Vino para dos. Capítulo 13

Cin­co segun­dos de silen­cio. Escá­ner mutuo.

Ella con un ves­ti­do negro ajus­ta­do y taco­nes “Empi­re Sta­te”. Labios rojos, cabe­llo rubio per­fec­to y bol­so de Cha­nel: por­ta­da del “Vogue”.

Yo lucien­do una man­ta de cua­dros esco­ce­ses ade­re­za­da con una cami­se­ta de Jai, cal­ce­ti­nes de depor­te y pelo revuel­to. Res­tos de crois­sant en la comi­su­ra de los labios: papel de perió­di­co arru­ga­do.

Mien­tras las mira­das se cru­zan en asal­to de sables, en mi cabe­za sue­na la ban­da sono­ra de Vér­ti­go. Pura intui­ción. Aplau­sos, por favor. Nece­si­to alien­to para pro­ta­go­ni­zar esta esce­na.

-¿Y tú quién eres? Tie­nes una pin­ta horri­ble, me dice Julia.

Inglés ame­ri­cano, caí­da de pes­ta­ñas. Des­dén agre­si­vo y cara de repul­sión. Los idio­mas no son mi fuer­te pero pue­do enten­der­la per­fec­ta­men­te.

-Soy una ami­ga de Jai. ¿Quién eres tú?.

Lo sé, por supues­to. Pero en este ins­tan­te saco mi osa­día a flo­te. Nor­mal­men­te habi­ta dor­mi­da en lo más pro­fun­do de mi océano par­ti­cu­lar pero en casos extre­mos sale a la super­fi­cie a modo de sal­va­vi­das.

Ella me mira orgu­llo­sa, des­pec­ti­va, humi­llan­te, fría, sober­bia y todo el saco de sinó­ni­mos del dic­cio­na­rio: “No sé qué haces aquí, niña. I´m his wife”. Esto últi­mo tam­bién pue­do tra­du­cir­lo inme­dia­ta­men­te: “Soy su espo­sa”.

De repen­te un table­ro de aje­drez se cue­la en mi cabe­za. Fogo­na­zos en blan­co y negro. Julia se eri­ge en la rei­na. Yo soy un sim­ple peón. El rey, en el hos­pi­tal, visi­tan­do al caba­llo des­bo­ca­do. No pien­so jugar la par­ti­da. Como una torre de mar­fil me ele­vo alti­va: ‑Sí, lo eres.  Pero, por lo que me han con­ta­do, sólo has­ta que Jai arre­gle los pape­les del divor­cio. Por cier­to, cuan­do bajes las esca­le­ras, ten cui­da­do con los taco­nes. No te vayas a tor­cer un tobi­llo, que­ri­da.

Cie­rro la puer­ta de gol­pe. Ima­gino a Scar­lett O’Ha­ra  en  “Lo que el vien­to se lle­vó” hacien­do lo mis­mo. Por pri­me­ra vez en mi vida me sien­to una autén­ti­ca diva del celu­loi­de y me río. Estoy tem­blan­do. Lue­go me aso­mo por la miri­lla. La rei­na del Vogue saca su telé­fono rosa y hace una lla­ma­da que no reci­be res­pues­ta. Des­pués otra y otra. Está unos minu­tos ron­dan­do mi madri­gue­ra y al final se mar­cha. Ella y su cara de odio. Como una loba enfer­ma.

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Foto­gra­fía de Noe­mi Mar­tin

Refle­xiono sobre mi inter­pre­ta­ción y camino has­ta la coci­na sil­ban­do. Me sir­vo una copa de vino cali­for­niano de la bote­lla que había abier­to Jai y eli­jo a Nina Simo­ne para brin­dar con ella en este momen­to de éxta­sis supre­mo. Sue­na en mi móvil “The other woman”: La otra mujer. Soy inmen­sa­men­te feliz duran­te unos segun­dos.

Al ter­mi­nar la can­ción, des­cen­so a toda velo­ci­dad en mi mon­ta­ña rusa emo­cio­nal. Loo­ping sin cin­tu­rón de segu­ri­dad y rom­po a llo­rar estruen­do­sa­men­te. No sé que estoy hacien­do en San Fran­cis­co con un tipo que ni siquie­ra me ha dicho “te quie­ro”. Tal vez es pron­to pero lo nece­si­to. Me estoy vol­vien­do loca, supon­go.

Las lágri­mas res­ba­lan por mi ros­tro y caen sobre la man­ta. Gotas gigan­tes post-adre­na­li­na. Me sien­to sola y empie­zo a pen­sar si vol­ver a Tene­ri­fe sería una opción mejor que espe­rar a que Jai Acker­man resuel­va su vida y deci­da si for­mo par­te de ella. Ten­go mie­do de que me haya men­ti­do. Me ate­rro­ri­za hun­dir­me en el mar.

En ese momen­to recuer­do los vier­nes en los que acu­día sin fal­ta a nues­tro res­tau­ran­te jun­to al Atlán­ti­co para ver­le cenar des­de la dis­tan­cia. Me sen­tía satis­fe­cha sim­ple­men­te con obser­var al actor des­co­no­ci­do con su copa en la mano. Aho­ra he per­di­do la noción del tiem­po y la pers­pec­ti­va. ¿Qué estoy hacien­do en esta casa en medio de todos estos per­so­na­jes extra­ños?

Sigue con­mi­go Nina Simo­ne: inten­sa y vul­ne­ra­ble. Cojo el telé­fono y empie­zo a mirar vue­los de vuel­ta a Espa­ña. Qui­zá pue­da regre­sar aho­ra mis­mo a casa.

BSO:  The other woman de Nina Simo­ne

© 2016 Noe­mi Mar­tin. Todos los dere­chos reser­va­dos

 

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