
The Twelve Apostles. Australia. Fotografía de Noemi Martin.
Era septiembre de 2015 y dibujaba la costa del sur de Australia, recorriendo la Great Ocean Road. La mítica carretera australiana, hermana de la Ruta 66, perfilaba el camino entre acantilados y valles. Barcos encallados y pequeños pueblos con olor a surf y cerveza Carlton acompañaban el trayecto entre Melbourne y Port Campbell. Entre ellos, imágenes superpuestas: campos de golf con canguros mascando césped y koalas encaramados en copas de aromáticos eucaliptos. Vida y asfalto, hamburguesas y vino de Yarra Valley.

Great Ocean Road. Fotografía de Noemi Martin
Cuando llegamos al faro del Cabo Otway, el más antiguo de Australia, sentí que mi alma había arribado a uno de los extremos del mundo. Mi fin también estaba cerca. El Mar de Tasmania era testigo de mi inquietud y las olas frenéticas se unían al latido nervioso del corazón. Aurícula-Ventrículo. Una antigua estación de telégrafo registraba mi pulso lanzándolo al espacio. SOS.

Cabo Otway. Fotografía de Noemi Martin
El atardecer golpeaba las ventanillas del coche mientras nos acercábamos con prisa a los Doce Apóstoles. Acelerador y rugidos de Océano, viento en los oídos, cascabel de serpientes. Vespertino vértigo.
Y ahí estaban. Entre lágrimas saladas inundado el rostro. Como vigías eternos, emergen de la arena y suben al cielo. Tocan los últimos rayos de sol. Mientras, sueño estar fuera de mi cuerpo. No he sido tan mala, supongo. Esos gigantes de piedra deben custodiar el paraíso. Cierro los ojos y lloro.
Cuando despierto, siguen ahí. Blancos espíritus de caliza. Naturaleza divina entre autopistas y peldaños de madera. Los Doce Apóstoles duermen por siempre en mi retina, tatuados en la base de mis párpados. Me recuerdan que tal vez la muerte no sea tan terrible.

The Twelve Apostles. Australia. Fotografía de Noemi Martin.
BSO de este post Australia- In The Arms Of An Angel
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