción que sub­ya­ce: la mayo­ría dice que lo hace por asco o por ver­güen­za. Por otro lado la regla se ocul­ta obse­si­va­men­te pero no me refie­ro a la san­gre en sí sino a todo lo que es la cicli­ci­dad feme­ni­na. Tene­mos que ser hiper­se­xua­li­za­das y linea­les, en los días de la regla por lo vis­to tam­bién, cuan­do lo más habi­tual es que cuan­do tie­nes la regla no te ape­tez­ca pre­ci­sa­men­te ir a la dis­co­te­ca a mover el culo como si no hubie­ra un maña­na. Estos anun­cios se encar­gan de hacer­nos saber que la regla es un asco y hay que dis­fra­zar­la a toda cos­ta. Pare­ce que tener momen­tos en los que nece­si­tes un poco de des­can­so extra fue­ra algo anor­mal.

-He leí­do en tu libro que “Cuán­do una mujer se que­ja de dolor no se le da tan­ta impor­tan­cia como a un hom­bre”…

Si una mujer dice que se encuen­tra muy can­sa­da o que tie­ne dolor se tien­de a con­si­de­rar ale­gre­men­te que esto es por algo psi­co­so­má­ti­co: “será que estás estre­sa­da”. Pue­de que sea el estrés, pero antes habrá que des­car­tar cau­sas orgá­ni­cas. Hay enfer­me­da­des como la endo­me­trio­sis en las que casi la mitad de las muje­res una vez que ini­cian sus sín­to­mas de dolor tie­nen un retra­so en el diag­nós­ti­co de una media de ocho años. Y esto ocu­rre por­que no escu­cha­mos sus que­jas de dolor. Deci­mos cosas como “es nor­mal que due­la la regla” y muchas de ellas aca­ban sopor­tan­do un cal­va­rio enor­me duran­te años sin un diag­nós­ti­co y enci­ma estig­ma­ti­za­das con eti­que­tas como que­ji­cas o flo­jas.

-Todo va a ser enfer­me­da­des. Eres pro­fe­so­ra de un Más­ter de Sexo­lo­gía. ¿Cuál es la dife­ren­cia entre fan­ta­sía y deseo?

El deseo es algo que si tuvie­ras la posi­bi­li­dad de hacer­lo, harías. La fan­ta­sía es una recrea­ción de la men­te, algo que pue­de ser­vir para dis­fru­tar pero que nun­ca mate­ria­li­za­rías. Ima­gi­na que ves una pelí­cu­la de ase­si­na­tos y que el pro­ta­go­nis­ta tie­ne un arma y tie­ne cer­ca al malo. Nos late rápi­do el cora­zón, “¡ven­ga! ¡Máta­lo!”. Dis­fru­ta­mos de una pelí­cu­la metién­do­nos en ese papel pero esto no sig­ni­fi­ca que quie­ras matar a nadie ni que seas un ase­sino. Sabe­mos la dife­ren­cia. Pero con el sexo la gen­te se lía y con­fun­de fan­ta­sía y deseo. Se pue­de fan­ta­sear y no es nada malo. Que fan­ta­sees con algo no sig­ni­fi­ca que quie­ras hacer eso pero sí pue­des lle­var­lo a un terreno segu­ro con tu pare­ja y jugar con ello. El porno es fic­ción. Si te crees que eso es el sexo o te obse­sio­nas con ello enton­ces tie­nes un serio pro­ble­ma. Si sabes dife­ren­ciar lo real de la recrea­ción men­tal (y no es algo que te obse­sio­na o se con­vier­ta en adic­ción) enton­ces no hay nin­gún pro­ble­ma con dis­fru­tar de la fan­ta­sía.

-Por cier­to, a estas altu­ras de la his­to­ria, ¿toda­vía hay muje­res que fin­gen orgas­mos?

Des­gra­cia­da­men­te sí. En el sexo hay un este­reo­ti­po que sigue vigen­te: la mujer es el obje­to de pla­cer y el hom­bre el suje­to de pla­cer.

-Una duda exis­ten­cial: ¿Hay diver­sos tipos de orgas­mos?

El orgas­mo es uno. Por defi­ni­ción es una des­car­ga neu­ro­fi­sio­ló­gi­ca, una de las fases de la res­pues­ta sexual huma­na. Pue­des tener sexo sin orgas­mo, pue­des tener fases pro­lon­ga­das de mese­ta… Lue­go hay una gran rique­za de mati­ces dife­ren­tes para nutrir las dife­ren­tes sen­sa­cio­nes que se dan en el sexo. No exis­te un mapa úni­co para el pla­cer.

-¿Y esta revo­lu­ción con el ya archi­co­no­ci­do suc­cio­na­dor? Es increí­ble ¿no?

Es increí­ble el éxi­to que ha teni­do, sí. Aun­que per­so­nal­men­te opino que un suc­cio­na­dor nun­ca será mejor que el buen sexo. Oler, tocar, desear, pal­pi­tar, mez­clar flui­dos… nada de esto lo da un suc­cio­na­dor.

-Y hablan­do de apa­ra­tos, has­ta aho­ra no sabía que el vibra­dor nació como un ins­tru­men­to médi­co…

Así fue. Des­de la anti­gua Gre­cia has­ta prin­ci­pios del siglo XX se decía que las muje­res sufrían una enfer­me­dad lla­ma­da his­te­ria y que se cura­ba pro­vo­cán­do­les el paro­xis­mo his­té­ri­co (así lo lla­ma­ban, se refe­rían con ello al orgas­mo). Los médi­cos tra­ta­ban manual­men­te la his­te­ria, se tira­ban una hora apro­xi­ma­da­men­te con cada mujer, has­ta que inven­ta­ron el vibra­dor como uten­si­lio para curar a las muje­res de la his­te­ria. Tre­men­do.

-Está cla­ro que las nue­vas gene­ra­cio­nes de muje­res saben de sexo más que la nues­tra, pero real­men­te ¿están bien infor­ma­das?

Hay más infor­ma­ción que antes pero lo malo es que abun­da la mala infor­ma­ción y esto está hacien­do más daño que bene­fi­cio. No se tra­ta de acu­mu­lar más infor­ma­ción sin más sino de tener infor­ma­ción bue­na, de cali­dad y hablar a los jóve­nes no solo de la par­te nega­ti­va del sexo sino tam­bién de la posi­ti­va: del res­pe­to, el víncu­lo, las emo­cio­nes, el amor, el pla­cer…

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