San Borondón

Tenía siete años.
Fui a San Borondón.
Primero en un barco,
luego en un avión.
 
Via­jé segura,
con cin­turón
col­or dora­do, col­or de sol.
Y con mi gato,
¡sin él no voy! 
 
No con­té  nada
por si pens­a­ban que esta­ba loca. 
O lo inventaba.
Qué más dará…
 
Era una isla de col­or fuego
con mil palmeras,
cer­ca de El Hierro 
y de La Gomera.
Quizá La Palma,
no lo recuerdo. 
Aunque lo inten­to. 
 
Estuve días
gas­tan­do el tiempo
entre sus playas y sus volcanes.
Lo pasé bien.
Conocí a niños muy diferentes, 
muy fan­ta­siosos.
Conocí a hadas,
conocí a duendes
con pies enormes. 
 
San Borondón
está pre­sente,
volver a ella sigue en mi mente
 y en mis dos alas:
 super­vivientes de la existencia.
 
Isla en mi atlas de la utopía.
Yo creo en ti 
y en mis delirios de niña eterna
Siem­pre lo hice…
Isla fugaz, rincón esquivo.
Bal­lena errante, vuelve conmigo.
© 2018 Noe­mi Mar­tin. All rights reserved.

2 responses

  1. Gra­cias

    ¡Qué ten­gas un buen día! Un saludo, 

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