Arde la noche, la luna y mi corazón pequeño. Quemo recuerdos que ya no encuentran espacio en mi cabeza recién estrenada. San Juan me llama: vamos, Ana.
Bajo los escalones hacia la playa. Voy despacio, con mi vestido blanco de tirantes y mis labios color fresa. Camino desnuda de expectativas y con algo de miedo en el fondo de mi bolsito mágico. Lo sacaré y lo lanzaré entre las olas en cuanto pueda. Me aíslo del ruido, de la gente que ríe y baila. Siento mis latidos como pequeñas chispas azules. Gracias por seguir vivo, amigo. Pensaba que esta vez no podrías contarlo y mírate: ahí estás, feliz y sano. Me quito las sandalias mientras recorro la orilla del mar a solas, en medio de otros pasos ajenos, antes de que llegue Nora. Este momento compartido con desconocidos es mío y me hace sentir una mujer valiente, una hechicera todopoderosa. Por fin he comprendido que la soledad es una buena aliada. Me permite ser yo sin condimentos, me deja respirar a mi ritmo, cambiar de estación sin preguntar a nadie. Es compresiva, generosa, dulce.
Suena el teléfono ‑como un despertador indiscreto- en medio de mi soliloquio. ‑Ana, te estoy viendo junto a la orilla. Estás muy guapa y muy bucólica pero deja de soñar un ratito y vente al quiosco del final de la playa a tomarte un vino conmigo. Nora me conoce muy bien. Los pájaros de mi cabeza nunca dejan de aletear. Y esta noche son colibríes que vuelan sobre las hogueras. Salgo de mi diálogo interior y me pongo en “modo externo” mientras sonrío. Me gusta estar un poco loca, un poco en mi planeta. Es increíble pero no me había dado cuenta de que la arena estaba tan llena de gente y de fogatas. Ahora, ya consciente, me cuesta llegar a la barra entre la multitud. Cuando la alcanzo, Nora me espera con mi copa en la mano. ‑No te quejarás de que no te mimo, Ana. Hoy es tu día favorito y tenemos que empezar a celebrarlo: un blanco afrutado para ti.
Las hogueras comienzan a apagarse temprano o quizá el tiempo ha pasado en un instante. Lo cierto es que cuando acabo el vino, ya he quemado sin dramas el folio de penas que traía en el bolso y voy ligera camino de la fiesta en “nuestra terraza”. Cuando cruzo la puerta de entrada me castañean los dientes, me arden las pestañas y el pulso parece una mariposa de colores. Respiro. Menos mal que ahora soy una mujer sabia y esta noche no llevo tacones.
El local está repleto. Parece más grande que hace unos meses, cuando sólo lo habitábamos Jai, Ella Fitzgerald y yo. O al menos eso me parecía. Aquí está nuestro sitio, Ana, me dice Nora mientras señala una mesa para tres junto al mar. ‑Creo que sobra una silla. ¿O al final le dijiste lo de la cena a Carmen? Sabes que no me gusta demasiado su energía pero bueno si a ti te cae bien, es cosa tuya. –Eyy, tranquila, Ana, no corras, me dice Nora mirando hacia la puerta. Tenemos un invitado de honor. Y creo que su energía es de las que te deslumbran.

Fotografía de Noemi Martin
Cuando alzo los ojos hacia la entrada, mi corazón da una vuelta y regresa a su sitio. Ahí está Marcos, con su sonrisa de oreja a oreja. Ciertamente, la visita me emociona y su energía me cautiva. Viene directo hacia nosotras y me da un abrazo fuerte, de esos que te estrujan hasta el alma. –Tenía ganas de venir a Tenerife y que mejor que en tu noche para hacerlo, Anita. Por un segundo, egoístamente pienso en Jai. Me hubiera gustado que la sorpresa hubiera sido él pero soy consciente de que es uno de mis pensamientos quiméricos. Eso sólo sería posible es una película romántica. Además, me encanta que Marcos haya venido a vernos esta noche. Nunca pensé querer tanto a un amigo en tan poco tiempo. Con él confirmo que la amistad es una forma de amor. Hay personas que te fascinan en una sola conversación y a las que amas por lo que son y por la paz que te regalan en una mirada. Sin más. Así que con Marcos en medio de nosotras, cenamos radiantes aderezando la pasta con risas y confesiones. Nos cogemos de la mano, destruimos dogmas y tiramos credos por la borda. El “trío Baker” vuelve a la carga aunque intuyo que entre Nora y Marcos surgirá algo más que camaradería. Y me gusta. Me gusta ese destello de pasión que asoma en sus pupilas.
Después de compartir propósitos veraniegos y un par de botellas de vino volcánico, la lava empieza a calentar mis neuronas. Necesito levantarme y tomar un poco de aire. –Amigos, ahora vuelvo. Les dejo en la mejor compañía. Acalorada, cruzo el local y llego hasta una esquina escondida desde donde se ve el mar y se escucha la música. El rincón perfecto. Me apoyo en el balcón y sigo el ritmo de las olas. Soy feliz: por fin me quiero. Y no es el efecto del vino. Lo prometo.
De pronto, en medio de mi euforia particular, comienza a sonar la voz de Ella: “Love is here to stay”. Y canta para mí, lo sé. Sigo mirando las olas, ensimismada. Se mueven a ritmo de jazz. Parpadean, suben, bajan, chocan. Me gustaría danzar con ellas, sentirlas en mi cuerpo. Vuelven los colibríes a mis pensamientos cuando percibo un olor familiar. Sándalo, canela… Es imposible, debo estar en mi planeta, como siempre. Despierta marcianita.
Pero no, no estoy en una nube, ni en las estrellas. Estoy aquí en nuestra terraza, la noche de San Juan. Jai me mira y me coge de la mano. Es real. Sus ojos son reales. Su olor es real. Y bailamos mientras Ella Fitzgerald y el Atlántico nos acompañan. Y yo quiero llorar pero no me salen las lágrimas porque estoy volando. Y si vuelo no puedo llorar porque es imposible sin gafas protectoras. Y no sé lo que pienso, ni lo que digo, ni lo que siento. Aunque sé que es él. Y está aquí. Y me duele la boca del estómago y me queman los labios y el alma. Y soy aún más feliz que hace dos minutos.
Cuando termina la canción y nos separamos un momento, miro su cara y él sí está llorando. –Te he echado tanto de menos, Ana. Yo me pellizco los dedos y Jai sigue ahí, tan atractivo como siempre, tan fuerte, tan frágil, tan Jai. –Yo también he pensado mucho en ti, tanto que he tenido que borrar todos mis pensamientos viejos y malos para que cupieras en mi mente. Pero dime Jai: ¿Qué vas a hacer ahora?
-Por lo pronto, mirarte sin parar y tomarme una copa de malvasía. Vamos y te cuento. Vamos y me cuentas.
BSO Love Is Here To Stay de Ella Fitzgerald
© 2016 Noemi Martin. Todos los derechos reservados.
👍🏻😉
Gracias
¡Qué tengas un buen día! Un saludo,
ENERGY SUPPORT Events Manager empresaenergysupport@gmail.com @energysupport🌍 #energysupportbcn Gracias | Gràcies | Thanks | Grazie | Merci | Dank | 感謝 | спасибо | 谢谢 | תודה | شكرا |