Me gustan las mujeres. Así, como concepto. En grande. Soy una lesbiana filosófica. Me gusta la palabra mujer y todo lo que evoca: grandes dosis de fuerza, unas gotas de superación, cuatro cucharadas de voluntad y todo al caldero. Que hierva dentro de ese cóctel hormonal que nos regaló la naturaleza.
Me gustan las mujeres: delgadas y con kilos de más, madres de vocación y solteras empedernidas, religiosas, ateas, matemáticas y artistas. Me encanta verlas vestidas de policía o de bombera, al frente de un ayuntamiento o de un juzgado. En un puesto del mercado, en una tienda o presentando un programa de televisión. Donde quieran estar o donde puedan pero siempre libres y valientes.
Me gustan las mujeres. Esas que tienen arrugas alrededor de los ojos y que después de ver la vida desde un rincón ahora pueden decir basta. Las que saben que ya está casi todo dicho pero no hecho. Las que entienden que la lucha continúa. Cada día, en cada esquina. En cada mujer que calla. En cada lágrima, en cada esquela.
Me gustan las mujeres pero también los hombres que nos ayudan a limpiar nuestras alas. Los que nos respetan y valoran. Los que nos acompañan en las batallas diarias. Los que comprenden que hay que celebrar jornadas como ésta y brindan con nosotras con una sonrisa. Los que comparten la vida con mayúscula y sin rodeos. Los que cocinan, cuidan a los niños o van a la compra. Los que en definitiva nos aman como se debe amar. Esos, que conste, me gustan casi tanto como las mujeres.
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Me encanta tu relato. No podía ser más acertado para el día de la mujer trabajadora 👏
Muchísimas gracias. Le pasó tu comentario a Noe su autora.
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