Cerdeña en modo love

Si bus­cas un rin­cón del pla­ne­ta Tie­rra don­de pasar unas vaca­cio­nes román­ti­cas, aquí lle­ga la últi­ma pro­pues­ta del Blog Hedo­nis­ta: Cer­de­ña. Esta her­mo­sa isla ita­lia­na es ideal para dar rien­da suel­ta al amor y la ñoñe­ría. Eso sí, te pedi­mos que esco­jas los meses de mayo, junio o sep­tiem­bre si quie­res que tu fogo­si­dad no se vaya al tras­te entre hor­das de turis­tas inva­dien­do sus pre­cio­sas calas. Aquí tie­nes diez con­se­jos para reco­rrer Cer­de­ña en “modo love”:
 
Pri­me­ro: Piér­de­te en las calle­jue­las de la capi­tal, Caglia­ri, dis­fru­tan­do de sus terra­zas y res­tau­ran­tes con tu aman­te o “aman­ta”. Miti­ga el calor en la pla­ya del Poet­to, toma un hela­do en la Pla­za Jen­ne y una copa de vino con una bue­na comi­da sar­da y ambien­te musi­cal en Sei Otta­vi.  Para pasar noche, apun­ta: Anti­co Cor­so Char­me, habi­ta­cio­nes sen­ci­llas pero mara­vi­llo­sas en un anti­guo edi­fi­cio del siglo XVIII. Y para repo­ner fuer­zas  des­pués de una noche de desen­freno, un sucu­len­to desa­yuno ser­vi­do con mimo en la habi­ta­ción.
Cagliari

Caglia­ri

Antico Corso Charme

Anti­co Cor­so Char­me

Segun­do: Visi­ta las her­mo­sas rui­nas de la ciu­dad feni­cia y roma­na de Tha­rros, pasan­do antes por la igle­sia paleo­cris­tia­na de San Gio­van­ni di Sinis para jurar­te pasión eter­na en el tem­plo más anti­guo de la Isla (siglo VI). Al atar­de­cer date un baño en la pla­ya de Is Aru­tas y pasea por su bri­llan­te are­na. Recuer­da que no podrás lle­var­te ni un gra­ni­to por­que está pro­te­gi­da. La cena en Oris­tano, una peque­ña y sere­na ciu­dad con una estu­pen­da ofer­ta gas­tro­nó­mi­ca. Un ejem­plo: el Bleu. Para dor­mir, eli­ge un hotel tran­qui­lo en pleno cen­tro como el Mariano IV Pala­ce con un per­so­nal ama­ble y un recon­for­tan­te desa­yuno.
Ruinas de Tharros

Rui­nas de Tha­rros

Ter­ce­ro: Des­de Oris­tano dirí­ge­te a Bosa para tomar un ten­tem­pié en esta román­ti­ca y colo­ris­ta ciu­dad. A medio día esta­rás en Alghe­ro, don­de podrás dis­fru­tar de sus her­mo­sas calles con sabor cata­lán y sus terra­ci­tas jun­to al mar. Si bus­cas tomar un buen vino ita­liano ade­re­za­do con pin­chos vas­cos y peco­rino sar­do,  la direc­ción es cla­ra: Sar­doa Ape­ri­ti­vo di Vino. No te sor­pren­das si mien­tras sabo­reas tu copa de Can­no­nau (la gar­na­cha sar­da) y mor­dis­queas el famo­so pan Cara­sau, sue­na de fon­do Ismael Serrano. 
 
Cuar­to: Sigue des­cu­brien­do la cos­ta Oes­te y tóma­te unos días de relax en El Faro Hotel Spa, situa­do en el Par­que Natu­ral de Por­to Con­te.  El desa­yuno y las cenas son deli­cio­sos y tie­ne un increí­ble acce­so pri­va­do al mar. Des­de aquí visi­ta las encan­ta­do­ras pla­yas de la zona y déja­te mimar por tu pare­ja mien­tras pala­deas una copi­ta de Mir­to, el licor isle­ño por exce­len­cia.
El Faro Hotel Spa

El Faro Hotel Spa

Quin­to: Reco­rre el nor­te de la Isla pasan­do por sus tran­qui­las pla­yas y dis­fru­ta de un autén­ti­co espres­so ita­liano en el her­mo­so pue­blo medie­val de Cas­tel­sar­do mien­tras te vigi­la su impo­nen­te cas­ti­llo.  Des­pués, resér­va­te unos días, o si pue­des, media vida, para soñar des­pier­to en la apa­ci­ble loca­li­dad de Iso­la Ros­sa.  Te apun­ta­mos el Hotel Mari­ned­da Tha­las­so Spa jun­to a la tran­qui­la pla­ya del mis­mo nom­bre, don­de mori­rás de amor con sus cenas y desa­yu­nos con vis­tas al Tirreno, pre­pa­ra­dos con espe­cial cari­ño para celia­cos y “glu­ten free”.     
               
Sex­to: Toma un ferry en el Puer­to de Palau hacia el peque­ño Archi­pié­la­go de la Mad­da­le­na. Tíra­te al sol en sus cali­tas escon­di­das de color ver­de azu­la­do y cru­za has­ta la isla de Capre­ra en coche. Visi­ta la casa de Gari­bal­di, líder de la uni­fi­ca­ción ita­lia­na, aven­tu­re­ro y un entu­sias­ta galán: tres espo­sas y algu­na que otra aman­te con­fir­ma­da. A la vuel­ta de la visi­ta cul­tu­ral, un baño en Cala Sere­na, cata­lo­ga­da como una de las pla­yas más román­ti­cas del mun­do, tam­bién en Capre­ra. Para cenar, te reco­men­da­mos cual­quie­ra de las taber­nas del ani­ma­do puer­to de La Mad­da­le­na, don­de si tie­nes suer­te podrás escu­char algún con­cier­to de músi­ca en vivo. Para dor­mir en ple­na ave­ni­da marí­ti­ma, un clá­si­co: el Excel­sior.    
Costa de la Maddalena

Cos­ta de la Mad­da­le­na

Sép­ti­mo: Pon a prue­ba la gene­ro­si­dad de tu acom­pa­ñan­te en los esca­pa­ra­tes de Por­to Cer­vo. Este peque­ño encla­ve de la Cos­ta Esme­ral­da es un lugar de encuen­tro de ricos y famo­sos. Pre­cio­sas casi­tas miran­do a un puer­to pla­ga­do de yates. Res­tau­ran­tes y tien­das vip. Y ya sabes que si a estas altu­ras, tu com­pa­ñe­ro de via­je no te con­ven­ce, siem­pre te que­da­rá la posi­bi­li­dad de encon­trar­te a Geor­ge Cloo­ney toman­do un negro­ni en algún gari­to cool.
 
Octa­vo: Dis­fru­ta de una jor­na­da de sol medi­te­rrá­neo en la Cala Capric­cio­li, una de las más boni­tas de Cos­ta Esme­ral­da. Apro­ve­cha para degus­tar en cual­quie­ra de los res­tau­ran­tes de la zona los pla­tos de pas­ta sar­dos más cono­ci­dos: los culur­gio­nes o los gno­chet­ti sar­di. Tam­bién tie­nes la opción más pla­ye­ra de los chi­rin­gui­tos: una Ich­nu­sa (la cer­ve­za más popu­lar de la Isla con más de cien años) y un pul­pi­to y a morir de pla­cer.  
Ichnusa

La cer­ve­za Ich­nu­sa. Recu­pe­ra el nom­bre de la anti­gua deno­mi­na­ción grie­ga de esta isla.

Noveno: Pasa una tar­de en Olbia, la “ciu­dad feliz” según los grie­gos, des­pués de visi­tar alguno de los yaci­mien­tos arqueo­ló­gi­cos cer­ca­nos. Para la oca­sión, cóm­pra­te un mode­li­to en cual­quie­ra de las tien­das de Cor­so Hum­ber­to. Si bus­cas cenar en un sitio clá­si­co, te suge­ri­mos el mag­ní­fi­co Da Pao­lo y sus pla­tos tra­di­cio­na­les. Si te ape­te­ce algo más moder­ni­llo y esti­lo­so, prue­ba el deli­cio­so que­so fri­to en las mesi­tas exte­rio­res del  Anti­cas Lican­zias. Fina­li­za la jor­na­da en el Hotel Pano­ra­ma con increí­bles vis­tas a la ciu­dad y una terra­ci­ta espec­ta­cu­lar don­de tomar una copa en la últi­ma plan­ta.                    

 
Déci­mo: Ter­mi­na tu via­je reco­rrien­do las pla­yi­tas natu­ra­les y casi desér­ti­cas de la cos­ta este de Cer­de­ña. Como a algu­nas sólo podrás acce­der en bar­co o a pie tras un buen paseo, esta­rán casi a tu exclu­si­va dis­po­si­ción. Cala Luna, Gogo­ne o Golo­ritze son algu­nos ejem­plos. Dis­fru­ta de un últi­mo baño en sus aguas trans­pa­ren­tes y des­pués des­pí­de­te de la Isla con la pro­me­sa de regre­sar algún día.      
 
Y recuer­da: si a la vuel­ta de nues­tra ruta román­ti­ca, con unos kili­tos de más –por­que en Cer­de­ña se come muy bien- pero con el tor­so bien  moreno para esti­li­zar la figu­ra, tu com­pa­ñe­ro de via­je te pro­po­ne una nue­va aven­tu­ra, la expe­rien­cia hedo­nis­ta habrá sido un éxi­to y ten­drás que con­ti­nuar leyen­do nues­tras reco­men­da­cio­nes para siem­pre. Que viva l’amore. 

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