Un fin de semana para descubrir Mónaco

La primera sen­sación que se tiene de la Prin­ci­pauté de Mona­co, si se tiene la suerte de entrar en bar­co, es que esta­mos ante una ciu­dad-esta­do ver­ti­cal, que ha cre­ci­do desafi­ante en la ladera for­ma­da por las últi­mas estriba­ciones de los Alpes antes de hundirse en el Mar Mediter­rá­neo. El segun­do esta­do más pequeño del mun­do es todo un der­roche de imag­i­nación urbanís­ti­ca ya que por su sub­ter­rá­neo, excava­da en la roca, atraviesa la línea de tren, se han con­stru­i­do amplios park­ings, así como car­reteras que per­miten atravezar la ciu­dad ráp­i­da­mente. Para los peatones hay un curioso sis­tema de ascen­sores y escaleras mecáni­cas que per­miten sal­var los desnive­les des­de el pun­to más bajo jun­to al mar has­ta los edi­fi­cios de los bar­rios que están más ale­ja­dos. Sus sin­u­osas calles sir­ven de esce­nario para dos even­tos deportivos de gran renom­bre inter­na­cional: Le Grand Prix en el mes de mayo y el Ral­lye Auto­mo­bile Monte Car­lo que se repite cada mes de enero des­de 1911.

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Cam­bio de guardia en el Pala­cio del Príncipe de Móna­co. Fotografía de José María Toro

La visi­ta turís­ti­ca comien­za por la Place du Palais para dis­fru­tar del col­ori­do cam­bio de guardia cada mediodía por la Com­pag­nie des Cara­biniers du Prince que se encar­ga de la cus­to­dia de la famil­ia Grimal­di y del sun­tu­oso Palais Princi­er de Mona­co que se edi­ficó en el s. XVII sobre una for­t­aleza gen­ovesa del s. XIII. Des­de la galería de Hér­cules, dec­o­ra­da con fres­cos de Fer­rari, se divisa el boni­to patio de hon­or cubier­to por tres mil­lones de gui­jar­ros. Tras subir la escalera de doble ram­pa, se accede a var­ios salones y a la sala del Trono, donde tienen lugar las recep­ciones ofi­ciales. La majes­tu­osa Cour d’Hon­neur du Palais es el esce­nario escogi­do para la cita anu­al de los concier­tos de ver­a­no. El Musée Océanographique de Mona­co está situ­a­do en la cara sura del Rocher dom­i­nan­do todo el Mediter­rá­neo des­de su ata­laya de 80 met­ros sobre el mar. Es para­da oblig­a­to­ria porque su acuario está con­sid­er­a­do como uno de los mejores de Europa con peces muy difí­ciles de ver como el dragón mari­no o poder con­tem­plar el arrecife corali­no del Mar Rojo. Los her­mosos Jardins St-Mar­tin ofrece mag­ní­fi­cas vis­tas del Mar Mediter­rá­neo entre su exhuber­ante veg­etación. La Cathé­drale de Mona­co  desta­ca por su piedra blan­ca en esti­lo neor­románi­co en su exte­ri­or y de gran belleza en su inte­ri­or. Aquí reposan los restos mor­tales de la prince­sa con­sorte Grace Kel­ly des­de que fal­l­e­ció en 1982 en un trági­coac­ci­dente de coche. Su mari­do, Rainier III, cuan­do fal­l­e­ció en 2005 fue enter­ra­do jun­to a ella. Pasear por las estre­chas calles de la ciu­dad vie­ja, Mona­co-Ville, es aden­trarse en la his­to­ria de La Roca. La Choco­la­terie de Mona­co es la provee­do­ra ofi­cial de la Casa del Príncipe y endulza a los res­i­dentes y tur­is­tas des­de 1920 con una amplia selec­ción de dul­ces, choco­lates y bom­bones des­de la Place de la Vis­i­ta­tion. La espe­cial­i­dad de esta Mai­son son las sim­páti­cas Couronnes Moné­gasques, pral­inés de choco­late con leche o negro, o las Rochers Princiers, almen­dras recu­bier­tas de choco­late con leche, negro o blan­co. En esta mis­ma plaza se encuen­tra el Museo de la Capil­la de la Vis­itación que guar­da una rica colec­ción de arte sacro del s. XVII, con varias obras maes­tras como un San Sebastián de Zur­barán y un San Bar­tolomé de Rib­era, así como de Rubens y de Can­tari­ni. La baja­da has­ta La Con­damine, el bar­rio com­er­cial, se hace por la Rampe Major pasan­do por las vie­jas puer­tas de los sig­los XVI, XVII y XVIII con imperdi­bles vis­tas del puer­to y de todo el estado.

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Cat­e­dral de Móna­co. Fotografía de José María Toro

Para fanáti­cos de los coches de todas las épocas hay que diri­gir nue­stros pasos hacia Fontvielle y vis­i­tar La col­lec­tion de voitures Anci­ennes Después volver sobre La Con­damine y encar­arnos hacia el este del Principado.

Monte-Car­lo, que es sinón­i­mo de juego y del lujo por exce­len­cia, está for­ma­do por vil­las res­i­den­ciales, establec­imien­tos de alta cos­tu­ra y relo­jerías de alta gama, las galerías com­er­ciales Métro­pole Shop­ping Cen­ter con sus tien­das de moda y del­e­ga­ciones de los parisi­nos com­er­cios gourmets Fau­chon y Ladurée entre otras, y el Casi­no, en el epi­cen­tro de este dis­tri­to, y siem­pre en su entra­da aparca­dos un numeroso grupo de Rolls Royce, Porsche, Lam­borgh­i­ni y Fer­rari. Pre­vi­a­mente a ten­tar la suerte hay que acari­ciar la rodil­la de la estat­ua ecuestre de Louis XV de la entra­da del Hôtel de Paris porque seguro que los astros estarán de nues­tra parte. Este edi­fi­cio icono del juego está com­puesto de var­ios cuer­pos, el más antiguo fue con­stru­i­do por Charles Gar­nier en 1878, su inte­ri­or está sun­tu­osa­mente dec­o­ra­do. Hay que vis­i­tar las difer­entes salas de juego como el gran salón de Europa, la sala de las Améri­c­as y el Salón de las Gra­cias que son las públi­cas. Las salas pri­vadas son las del Cír­cu­lo, las dos salas Touzet y la amplia sala François-Médecin. Por la mon­u­men­tal escalera se lle­ga a la Sala Ganne con­ver­ti­da en un bar de copas y la Sala del Théa­tre que tam­bién es obra de Garnier.

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Casi­no de Monte-Car­lo. Fotografía de José María Toro

Muy cer­ca del Casi­no, Le Jardin Japon­ais, en la Av. Princesse Grace, supone un oasis de ver­dor y de paz en medio de la vorágine urbanís­ti­ca de este minús­cu­lo país. Sus 7 hec­táreas siguen las nor­mas del sin­to­is­mo,  dis­eña­do por un mae­stro paisajista del país nipón.

La gas­tronomía está a la altura en cuan­to a exquis­i­to y ele­gante y en tan poco espa­cio como es el Prin­ci­pa­do acoge numerosos restau­rantes con estrel­las Miche­lin. Con tres por la guía de la tapa roja está Le Louis XV de Alain Ducasse  en el Hôtel de Paris que con su refi­na­do y ele­gante cla­si­cis­mo crea excel­so arte efímero en cada pla­to del menú. Con dos estrel­las hay 4 restau­rantes desta­can­do Joël Robu­chon Monte-Car­lo del chef primer espa­da de la gas­tronomía gala que agru­pa entre sus difer­entes restau­rantes 28 estrel­las del man­u­al de cabecera de gourmets. Con 1 estrel­la hay 11 restau­rantes. Den­tro de la cat­e­goría Bib Gour­mand hay 7 y en el aparta­do “el pla­to Miche­lin” selec­ciona­do por los min­u­ciosos inspec­tores suma 57 en total.

Otras direc­ciones: Sphere Cafe para esa pausa sal­a­da o dulce con sus cup­cakes, en las Galerías Metro­pole (7, Av. des Sesplugues)

Para alo­jarse hay diver­si­dad de opciones, des­de los más lujosos como el Hôtel Metro­pole Monte-Car­lo el Hôtel de Paris Monte-Car­lo o Le Meri­di­en Beach Plaza

Cómo lle­gar:

Por car­retera está a 688 Kms. de Barcelona y a 1.271 kms. de Madrid.

Por tren hay conex­iones tan­to con Fran­cia como con Italia.

Por avión con vue­los al aerop­uer­to de Niza-Côte d’Azur y des­de aquí un cor­to via­je de aprox­i­mada­mente 7 min­u­tos en helicóptero has­ta el helipuer­to de Monaco-Fontvieille.

Web,s del Prin­ci­pa­do de Móna­co:

http://www.visitmonaco.com

http://www.palais.mc

http://www.oceano.mc

http://www.chocolateriedemonaco.com/fr/

http://metropoleshoppingcenter.com

https://www.viamichelin.es/web/Restaurantes?address=98000%20Monaco

http://www.alain-ducasse.com/en/restaurant/le-louis-xv-–-alain-ducasse

http://www.joel-robuchon.com/en/restaurants-monaco-joelrobuchon.php

http://www.metropole.com/en/home

http://www.hoteldeparismontecarlo.com

http://www.lemeridienmontecarlo.com

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