No entiendo muy bien a la gente que atraviesa un océano enorme y al llegar a su destino busca desesperadamente un restaurante español para comerse una paella o una tortilla patria. ¡Qué me lo expliquen, por favor!. Una cosa es que lleves dos meses en Vietnam sobreviviendo con arroz y verduras y de repente divises “Casa Manolo” y rompas a llorar de emoción. Otra es que aterrices en Santiago de Chile y no descanses hasta encontrar unas croquetas ibéricas y un bar de tapas.
La gastronomía, amigos, forma parte del paisaje, del alma de los lugares y tengo claro que prefiero gastarme los cuartos en un buen restaurante de comida tradicional que tres euros en una hamburguesa de plástico y un refresco para irme de tiendas. Por supuesto que cada uno es libre de hacer lo que quiera con su presupuesto y su paladar pero, en mi caso, cuando repaso las fotos de mis viajes no suelo sonreír cuando me veo en la puerta de una iglesia de la que no recuerdo el nombre dos días después. Lo hago cuando me reconozco feliz tomando unos vinos en aquel restaurante perdido de un pueblecito del norte de Argentina o probando el mejor sushi que he comido en mi vida en el Mercado de Pescado de Tokio.
Que quede claro que cuando hablo de disfrutar de la gastronomía de un país o de una zona no me refiero a quemar la visa en un restaurante con tres estrellas Michelin (qué tampoco está mal alguna vez en la vida si puedes permitírtelo) hablo de sitios con encanto, con olores y sabores típicos, con lugareños amables que te expliquen sus costumbres y te enseñan sus cocinas. Me refiero a los guisos de esa maravillosa señora vestida de negro con manos de oro y mirada amable o del cocinero joven que ha rescatado las recetas de sus abuelos. No te pido que cuando viajes comas guiso de perro o sesos de mono. Tampoco que renuncies a tus principios si eres vegano o pasas del azúcar. No quiero que vayas a restaurantes lujosos, si como yo, eres de gustos sencillos. Tampoco es preciso que cruces la frontera porque en nuestro país encontrarás una cocina increíblemente variopinta. Basta con que empieces a ser un poquito curioso y que consideres que conocer y disfrutar de la gastronomía de un lugar es casi tan importante o en algunos casos incluso más, que visitar sus museos y paisajes. El planeta está repleto de sabores por conquistar. ¡Cómete el mundo!
BSO Me como el mundo aliñao de Carlos Chaouen
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Gracias
¡Qué tengas un buen día! Un saludo,
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Nada a añadir, como si me leyeras el pensamiento! Yo también sonrío cuando veo mis fotos descubriendo lugares gastronómicos, para mí sin duda, el mayor PLACER!