Vino para dos. Capítulo 4

 

El ascen­sor tardó menos de medio min­u­to en lle­gar al últi­mo piso. Los trein­ta segun­dos del trayec­to has­ta el áti­co de Jai se con­virtieron en mi ascen­so par­tic­u­lar al Anna­pur­na. Me falta­ba el oxígeno y el pul­so enlo­quecía. No había vuelta atrás y me sen­tía una mez­cla entre Fri­da Kalho, Evi­ta Perón y un gal­go desvalido. 

Cuan­do llegué a mi des­ti­no me recibió una son­risa inmac­u­la­da y un beso en la mejil­la. El rel­lano olía a romero, almen­dra mol­i­da y miel de pal­ma. El cuel­lo de Jai a una del­i­ca­da mez­cla de sán­da­lo y nuez mosca­da. Se había deja­do una bar­ba tenue y vestía camise­ta blan­ca y vaque­ros oscuros. And­a­ba descal­zo sobre el par­qué de madera y como en un hog­ar japonés me invitó a dejar las san­dalias de tacón en la entra­da. Yo me había quita­do mi habit­u­al cole­ta y tenía los labios pin­ta­dos de col­or granate. Llev­a­ba un vesti­do de flo­recitas con escote sutil, un chal de hilo y mi pulsera de oliv­ina y coral. 

El aparta­men­to era pequeño pero des­de la puer­ta se divis­a­ba una deli­ciosa ter­raza con vis­tas al mar y una mesi­ta con velas. Mi hom­bre soli­tario me dio la bien­veni­da y puso una copa de vino bril­lante y afru­ta­do en mis manos. Brindamos por la noche que comen­z­a­ba mien­tras de fon­do son­a­ba “When you´re smil­ing” con la voz ron­ca de Louis Armstrong. 

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Fotografía de Noe­mi Martin

Bas­taron dos tra­gos y el aro­ma a flo­res fres­cas de aquel vino trans­par­ente para empezar a rela­jarme y dis­fru­tar de la cena. Jai había prepara­do una fusión espec­tac­u­lar en la que com­bin­a­ba que­so de cabra con miel y fru­tos sec­os, una cre­ma de beren­je­nas y comi­no, ensal­a­da con man­go y agua­cate y un exquis­i­to pesca­do a la sal. De postre: hela­do de plá­tano con canela y choco­late caliente. No podía pedir más. 

Cuan­do nos sen­ta­mos, fui direc­ta. Le pre­gun­té sin dilación de dónde  venía y cuán­do había lle­ga­do a Tener­ife. El viernes ante­ri­or, en nues­tra ter­raza, habíamos habla­do de muchas cosas pero sin dar detalles per­son­ales. Ya era hora de empezar a desve­lar secre­tos. Es una his­to­ria larga pero no ten­go prob­le­ma en con­tártela poco a poco. Hoy me tomo la noche libre, me dijo.Yo tam­bién quiero saber de ti.  

La vela­da me regaló un tin­to joven, un mal­vasía espumoso y algu­nas con­fi­den­cias que empezaron a trazar la figu­ra de mi anfitrión. La primera de ellas tenía que ver con el ori­gen de su nom­bre que sor­pre­si­va­mente sig­nifi­ca­ba “vida” en hebreo. Jai había naci­do en Argenti­na pero sus abue­los pro­cedían del Berlín nazi del que habían escapa­do en los años trein­ta. Más tarde, su madre había emi­gra­do de Buenos Aires a Esta­dos Unidos lle­van­do a Jai con­si­go, jus­to antes de que estal­lara la dic­tadu­ra del seten­ta y seis. Aho­ra, le toca­ba a él huir. Por eso, llev­a­ba dos años desha­cien­do male­tas y ya cansa­do de recor­rer el mun­do a solas, había deci­di­do parar y refu­gia­rse en la Isla durante un tiempo.

Mien­tras tomábamos un espres­so frente al Atlán­ti­co, me con­fesó que se había per­cata­do de mi pres­en­cia des­de el primer día que coin­cidi­mos y que unas sem­anas más tarde, uno de los camareros al que había deja­do la tar­je­ta de crédi­to para pagar, le había rev­e­la­do mi nom­bre, después de insi­s­tir mucho. Nos reí­mos a car­ca­jadas cuan­do me dijo que era idén­ti­ca a una de sus actri­ces favoritas ‑Jen­nifer Jones- y yo le con­té que cada vez que le mira­ba, me acord­a­ba de Gre­go­ry Peck. Así que prome­ti­mos ver jun­tos “Due­lo al sol” y seguir com­par­tien­do vinos y enigmas.

La noche avan­z­a­ba. Empez­a­ba a cor­rer un poco de brisa y le pedí a Jai que me tra­jera el chal. Me sen­tía afor­tu­na­da pero tenía miedo de ser la pro­tag­o­nista de una pelícu­la con final cru­el, como me pasa­ba siem­pre. Tan­tos libros de psi­cología y tan­tos con­se­jos a los demás para que mis temores comen­zaran a perseguirme otra vez. Quería salir cor­rien­do. Miré hacia la puer­ta y ahí esta­ba él con mi pañue­lo y su son­risa níti­da. Vino hacia mí. En su pre­cioso tocadis­cos antiguo había puesto “Lover Man” y Bil­lie Hol­i­day la canta­ba para nosotros. 

Bso de este post Lover Man tema de Bil­lie Holiday

© 2015 Noe­mi Mar­tin. Todos los dere­chos reservados 

 

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